Tras la cumbre del SICA, el presidente salvadoreño refuerza su papel de satélite de Washington en la lucha de intereses que se libra en el continente.
Por Fernando de Dios
SAN SALVADOR –“Nicaragua no participó en esta reunión porque ya sabíamos que estaba encaminada y empujada por la política de los Estados Unidos".
Esta frase del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, en referencia a su ausencia y la de cualquier representante de su gobierno en la Cumbre Extraordinaria del Sistema de Integración Centroamericano (SICA) celebrada el martes 20 de julio en San Salvador, ilustra de manera reveladora el ambiente que desde hace tiempo se vive en el continente americano.
La pátina de la integración regional, que el presidente salvadoreño Mauricio Funes repitió hasta la saciedad durante la reunión, no pudo cubrir en su totalidad un contexto en el que Estados Unidos y los países del Sudamérica, y junto a éstos en gran medida México, mueven sus piezas en la lucha que libran por conservar su hegemonía y su ganar su soberanía, respectivamente.
En esa partida de ajedrez, el presidente salvadoreño parece haber tomado partido claramente por las fichas que mueve el gobierno de Estados Unidos, a cambio de lo cual recibirá jugosos créditos del Banco Mundial.
Son varias las cuestiones subyacentes a esta cumbre, en la que los presidentes centroamericanos estuvieron acompañados por el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick y el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, el colombiano Luis Alberto Moreno, señaladas por los analistas consultados por ContraPunto.
La cuestión de Honduras
Entre otras cosas, Daniel Ortega se refería con esa frase a la Declaración Especial sobre Honduras firmada por los asistentes a la cumbre del SICA, en la que se establece el regreso de ese país al seno del organismo centroamericano como “miembro de pleno derecho”, en palabras de Mauricio Funes.
También, ese documento firmado fuera de la Declaración Conjunta producto de la cumbre, como algo externo a la agenda oficial, solicita a los Estados integrantes de la Organización de Estados Americanos (OEA) que reincorporen a Honduras, también expulsado de este organismo tras el golpe de Estado de junio de 2009, “a la mayor brevedad posible”.
Daniel Ortega fue enfático en señalar que esta declaración especial no tiene validez por no haber sido producto del consenso de todos los países del SICA, y que el acuerdo tomado por los restantes gobernantes del área "es ridículo porque no abona a la integración y la unidad de los países centroamericanos".
“(En la cumbre del SICA) hay una intención muy política, y el punto central, a parte de lo que se dice, tal como yo lo veo, es la cuestión de Honduras” opina el sociólogo y politólogo salvadoreño Antonio Martínez Uribe.
El análisis del catedrático concluye que el principal objetivo de esta cumbre era presionar a Nicaragua, y con ello al resto de países latinoamericanos que no reconocen al gobierno de Porfirio Lobo, para restituir a Honduras su papel dentro de las organizaciones supranacionales.
“Se pretende aislar a Nicaragua para que reconozca a un presidente que consideran, junto con todos estos países latinoamericanos y México, que no es producto de elecciones legítimas y democráticas”, afirma Martínez Uribe.
La mayoría de los gobiernos de los países que forma la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), tales como Brasil, Venezuela, Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador o Paraguay y, por otra parte, gobiernos de la zona centroamericana y del Caribe como Nicaragua o Cuba, junto a México, aún no han reconocido al presidente de Honduras, Porfirio Lobo.
El economista Carlos J. Glower también considera que uno de los objetivos de esta cumbre, que califica como “eminentemente política”, era “incorporar a Honduras al concierto de naciones democráticas”.
Algo que, según Martínez Uribe supone “romper con el principio que nosotros creíamos de que los golpes militares habían desaparecido en nuestro continente. Honduras nos está diciendo que los militares están ahí y pueden ser actores para definir una situación”.
El contexto continental
Varios hechos hacen pensar a los analistas consultados por ContraPunto que el relanzamiento de la integración centroamericana, el mantra repetido una y otra vez por el presidente de El Salvador, Mauricio Funes, en la cumbre del SICA, es sólo una cortina tras la cual se esconden otros movimientos a nivel político que afectan no sólo a la región sino también a toda América Latina.
