Por Mario Sosa
En los últimos años hemos venido experimentando un proceso de liberación de los pueblos latinoamericanos, cuyo punto de partida fue haber construido procesos democráticos y revolucionarios que en un momento dado tuvieron las condiciones suficientes para competir por la vía electoral y lograr la toma de los entes gubernamentales. A partir de ahí avanzaron en reformas constitucionales, en políticas hacia la democracia representativa, transformaciones económicas y sociales, y en algunos casos procesos que parecieran dirigirse hacia la construcción del socialismo como alternativa al capitalismo. Además, fueron tejiendo un camino de integración latinoamericanista que se expresa en la Alternativa Bolivariana para las Américas -ALBA-, el MERCOSUR, entre otras instancias.
Dicho proceso ha ido logrando recuperar la soberanía de dichos pueblos y restando poder a las oligarquías y al imperialismo estadounidense, a tal punto que este último ha sufrido derrotas importantes en el concierto de las Naciones Unidas y la OEA, antes sus espacios de resonancia fiel. Es un hecho también que en la coyuntura de Honduras, el proceso latinoamericanista ha logrado importantes avances y ha demostrado su peso político en la región.
No obstante, esto no ha hecho desfallecer la estrategia imperial, que a través de su Estado corporativo y sus autónomas agencias CIA, la Fundación Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy-NED), la USAID, entre otras, ha venido impulsando procesos de desestabilización de aquellos regímenes o gobiernos no afines a sus intereses y, como parte de esto, el impulso de las llamadas "revoluciones" de colores y las juventudes "democráticas" que han servido de instrumento para impulsar o consolidar procesos conservadores y serviles. Esto es lo que se ha observado en la Europa del Este, en países como Angola, Irán, Bolivia, Ecuador, la República Bolivariana de Venezuela, Nicaragua, Honduras, Guatemala, entre otros.
Es en este contexto que debe entenderse la posición diplomática de Estados Unidos, traducida en declaraciones tibias en buena medida obligadas por el aplastante rechazo mundial al golpe de Estado- y la falta de medidas concretas con relación al gobierno de facto, así como el mantenimiento de su Embajador, el financiamiento al Movimiento Paz y Democracia dirigido por María Martha Díaz, quien ha sido de las organizadoras del apoyo al gobierno de facto, en conjunto con la Unión Cívica Democrática, aglutinadora de las cámaras empresariales, acuerpados por la prensa afiliada a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). A esto se suma el financiamiento de agencias de extrema derecha estadounidense, como la Fundación Arcadia. En este sentido, también resulta reveladora la petición del gobierno estadounidense para que Zelaya no vuelva todavía a Honduras y, con ello, permitir que el golpe de Estado pueda consolidarse.
La consolidación del golpe de Estado en Honduras representaráa un período terrible de violación a Derechos Humanos en Honduras, propio de un régimen oligárquico, militar e imperialista de facto. Abriría la posibilidad para que avancen estrategias desestabilizadoras en Guatemala, impulsadas por un movimiento autodenominado cívico y democrático, cuyo epicentro se encuentra en las expresiones de la derecha fascista procedente de grupos como Pro Reforma, de partidos como el PP, Unionista, VIVA -entre otros--, de grupos corporativos y gremiales oligárquicos, de iglesias fundamentalistas y medios de prensa masivos, todos vinculados en esta estrategia oligárquica e imperialista subregional en Centro América y regional en Latinoamérica.
El sostenimiento de este golpe de Estado también abriría puertas a que se fortalezcan intentonas golpistas en Latinoamérica y volver a tiempos del secuestro, asesinato y refugio político, del genocidio y el etnocidio. Implicaría, además, retroceder en condiciones que permiten la recuperación del programa revolucionario para reiniciar un camino liberador para nuestro país.
Por eso nuestras acciones deben ser ideológicamente claras y políticamente contundentes. El rechazo categórico al golpe como una estrategia imperial y oligárquica y nuestro apoyo a la resistencia del pueblo hondureño en su lucha por recuperar las mínimas garantías para su lucha y para la reinstalación del Presidente constitucional y democráticamente electo, José Manuel Zelaya.
Fuente: www.albedrio.org
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