domingo, 14 de noviembre de 2010

Cacerolas vacías

No está lejano el día en que nuestra población irá a las calles batiendo las cacerolas vacías en protesta por la falta de comida, que podría llegar a niveles de hambruna.

Los pueblos caminan con la panza, dice un viejo refrán, y es de sobra sabido que la escasez de alimento y las fallas de los gobiernos para garantizar la seguridad alimentaria siempre ha sido la madre de las sublevaciones y las revoluciones.

A la hora de explicar la situación de escasez y carestía en los alimentos básicos que padecemos, los responsables de su prevención y solución recurren al sofisma y las excusas, como si así podría resolverse el problema.

En realidad, no hay excusa posible porque la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG) y el Instituto de Mercadeo Agrícola (IHMA) deben tener suficiente conocimiento,  información y recursos técnicos para prepararse, de antemano, para la emergencia.

Ha ocurrido, sin embargo, lo contrario, y, con el problema encima, en vez de tomar las medidas pertinentes para enfrentar la situación, se recurre a paliativos que resultarán ineficaces y a tratar de justificarse, a través de los medios de comunicación, echando culpas a los factores climáticos, el acaparamiento en los mercados locales y la inconveniencia de tener guardados los granos ensilados.

Ahora surgen nuevas propuestas sin sentido, como la de decretar el congelamiento de los precios de los artículos de la canasta básica familiar, algo que es muy difícil –por no decir imposible—de efectuar en una economía abierta y de libre mercado como la nuestra.

No es necesario entrar en explicaciones sobre la inoperancia de un control de precios, aparte de lo concerniente a los convenios de libre comercio a nivel regional, cuando es de lógica elemental el hecho de que la producción de granos básicos ha caído verticalmente, y, por lo tanto, no hay manera de satisfacer la demanda con abastecimiento local.

De allí que el precio del maíz, del frijol, del arroz, de la papa, de los productos lácteos siga un vertiginoso curso ascendente, lo cual únicamente puede ser revertido mediante la importación, a como haya lugar, de los granos básicos en el mercado internacional.

Por el momento el gobierno ha informado sobre el lanzamiento de una Estrategia de Seguridad Alimentaria, con el propósito, se dice, de mejorar la nutrición de los hondureños, pero esa es, en el mejor de los casos, una acción de mediano y largo plazo.

De lo que se trata, en las actuales circunstancias, es de la prioridad gubernamental de garantizar la alimentación para la población hondureña, pobre en un 80 por ciento, y que ya no tiene acceso al sustento diario por falta de recursos económicos, sobre todo en las presentes condiciones de carestía y escasez.

Fuente: tiempo.hn

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