viernes, 25 de septiembre de 2009

Honduras:una triple lucha de alcance mundial

Por Guillermo Almeyra

La vuelta a Tegucigalpa del presidente Manuel Zelaya eleva, de un solo golpe, el conflicto entre la mayoría del pueblo hondureño y la oligarquía golpista de ese país y, además, la disputa entre Brasil y la mayoría de los gobiernos latinoamericanos, por una parte, y el Departamento de Estado y el Pentágono (que apañan a los golpistas), por la otra, así como entre este gobierno paralelo del establishment estadounidense (formado por esas dos instituciones y apoyado por todos los ultraderechistas, sean éstos del partido Demócrata como del Republicano) y el presidente Barack Obama…

Es obvio que Zelaya no podría haber cruzado la frontera (presumiblemente, de Nicaragua, pero podría ser también la de Guatemala) sin la protección de los gobiernos de esos dos países (y la connivencia –o la ceguera voluntaria) de elementos de las fuerzas de seguridad hondureñas. También es igualmente evidente que Brasil dio su consentimiento previo al ingreso de Zelaya en su embajada en Tegucigalpa y que el gobierno de Lula dio instrucciones en ese sentido a su embajador en la OEA y a su representante en la capital hondureña. El silencio desconcertado de Hillary Clinton indica también que el Departamento de Estado no esperaba esta medida, que lo obligará a tomar posición en la OEA y frente a los golpistas, mientras la ultraderecha estadounidense responde con furia mediante el Washington Post, que publica en primera página nada menos que una nota de Micheletti, el jefe de los golpistas hondureños, sobre esta situación, apoyando así abiertamente a los dictadores acorralados

.Todo el panorama en la región se ha movido gracias a esta decisión del presidente legítimo de Honduras y se ha puesto en movimiento…

En primer lugar, la dictadura de Micheletti y CIA enfrentará ahora un recrudecimiento de la protesta y la movilización popular, que repudian y desafían el toque de queda de los gorilas y podrían llevar incluso a estallidos insurreccionales aislados. Es previsible que las instituciones se dividan. La jerarquía de la Iglesia católica, que apoya a Micheletti y al golpe gorila, se enfrenta ya con sacerdotes con fuerte respaldo popular que apoyan la democracia y exigen el retorno de Zelaya. En la policía se ha comprobado que existen sectores que no están dispuestos a seguir al Alto Comando militar en su aventura golpista y lo mismo sucede entre los soldados, mientras en ambas fuerzas, como lo demuestra el salvajismo de la represión, hay quienes son partidarios de aplastar a sangre y fuego la protesta semi insurreccional del pueblo hondureño, pero temen el aislamiento internacional (y que Obama pueda torcerle el brazo a los grandes protectores estadounidenses no demasiado enmascarados de los golpistas de Tegucigalpa).

Si, bajo la presión popular, un sector grande de la policía o del ejército, para evitar la guerra civil, rechazase la escalada de la represión y aceptase la idea de un gobierno de transición, conservador, que encapsulase a Zelaya limitando totalmente la intervención presidencial hasta la realización de elecciones presidenciales, el Alto Mando y el gobierno de los gorilas acabaría en la cárcel o en el exilio.

Una parte importante de la burguesía comercial hondureña, con el apoyo de la OEA y hasta, eventualmente, de un Departamento de Estado obligado a cambiar de política sacrificando a los gorilas, podría apoyar esa salida para evitar la guerra civil y para romper el aislamiento y el bloqueo internacionales que afectan duramente a su economía. El propio Zelaya, con el apoyo de la mayoría conservadora de la OEA, podría aceptar esa solución porque él también le teme a la insurrección popular, que pondría en peligro, por lo menos, las propiedades de los terratenientes (él es uno de ellos). Sobre todo porque tiene conciencia de que incluso si fuese presidente sin margen de maniobra en un gobierno de transición, sería la primera figura del mismo, aparecería como triunfador y reforzaría su apoyo popular para encarar cualquier otra perspectiva.
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