martes, 28 de septiembre de 2010

Medios de estupidización masiva

Efrén Falcón

“Para el crédulo todo es posible, para el mediocre todo está bien; por eso un país lleno de crédulos y mediocres,  no avizora buen futuro”: Indalecio Tuna

Da gusto leer y escuchar los medios de comunicación tradicionales del país. Si uno se toma la molestia de prestar atención, encontrará que todos ellos tratan con mucha propiedad los problemas que atraviesa nuestra nación. Pobreza, crisis económica, aludes, baches, cambio climático, criminalidad y corrupción; y hasta del sorprendente caso del fantasma burlón que votó en el hemiciclo. Parece que los medios, al unísono, se dedican a reflejar, denunciar y criticar la realidad nacional sin tapujos. No es fácil. Por eso es que los incautos se tragan la trama sin darse cuenta. El montaje está bien logrado.

Primero, lavan la cabeza a los periodistas que trabajan en el medio [radial, escrito o televisivo]; no siempre resulta, pero ellos saben que el hambre tiene más dientes que un tiburón, así que cuentan con que aunque algunos no estén de acuerdo con su “política” informativa, se meterán la conciencia donde menos estorbe y cumplirán con su “deber”. Por supuesto, no todos sucumben ante el temor y su propia inseguridad, y por eso, después del golpe de Estado, muchos periodistas fueron despedidos o prefirieron abandonar diferentes medios.

Luego, con su departamento de censura, camuflado con otro nombre [o metido dentro de otro departamento], ellos sutilmente sugieren a los jefes de redacción, directores de programas o simples periodistas, lo que debe salir al público, y lo que no. Es un proceso muy activo, y tremendamente desgastante, pero como el fin justifica los medios, vale la pena.

Una vez creado el ambiente propicio, hasta los que tenían dudas empiezan a creer que todo lo que pasa en el medio es normal. Hay premios especiales, empleados del mes, bonos, y hasta nuevas y mejores condiciones de trabajo para los que responden positivamente al proceso de adaptación, especialmente.

Por supuesto, no negaremos que mucha de la información que leemos, escuchamos o vemos, es verdadera. Cuando el hecho noticioso no afecta, ni directa ni indirectamente, los intereses de los capos del negocio y sus socios, todo fluye con normalidad. Por otro lado, los medios se dan a la tarea de echar flores para los personajes que les interesa proyectar, y arrojan sapos, lombrices y cucarachas, sobre los que quieren desacreditar; generalmente, faltando a la verdad.

Ahora, uno se asusta cuando se da cuenta de los salarios que reciben algunos periodistas. Nominalmente, gana mucho más un albañil o un soldador, sin demeritar su ardua e importante labor física, que ni siquiera debió cursar la educación media para cumplir con su oficio. Ese trato a los nuevos periodistas, es el perfecto aliciente para convertirlos en delincuentes. El chantaje, la extorsión y la venta de favores es la base sobre la cual muchos periodistas renombrados han construido su fama y su fortuna. Está tan desnaturalizado el medio periodístico, que ciertos medios le piden al mismo periodista que consiga publicidad, y  le ofrecen  un porcentaje de esos pagos para completar su salario.

La mezcla de publicidad --o dinero en general-- con periodismo, es una mezcla tremendamente peligrosa. La mediocridad y ausencia de ética imperante en el medio es una prueba inequívoca de ello.

Fíjese bien, ponga atención a quiénes son los principales anunciantes, de un programa radial o televisivo, o un medio escrito. Ahora, intente usted encontrar noticias, opiniones, comentarios o historias, que vayan en contra de esos anunciantes. Ponga atención. Si encuentra algo que contradiga esta idea, analícelo; probablemente será algo inocuo, una opinión suelta, o una ligereza que no se repetirá. A menos, que el anunciante para que el medio no pierda su imagen de defensor del pueblo, acepte cierto tipo de críticas [inevitables en realidad], pero imponiendo a la vez los límites que considera aceptables. Esa es la realidad, quien paga la música escoge la tonada. ¿No es eso sabiduría popular?

Deténgase a pensar. Hablemos de los medios tradicionalmente dominantes. Defienden, a ultranza,  los intereses económicos a que están adscritos, y han mostrado que la ética periodística, la veracidad  y el profesionalismo son fácilmente relegables  ante amenazas a  esos intereses [los demás medios no están lejos de esa verdad].  Según la verdad fabricada por estos medios, la resistencia que surgió el 29 de junio del 2009 no tiene apoyo popular, es cuestión de cabezas calientes, comunistoides, locos y vagos predispuestos al crimen. Para ellos, los gremios son grupúsculos de enemigos de la sociedad, y el de los maestros, cual vil ejemplo, es un tropel de haraganes que prefieren andar en la calle gritando consignas antes que trabajar. Según los medios adscritos al poder económico, Mel Zelaya es un ladrón vende patrias a quien sigue un grupo de gente permeada por la voluntad de Hugo Chávez y de Fidel Castro, de apenas unos cuantos miles. Según estos mismos medios, los terratenientes como Miguel Facussé, que es el más famoso, son hombres de bien que luchan por el bien común; y los campesinos, azuzados por conspiraciones desestabilizadoras extranjeras, merecen --como mínimo-- estar en la cárcel. Según estos medios, Micheletti Baín fue presidente de Honduras, y el cardenal Rodríguez imita a carta cabal la vida y enseñanzas de su líder: Jesucristo. Según esta gente, los vagos que manchan paredes y tiran piedras en las marchas atentan contra la propiedad privada y contra la vida de los ciudadanos, la armonía y la paz social; y la policía se llena de valor para agarrar a cachimbazos a gente indefensa. Según estos medios, y los voceros prepagados, Honduras ha cumplido, sobradamente, con lo que requiere la comunidad internacional para seguir mendigando, con mucha dignidad, en la comunidad internacional. Según estos medios, el gobierno fue popularmente electo con una avalancha sin precedentes de votos, y su único objetivo es la unidad y reconciliación nacional, porque la presencia de militares en puestos claves de la administración pública obedece exclusivamente a un afán de integración. Por eso, los grandes anunciantes, si son parte del Estado, son entes inmaculados y eficientes; y si son empresas privadas, son dignas y decentísimas, jamás descuidarían el bien común por cumplir con su cometido principal: la rentabilidad; y nunca abusan, nunca evaden el fisco, aman a la patria y a todo sus hijos, y darían todo por la paz y la democracia. «Como dice Les Luthiers, “de cada diez personas que miran televisión, cinco, son la mitad”, el que tenga ojos que vea». Amén.
 
Fuente: Vos el soberano

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