Por Yeanny González Peña (Prensa Latina *)
La Habana, (PL) La violencia contra la mujer cobra cada año su cuota de sangre en todo el mundo, y Centroamérica no está exenta de este flagelo, principalmente en sus países más pobres.
De acuerdo con organizaciones humanitarias, las cifras más desalentadoras se concentran en el denominado Triángulo Norte Centroamericano (Honduras, El Salvador y Guatemala), donde hay elevados índices de pobreza y aumenta la acción del crimen organizado, el narcotráfico y la trata de personas.
En Honduras fueron asesinadas unas 250 féminas en lo que va de 2010, indican fuentes oficiales.
El pasado año, el país registró 325 crímenes contra el sector, mientras que en Guatemala se reportaron 546, en El Salvador 475, en Nicaragua 69, en Panamá 45 y en Costa Rica 34.
En esos países, empobrecidos por las políticas neoliberales, las guerras y los desastres de la naturaleza, las precarias condiciones de vida aparecen como el gran detonante de la violencia.
La inseguridad en el istmo va de la mano con los índices de miseria y sus consecuencias, como el analfabetismo, la carencia de servicios de educación y salud, así como la falta de empleo, entre otros males, consideran expertos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Honduras, con una pobreza que alcanza al 73 por ciento de su población, posee unos 36 mil pandilleros; El Salvador, que presenta una pobreza de 41.40 por ciento, le sigue con 30 mil; y Guatemala, con 47.40 por ciento de pobreza, tiene unos 14 mil mareros, según cálculos oficiales.
La mujer no escapa a la criminalidad causada por la delincuencia, las pandillas juveniles y los escuadrones de la muerte, que continúan actuando en la región pese a las políticas de mano dura.
Esa situación es más evidente en los últimos seis años, cuando los crímenes contra ellas se duplicaron bajo el denominador común de la impunidad, denunció el Consejo de Ministras de la Mujer en Centroamérica (COMMCA).
"Ante esas muertes, seguimos escuchando las mismas respuestas: que se trata de ajustes de cuentas, problemas pasionales, pandillas y narcotráfico; sin embargo, jamás se ahonda en sus verdaderas causas", explicó Carolina Sierra, coordinadora de la organización.
Para la directora del Instituto Nacional de la Mujer de Panamá, Markela de Herrera, las principales causas del feminicidio también están en "el hábito, la cultura y la práctica de verlas como un objeto; de vivir en una sociedad machista donde el hombre cree que es dueño de las decisiones y la vida de ellas".
Esa institución considera urgente reaccionar ante el hecho de que los asesinatos de mujeres crecen más rápidamente que los de hombres en la región.
La directora ejecutiva del Centro Feminista de Información y Acción de Costa Rica, Ana Carcedo, ejemplificó al respecto con El Salvador, donde entre 2000 y 2006 los homicidios aumentaron en un 40 por ciento frente a un 111 por ciento en el género opuesto, tendencia similar en Guatemala y Honduras.
La violencia hacia el denominado sexo débil ha sido reconocida como un problema mundial de grandes dimensiones, el cual causa más muertes y daños a las mujeres de entre 15 y 44 años, que la malaria, el SIDA y la guerra.
Ese fenómeno impacta de forma significativa los hogares más humildes, en muchos de los cuales el panorama económico es particularmente sombrío pues el trabajo femenino es la única barrera que los separa de la indigencia.
Este sector de la población, uno de los más vulnerables, necesita con urgencia de la acción del estado, tanto en la provisión de seguridad como en la elaboración de políticas que lo cobijen de los avatares de la economía.
Las insuficientes políticas públicas encaminadas a reducir la desigualdad y la violencia de género conducen a la necesidad de visibilizar y lograr el reconocimiento público de estos problemas.
(*) La autora es periodista de la Redacción Centroamérica de Prensa Latina.
Fuente: Prensa Latina - arb/yea
La Habana, (PL) La violencia contra la mujer cobra cada año su cuota de sangre en todo el mundo, y Centroamérica no está exenta de este flagelo, principalmente en sus países más pobres.
De acuerdo con organizaciones humanitarias, las cifras más desalentadoras se concentran en el denominado Triángulo Norte Centroamericano (Honduras, El Salvador y Guatemala), donde hay elevados índices de pobreza y aumenta la acción del crimen organizado, el narcotráfico y la trata de personas.
En Honduras fueron asesinadas unas 250 féminas en lo que va de 2010, indican fuentes oficiales.
El pasado año, el país registró 325 crímenes contra el sector, mientras que en Guatemala se reportaron 546, en El Salvador 475, en Nicaragua 69, en Panamá 45 y en Costa Rica 34.
En esos países, empobrecidos por las políticas neoliberales, las guerras y los desastres de la naturaleza, las precarias condiciones de vida aparecen como el gran detonante de la violencia.
La inseguridad en el istmo va de la mano con los índices de miseria y sus consecuencias, como el analfabetismo, la carencia de servicios de educación y salud, así como la falta de empleo, entre otros males, consideran expertos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Honduras, con una pobreza que alcanza al 73 por ciento de su población, posee unos 36 mil pandilleros; El Salvador, que presenta una pobreza de 41.40 por ciento, le sigue con 30 mil; y Guatemala, con 47.40 por ciento de pobreza, tiene unos 14 mil mareros, según cálculos oficiales.
La mujer no escapa a la criminalidad causada por la delincuencia, las pandillas juveniles y los escuadrones de la muerte, que continúan actuando en la región pese a las políticas de mano dura.
Esa situación es más evidente en los últimos seis años, cuando los crímenes contra ellas se duplicaron bajo el denominador común de la impunidad, denunció el Consejo de Ministras de la Mujer en Centroamérica (COMMCA).
"Ante esas muertes, seguimos escuchando las mismas respuestas: que se trata de ajustes de cuentas, problemas pasionales, pandillas y narcotráfico; sin embargo, jamás se ahonda en sus verdaderas causas", explicó Carolina Sierra, coordinadora de la organización.
Para la directora del Instituto Nacional de la Mujer de Panamá, Markela de Herrera, las principales causas del feminicidio también están en "el hábito, la cultura y la práctica de verlas como un objeto; de vivir en una sociedad machista donde el hombre cree que es dueño de las decisiones y la vida de ellas".
Esa institución considera urgente reaccionar ante el hecho de que los asesinatos de mujeres crecen más rápidamente que los de hombres en la región.
La directora ejecutiva del Centro Feminista de Información y Acción de Costa Rica, Ana Carcedo, ejemplificó al respecto con El Salvador, donde entre 2000 y 2006 los homicidios aumentaron en un 40 por ciento frente a un 111 por ciento en el género opuesto, tendencia similar en Guatemala y Honduras.
La violencia hacia el denominado sexo débil ha sido reconocida como un problema mundial de grandes dimensiones, el cual causa más muertes y daños a las mujeres de entre 15 y 44 años, que la malaria, el SIDA y la guerra.
Ese fenómeno impacta de forma significativa los hogares más humildes, en muchos de los cuales el panorama económico es particularmente sombrío pues el trabajo femenino es la única barrera que los separa de la indigencia.
Este sector de la población, uno de los más vulnerables, necesita con urgencia de la acción del estado, tanto en la provisión de seguridad como en la elaboración de políticas que lo cobijen de los avatares de la economía.
Las insuficientes políticas públicas encaminadas a reducir la desigualdad y la violencia de género conducen a la necesidad de visibilizar y lograr el reconocimiento público de estos problemas.
(*) La autora es periodista de la Redacción Centroamérica de Prensa Latina.
Fuente: Prensa Latina - arb/yea
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