De acuerdo con la invitación del presidente Lobo Sosa a diferentes sectores de la sociedad hondureña para “abordar diferentes temas de interés nacional y conocer los alcances sobre la propuesta de la ‘Asamblea Nacional Constituyente’”, lo que se ha planteado y está realizándose por etapas es una consulta y no un diálogo.
Esto es así porque para que haya diálogo es necesaria la presencia de dos o más personas que alternativamente manifiestan sus ideas, sentimientos o afectos, mientras que la consulta es búsqueda de parecer o de consejo sobre lo que debe hacerse en determinado asunto.
Esa diferencia debe tomarse en cuenta, pues la dinámica, los resultados y las consecuencias son diferentes si se trata de una u otra forma de intercambio, especialmente si se trata de cuestiones políticas y de decisiones en la cima del poder en el Estado.
Por las declaraciones de la mayoría de los actores llamados a consulta por el mandatario, notamos confusión a este respecto, ya que todos hablan de diálogo, unos negándose a tomar parte en la iniciativa, otros declarando su anuencia, y otros más criticando a quienes dicen estar en contra del proyecto presidencial.
Posiblemente la confusión proviene la convocatoria, “en el marco de un amplio diálogo”, aunque el presidente se ha cuidado de señalar que, efectivamente, cuanto desea es escuchar los diferentes pareceres alrededor de los temas propuestos.
El filósofo existencialista D. Miguel de Unamuno sostiene, en relación con el diálogo, que éste requiere de posiciones contrapuestas, pues no basta que dos o más personas expresen alternativamente sus ideas para que haya diálogo, porque si las ideas coinciden y se apoyan mutuamente, lo que hay allí es un monólogo.
Con la polarización política y social existente en nuestro país, lo que tenemos en los dos lados de la controversia son posiciones irreductibles, cada uno de ellos entregado al monólogo. En esas condiciones es imposible el diálogo. Es obvio que a esto obedece, más bien, la iniciativa de consulta, porque la conducción del Estado exige referencias claras para discurrir el entendimiento.
Puestas así las cosas, resultan absurdas las posiciones adoptadas alrededor de la consulta presidencial, dándole hasta connotaciones perversas y sin considerar la necesidad de crear una nueva vía para resolver la crisis política que tiene a la sociedad empantanada, precisamente porque su “clase” política no puede ver más allá de sus narices.
Independientemente de las motivaciones, egoísmos y perturbaciones de los protagonistas en este libreto de la consulta política, lo que se pone a flote es la enorme incapacidad para dar respuesta válida y coherente al propósito de lograr la rehabilitación institucional. Y, ante esa actuación, lo que se perfila es un grave proceso de gangrena política y social, doloroso y sin remedio.
Esto es así porque para que haya diálogo es necesaria la presencia de dos o más personas que alternativamente manifiestan sus ideas, sentimientos o afectos, mientras que la consulta es búsqueda de parecer o de consejo sobre lo que debe hacerse en determinado asunto.
Esa diferencia debe tomarse en cuenta, pues la dinámica, los resultados y las consecuencias son diferentes si se trata de una u otra forma de intercambio, especialmente si se trata de cuestiones políticas y de decisiones en la cima del poder en el Estado.
Por las declaraciones de la mayoría de los actores llamados a consulta por el mandatario, notamos confusión a este respecto, ya que todos hablan de diálogo, unos negándose a tomar parte en la iniciativa, otros declarando su anuencia, y otros más criticando a quienes dicen estar en contra del proyecto presidencial.
Posiblemente la confusión proviene la convocatoria, “en el marco de un amplio diálogo”, aunque el presidente se ha cuidado de señalar que, efectivamente, cuanto desea es escuchar los diferentes pareceres alrededor de los temas propuestos.
El filósofo existencialista D. Miguel de Unamuno sostiene, en relación con el diálogo, que éste requiere de posiciones contrapuestas, pues no basta que dos o más personas expresen alternativamente sus ideas para que haya diálogo, porque si las ideas coinciden y se apoyan mutuamente, lo que hay allí es un monólogo.
Con la polarización política y social existente en nuestro país, lo que tenemos en los dos lados de la controversia son posiciones irreductibles, cada uno de ellos entregado al monólogo. En esas condiciones es imposible el diálogo. Es obvio que a esto obedece, más bien, la iniciativa de consulta, porque la conducción del Estado exige referencias claras para discurrir el entendimiento.
Puestas así las cosas, resultan absurdas las posiciones adoptadas alrededor de la consulta presidencial, dándole hasta connotaciones perversas y sin considerar la necesidad de crear una nueva vía para resolver la crisis política que tiene a la sociedad empantanada, precisamente porque su “clase” política no puede ver más allá de sus narices.
Independientemente de las motivaciones, egoísmos y perturbaciones de los protagonistas en este libreto de la consulta política, lo que se pone a flote es la enorme incapacidad para dar respuesta válida y coherente al propósito de lograr la rehabilitación institucional. Y, ante esa actuación, lo que se perfila es un grave proceso de gangrena política y social, doloroso y sin remedio.
Fuente: tiempo.hn
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