La presencia en esta cumbre del presidente del Banco Mundial, el estadounidense Robert Zoellick, dados los antecedentes de este organismo como catalizador a nivel mundial de las políticas neoliberales emanadas del llamado Consenso de Washington, también deja vislumbrar la alargada sombra de Estados Unidos en todo este proceso.
“A mí me llama mucho la atención que el presidente del Banco Mundial, que fue parte del equipo negociador del TLC (en referencia al Tratado de Libre Comercio firmado por Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana), como él mismo dijo, estuviera acá”, dice el profesor Martínez Uribe.
La aparición del presidente del Banco Mundial es algo que también le resulta llamativo a Carlos J Glower, quien, como conocedor de éste y otros organismos financieros internacionales, asegura que el Banco Mundial “es una institución política” y que su máximo responsable “responde directamente ante el gobierno de Estados Unidos”.
No es casual pues que Zoellick llegara a esta cumbre con su saco lleno de dólares para apadrinar el reingreso de Honduras al SICA y para dejar bien claro que Estados Unidos está bien presente en Centroamérica, según los analistas.
“Esta reunión es un movimiento en la partida de ajedrez contra Chávez”, dice Glower. Y en su opinión, en esa partida la dama que protege al rey estadounidense es Colombia.
El economista hace hincapié en la gran cantidad de capital procedente de ese país que se ha venido invirtiendo en Centroamérica, y en especial en El Salvador, el país de la dolarización.
“Banco Agrícola, que era el banco más importante de El Salvador, lo compraron los colombianos; TACA, la empresa más importante de El Salvador, la compraron los colombianos; la semana pasada, BAC, una entidad financiera regional, la compraron los colombianos (en referencia a la compra del banco BAC-Credomatic por parte del Grupo Aval)”, enumera Glower.
Ello, añadido al acuerdo entre los gobiernos de Colombia y Estados unidos para la implantación de siete bases militares norteamericanas en el país sudamericano, demuestra, según el analista, “cómo están queriendo envolver y jalar a Centroamérica”.
Por otra parte, a la vez que se celebraba la Cumbre Extraordinaria del SICA en San Salvador, en la ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra se producía una reunión preparatoria de los viceministros de defensa de Unasur, en la que se acordó la agenda para la IX Conferencia de Ministros de Defensa de ese organismo que se celebrará el próximo mes de noviembre.
Esta reunión, según informaron este miércoles las agencias de noticias sudamericanas, sirvió para seguir avanzando en una estrategia común de defensa de Unasur, muy pendiente de los movimientos militares norteamericanos, centrados en Colombia y últimamente también en Costa Rica.
El pasado 1 de julio, el Congreso costarricense autorizó la llegada de 46 buques artilleros, 200 helicópteros, 10 aviones, un portaviones y 7.000 soldados estadounidenses, aprovechando un convenio suscrito entre ambos países en 1998, que tenía el objetivo de incautar cargamentos de droga.
De ahí que, como explica el profesor Martínez Uribe, el proceso ya haya sobrepasado al presidente de Venezuela y al bloque de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA), y se haya extendido a todo el continente, donde el papel dominante del vecino del norte es cada vez menos protagónico.
Según Martínez Uribe, “la hegemonía de los Estados Unidos en el mundo, pero de manera particular en América Latina, está perdiendo fuerza, incluso los militares latinoamericanos ya no son los títeres del pasado”.
La emergencia de potencias en Sudamérica, principalmente Brasil, y el gran impulso que este gigante está dando a la integración dentro de Unasur es un cambio histórico en las sinergias que hasta ahora se han dado en el continente, pues tras tantas décadas de postración ante la potencia del norte, hoy estos países están alcanzo al fin su soberanía.
Se trata, según Martínez Uribe, de un “nuevo proceso de integración latinoamericana en el que incluso ya hay acuerdos en Puebla (México) de crear una organización regional latinoamericana, no para pelearse con los EEUU, sino para poner en el centro los intereses de América Latina”.
