La propuesta del régimen de Porfirio Lobo Sosa tiene en su interior todos los dinamismos desestabilizadores presentes en el golpe de Estado del 28 de junio del año 2009. En lugar de ruptura hay continuidad, por mucho que se quiera hacer ver lo contrario, o del desmarcaje que el gobernante se esfuerza en establecer en relación con el régimen golpista que culminó el 27 de enero del 2010.
Los signos apuntan a mayor inestabilidad. Hoy más que nunca, el poder del Estado ha dejado de residir en Casa Presidencial, y la reducida cuota reservada para el Ejecutivo no llega a ser suficiente para negociar decisiones políticas fundamentales del país. El deslizamiento del poder en Honduras resulta evidente. El Estado más que ser concentrador, es referente o argumento de un poder que se ha deslizado hacia otros escenarios.
En el momento más agudo del conflicto en la región del Aguán, por ejemplo, empresarios como Miguel Facussé logró que el Estado desplazara miles de efectivos militares del ejército, la fuerza naval, e incluso de la fuerza aérea, y de la policía hacia allí el Aguán para hacer sentir quién tiene el poder al momento de las negociaciones entre los agroindustriales y las organizaciones campesinas.
El principal poder en el país reside, como bien se sabe, en sectores empresariales y políticos, y el mismo lo ejercen a través de mecanismos e instancias no formales, y usan el Estado como factor o argumento para hacer sentir el peso de su poder sobre los sectores subalternos de la sociedad. Dicho de otra manera: las principales decisiones políticas y económicas que actualmente se implementan en el país no pasan necesariamente por los partidos políticos o los gremios empresariales ni menos por las instancias oficiales del Estado.
Un golpe decisivo del golpe de Estado fue haber reducido a escombros una institucionalidad que ya estaba en situación precaria, y consiguientemente, haber dado carta de ciudadanía para que el puñado de familias que se sienten propietarias de Honduras, hagan sentir su poder y sus decisiones, unas veces a través de las instituciones del Estado, otras veces a través de sus propias instancias gremiales, y muchas otras veces a través de dos factores que en la actual inestabilidad política y social resultan convincentes: la violencia y la muerte.
Llegamos ya a un estado de ingobernabilidad, y los datos actuales de esta violencia son lamentablemente apenas pequeños adelantos de lo que se nos vendría en caso de seguir por la actual ruta de destrucción. El modelo sostenido sobre un reducido grupo de familias acaudaladas, no sólo no puede resolver el asunto fundamental de la desigualdad y de ingobernabilidad, sino que en el actual contexto sólo se sostiene a costa de trampas y produciendo insaciablemente más violencia e inequidad. Es una obligación absoluta salvar al país a través de otro camino que deje de sostenerse sobre esas reducidas familias, y que se abra a la participación activa de todos los sectores sociales.
Nuestra palabra, Editorial Radio Progreso, 23 de junio 2010
Fuente: Radio Progreso - Vos el soberano
Los signos apuntan a mayor inestabilidad. Hoy más que nunca, el poder del Estado ha dejado de residir en Casa Presidencial, y la reducida cuota reservada para el Ejecutivo no llega a ser suficiente para negociar decisiones políticas fundamentales del país. El deslizamiento del poder en Honduras resulta evidente. El Estado más que ser concentrador, es referente o argumento de un poder que se ha deslizado hacia otros escenarios.
En el momento más agudo del conflicto en la región del Aguán, por ejemplo, empresarios como Miguel Facussé logró que el Estado desplazara miles de efectivos militares del ejército, la fuerza naval, e incluso de la fuerza aérea, y de la policía hacia allí el Aguán para hacer sentir quién tiene el poder al momento de las negociaciones entre los agroindustriales y las organizaciones campesinas.
El principal poder en el país reside, como bien se sabe, en sectores empresariales y políticos, y el mismo lo ejercen a través de mecanismos e instancias no formales, y usan el Estado como factor o argumento para hacer sentir el peso de su poder sobre los sectores subalternos de la sociedad. Dicho de otra manera: las principales decisiones políticas y económicas que actualmente se implementan en el país no pasan necesariamente por los partidos políticos o los gremios empresariales ni menos por las instancias oficiales del Estado.
Un golpe decisivo del golpe de Estado fue haber reducido a escombros una institucionalidad que ya estaba en situación precaria, y consiguientemente, haber dado carta de ciudadanía para que el puñado de familias que se sienten propietarias de Honduras, hagan sentir su poder y sus decisiones, unas veces a través de las instituciones del Estado, otras veces a través de sus propias instancias gremiales, y muchas otras veces a través de dos factores que en la actual inestabilidad política y social resultan convincentes: la violencia y la muerte.
Llegamos ya a un estado de ingobernabilidad, y los datos actuales de esta violencia son lamentablemente apenas pequeños adelantos de lo que se nos vendría en caso de seguir por la actual ruta de destrucción. El modelo sostenido sobre un reducido grupo de familias acaudaladas, no sólo no puede resolver el asunto fundamental de la desigualdad y de ingobernabilidad, sino que en el actual contexto sólo se sostiene a costa de trampas y produciendo insaciablemente más violencia e inequidad. Es una obligación absoluta salvar al país a través de otro camino que deje de sostenerse sobre esas reducidas familias, y que se abra a la participación activa de todos los sectores sociales.
Nuestra palabra, Editorial Radio Progreso, 23 de junio 2010
Fuente: Radio Progreso - Vos el soberano
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