Gustavo Zelaya
Podría ser que para muchas personas después del 28 de junio de 2009 solamente han pasado unos cuantos y rutinarios días, alguna baja en la venta de los negocios, la cancelación de la visa de entrada a los Estados Unidos, uno que otro suceso importante o la simple “cosa” de Pepe Lobo. Puras banalidades. Pero muchos más sufrieron la pérdida de hijos, hijas, familiares, alrededor de 160 de ellos fueron asesinados y miles recibieron palizas y son atropellados en sus derechos, cientos se han visto obligados a emigrar para ponerse a salvo junto a sus parientes más cercanos; otros fueron censurados y amenazados por dar a conocer la información alejada de la verdad oficial. Del mismo modo, gran número de hondureños y hondureños siguen siendo perseguidos y amenazados por mantenerse en resistencia contra el golpe de estado. Desde entonces ha transcurrido un año y la historia nacional ya no se ve tan monótona ni lenta.
Muchas nociones y categorías presentes en nuestro pensamiento se modificaron radicalmente y han asomado símbolos diferentes en la identidad, otros significados de la libertad y la solidaridad, importantes grupos sociales que intentan alejarse de las formas patriarcales de dominio y de la marginalidad producida por el sistema social se tornaron visibles. Se puede hablar de otros elementos en la conciencia que toma en cuenta el agua, la tierra, el afecto, la cordialidad y la necesidad de cambiar los perjuicios provocados a la cultura y a los que formamos parte de esta sociedad llamada Honduras; nuevos elementos de la conciencia humana que procuran ser parte de la lucha por frenar los daños a nuestra existencia individual y colectiva, hasta llegar a modificar los procesos sociales y la necesidad de desmantelar la capacidad destructiva del sistema vigente. Esos momentos novedosos muestran también la complejidad de sujetos sociales de modo que se ha puesto en duda la existencia del sujeto único y de jerarquías que nos han hablado de lo superior y lo inferior, del sujeto masculino y a la mujer como objeto de análisis desde una perspectiva parcial, patriarcal, que nos forjaron ideas de una mujer dependiente y con estrictos deberes sexuales referidos a la maternidad. Es probable que esos papeles estén siendo cuestionados, al menos medianamente discutidos en el seno de la lucha popular. Esto es importante, teniendo en cuenta que la tradición nos ha hecho creer en una identidad fija, rígida, religiosa, folclórica, futbolera, y que en momentos de crisis, sólo se trata de rescatar los valores de la concordia social que han sido establecidos desde tiempos remotos. El sólo hecho de afirmar y suponer que hay una identidad y una serie de valores implica la creencia de que no hay forma alguna de criticar al sistema, que no hay opciones y que los procesos se controlan gracias al poder.
La fundación del Frente Nacional de Resistencia Popular ha sido determinante para minar viejas formas de pensamiento tradicional, autoritario, oficial, que aseguraban que quien no se adhiera a la identidad nacional debe ser expulsado del sistema, porque disiente y piensa por cuenta propia. Es el sistema que cancela la diferencia, que solo acepta el pensamiento único, y a los no integrados son vistos como renegados y desechables. Ese sistema contiene actores que destacan por su fanatismo en la defensa de la vida humana y por un fundamentalismo utilizado como recurso de relaciones públicas para encubrir personalidades demenciales que clasifican eventos y personas en grupos opuestos, blanco y negro, cristianos y ateos, menospreciando las diferencias sociales y al desarrollo de las comunidades. Esa es una de las herencias del golpe de estado que sacó a flote a organizaciones fundamentalistas como Opus Dei y fascistas como UCD.
Este primer aniversario es la prueba que la prensa golpista no puede obviar, esa prensa que enaltece lo banal y oculta conscientemente los hechos que no deben ser noticias porque son inconvenientes y poco elegantes para la oligarquía. Ha sido notorio que frente o atrás de las instalaciones físicas de los medios que facilitaron el golpe de estado, El Heraldo, La Tribuna, Televicentro, Emisoras Unidas, Audio Video, Radio Cadena de Noticias, pasaban las marchas de la Resistencia, se les reprimía y atropellaba, y eso no era un hecho noticioso, escondían y silenciaban las arbitrariedades contra el pueblo. De todos modos, decían, sólo eran cuatro vagos enmascarados, tan insignificantes que no debían ser mencionados por ningún motivo.
Toda esa conjura promovida por los empresarios de la comunicación y con la entusiasta complicidad de sus periodistas, que ocultaba los atropellos y la violación a los derechos individuales y colectivos, que justificaba el golpe de estado y lo disfrazaba con la ficción de la sucesión presidencial, por omisión participó en una serie de “pequeños” actos de corrupción como ser: el robo de 62 mil mochilas y sus respectivos equipamientos para los niños de las escuelas públicas, el ministro de educación se llamaba Santos Elio Sosa; el saqueo de 1,400 millones de lempiras de la ENEE, en tiempos del golpe de estado dirigidas por Jacobo Dacosta, fueron reportadas como ganancia de la empresa y que el actual gerente, Roberto Martínez Lozano, informó que sólo se encontraron 50 millones; 3 millones robados del presupuesto del INAM, dirigido por la distinguida dama María Martha Díaz; 60 millones que los golpistas dicen que encontraron en la casa presidencial el mismo día del golpe de estado; pérdidas para el estado por alrededor de 35 millones de dólares por la concesión de la represa de Nacaome; se esfumaron cerca de 23 millones de lempiras en la excavación de pozos por una supuesta falta de agua en la capital; compras de emergencia de granadas lacrimógenas, tanquetas, asesoramiento policial y militar para reprimir al pueblo en resistencia, por montos no conocidos y siendo ministros de seguridad y defensa los honorables caballeros Jorge Rodas Gamero y Adolfo Sevilla; 30 mil computadoras para uso escolar de las que se ignora su destino; el pago de medidas de seguridad de por vida para más de 120 funcionarios golpistas y toda la parentela incluida. Esa es apenas una muestra muy reducida de pequeños actos que forman parte de la gigantesca y sanguinaria corrupción que es el golpe de estado del 28 de junio, bendecida y santificada por la distinguida jerarquía religiosa encabezada por cardenales y pastores, caballeros de gran prestigio social.