Quizá esa es la principal diferencia entre esa integración de Unasur, enfocada a independizarse y salir de la espiral histórica de la intervención de la potencia del norte, y la impulsada por Funes en el SICA, con el financiamiento del Banco Mundial, es decir, el dinero de las grandes potencias y especialmente de Estados Unidos.
Los movimientos militares de Estados Unidos en la región, la readmisión de Honduras en el seno del SICA y la propia cumbre celebrada el pasado martes en San Salvador con la presencia del presidente del Banco Mundial, “es una reacción de Washington hacia este proceso de integración latinoamericana, eso está clarísimo”, enfatiza Martínez Uribe.
La parabólica de Funes apunta a Washington
Si Colombia es la dama de Estados Unidos en esta partida de ajedrez, a la luz de lo visto en la reunión del SICA del pasado martes, y de la opinión de los analistas consultados por ContraPunto, puede decirse que El Salvador es una de sus torres.
El presidente Funes fue enfático al resaltar que la cumbre se había realizado gracias a que él la había convocado en su intervención ante la Asamblea General de Naciones Unidas en septiembre de 2009.
Allí, como en su discurso con ocasión de la Cumbre Unión Europea-América Latina acontecida el pasado mes de mayo en Madrid, Funes realizó una encendida defensa del proceso de integración centroamericano como una pretensión histórica que hoy más que nunca puede ser “beneficiosa para nuestros pueblos”.
Sin embargo, dado el interés mostrado por Estados Unidos en que esa integración centroamericana se produzca, los analistas ven sospechosa tanta insistencia en el marco de polarización que vive el continente. Parece que Funes, dicen, está tomando claramente partido por defender los intereses estadounidenses.
Y la contrapartida que obtendría Funes sería, en primer lugar, más préstamos internacionales para sus políticas internas.
“Le vienen a dar un espaldarazo a Funes. Ayer (por el lunes 19 de julio) se firman $230 millones, tres préstamos del BM para el gobierno de Funes. Y hay programados para el año siguiente y el subsiguiente $350 millones más”, señala el economista Carlos J. Glower.
Pero el analista señala otras razones que convergen para que esta reunión se haya producido en El Salvador.
Según Glower, “El Salvador es la vitrina del neoliberalismos. Es el único país que Estados Unidos puede decir que fue un éxito en su política exterior, se contuvo el comunismo, y además es el único país que lleva la corona del neoliberalismo, que es la dolarización”.
Otro aspecto más es, como dice el economísta, que “El Salvador, que siguió al pie de la letra los dictados del Consenso de Washington, los dictados del Banco Mundial, es el más postrado ahora. Por eso uno de los objetivos de esta cumbre con la presencia del BM es dar un espaldarazo a El Salvador”.
Si algo ha salido reforzado de la cumbre del SICA, aparte del proceso de integración centroamericana, es la relevancia en la región del presidente salvadoreño, continuamente elogiado por el presidente del Banco Mundial cada vez que tomaba la palabra.
Es algo que asombró al profesor Martínez Uribe mientras veía por televisión el discurso del estadounidense en la sesión plenaria de la cumbre.
“Me llamó mucho la atención cuando se abre la cámara y me doy cuenta de que es el presidente Funes el que está a la par del señor Zoellick, y que éste se lucía como muy adulador, resaltando su figura. Era evidente que había ahí una cierta intención de levantar la figura del presidente Funes”, relata el analista.
Sin embargo, Martínez Uribe no entiende como algo beneficioso para el presidente salvadoreño este papel de satélite del gobierno estadounidense, pues la experiencia dice que no es algo de lo que los y las salvadoreñas vayan a obtener beneficios.
“En la medida que ese proceso que pretende liderar el Presidente Funes se identifique como algo que va a favor de los intereses norteamericanos, ese proceso va a fracasar, porque no nos conviene. En materia de migración, de pobreza, de comercio... ya está probado que no nos conviene”, expresa Martínez Uribe.
Fuente: contrapunto.com.sv - Vos el soberano
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