Aquí estoy utilizando el recurso de Groucho Marx que, puesto frente a un auditorio, les dice: perdonen que les diga damas o caballeros distinguidos, pero es que no los conozco. Del mismo modo, otros individuos, como los mencionados por Groucho, se quitaron la máscara y se escandalizaron por la quema de un edificio de comidas chatarra o por las expresiones erróneas de de David Romero al hablar del antijudaismo en vez del antisionismo. Era Hugo Llorens, representante del imperio gringo, indignado y presto a llorar, a quien no le inquietan 200 mil civiles muertos por bombardeos atómicos en Japón durante la segunda guerra mundial, ni que se lancen bombas “inteligentes” en Gaza que sólo afectan a poblados civiles y a personas desarmadas y se declaran incapaces de revertir el golpe de estado del 28 de junio. Pero era más grave la actitud verbal del periodista que estaba siendo reprimido en su centro de trabajo. Como tampoco le provoca molestia alguna el obsceno y criminal bloqueo contra Cuba que ha hecho más lento el desarrollo de esa ejemplar isla. Otro de los caballeros en cuestión, uno de los cómplices más íntimos del cardemal, dedicado a coleccionar serpientes vivas y plumas estilográficas, Juan José Pineda, se embarró hasta el cuello en la basura golpista y al igual que su rival en la jerarquía católica, Darwin Andino, públicamente expresaron que no comprendían las razones que tenía la Resistencia para rechazar el golpe de estado, cuando apenas eran cuatro o seis muertos; la iglesia “experta en humanidad” a través de esos individuos, daba a conocer cuál es el verdadero valor que le da a la vida humana, que acepta que en ciertas situaciones puede irrespetarse y, sin pudor alguno, corrían alegremente a prestarles el púlpito, a recibir obsequios y palmaditas de los golpistas más visibles: Ricardo Álvarez, Romeo Vásquez y Roberto Micheletti. Temibles Caballeros de la misma estirpe despreciada por Groucho.
Todos esos momentos y esos individuos ayudaron a poner en duda los viejos modelos de valores trasmitidos y aceptados sin crítica alguna gracias a la capacidad deformante del sistema educativo. Pero también sirvieron para demostrar que los valores morales se forjan en la calle y que no dependen de las elites económicas o religiosas, que otros valores como los del trabajo y los estéticos estaban emergiendo con gran fuerza a pesar del poder de esta sociedad interesada en reducir costos, en maximizar ganancias y totalmente alejada de la formación humanista de hombres y mujeres. Esa capacidad popular de modificar, alterar y crear nuevos valores tuvo como detonante el papel desempeñado por la Resistencia Nacional.
Es importante señalar que en nuestra sociedad, en donde existen clases y grupos sociales bien diferenciados, el más violento está formado por la mara golpista, una fusión empresarial-política-religiosa-militar, dotada de una serie de signos externos de mucho precio pero no necesariamente valiosos, como el vestir elegante, lenguaje vulgar, bravucones, racionalmente limitados, que han convertido los centros comerciales con sus supermercados y sus restaurantes de comida chatarra, en sus centros de cultura y en espacios de formación de valores; por mucho tiempo ignorando la existencia del barrio marginado y viendo con recelo a los pobres que piden algo en la esquina del boulevard, y dispuestos a participar en actividades de beneficencia o en el show de la teletón. En la foto se muestran decorosamente compasivos pero sin soltar el garrote y con la crueldad prudentemente guardada. De esa misma mara 28 forman parte políticos golpistas, fanáticos religiosos, portadores de leyes eternas y de fusiles para aplastar a los que cuestionan su concepción del orden social. Son los mismos que se inclinan presurosos frente al imperio y se disponen a entregar recursos naturales y firmar convenios de seguridad en nombre de una supuesta defensa de la democracia. Todos ellos, empresarios, políticos, religiosos y militares golpistas, tan impenetrables respecto a las ideas diferentes e intransigentes frente al argumento bien fundado, son responsables de asesinatos, del despilfarro de recursos naturales, de la entrega a los intereses norteamericanos y de la corrupción como procedimiento normal en todo el sistema judicial.
A pesar del sufrimiento provocado en muchas familias por los asesinatos perpetrados por los golpistas y de las duras condiciones de vida en que sobreviven muchas hondureñas y hondureños a raíz del 28 de junio, esas lágrimas derramadas, tanto dolor infringido y esa rabia provocada, exponen claramente una de las potenciales tareas del movimiento social: la reorganización, depuración y posible abolición de los cuerpos de seguridad del estado, y, sobre todo, ha sido uno de los puntales en la formación del movimiento social más importante desde la huelga de 1954, el Frente Nacional de Resistencia Popular. Aquí es donde se encarna el futuro y la utopía que nos puede enseñar a transitar en pos de una sociedad justa, democrática y que nos aleje del capitalismo neoliberal.
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