lunes, 12 de abril de 2010

Réquiem por la Unión Cívica Democrática


Víctor Manuel Ramos


Hay, a nivel de los viejos aduladores de la tiranía micheletista, un hondo pesar, que solo puede caracterizarse con la pesadumbre que inspiran el Réquiem de Mozart, la Misa Solemne de Beethoven o el Guernica de Picasso. La razón: la prematura e irremediable muerte de la UCD. Algunos extrañan su ausencia en el que hacer político nacional, otros, más optimistas, claman al cielo, a moco tendido, “que no muera”. Sin embargo se trata de un mortinato, de un engendro sin pies ni cabeza y, por tanto, an encefalico. Surgió, para una vida fugaz, con motivo del golpe de Estado militar del 28 de junio pasado, del vientre de la oligarquía hondureña, que veía una amenaza a sus mezquinos intereses, en las acciones de Zelaya encaminadas a da participación al pueblo en el ejercicio de la democracia, mediante la realización de una encuesta, en la que los hondureños opinarían si deseaban una cuarta urna, durante el proceso electoral, para decidir si se
convocaba o no a una Asamblea Nacional Constituyente, que redactara una nueva Constitución, m[as identificada con las grandes aspiraciones populares de desarrollo y bienestar social.
Ese engendro fue bautizado con el nombre de Unión Cívica Democrática, y se le conoció, mas popularmente, como los camisetas blancas, por el atuendo con que se vestían cuando salían, tras recibir la convocatoria de sus jefazos, desde la sede de la Presidencia, para apoyar el golpe de Estado militar y sus consecuencias desastrosas para Honduras y los hondureños. Estas candorosas almas, también blancas por sus inocentes actuaciones, dizque en defensa de la democracia y de la libertad, seriamente dañadas por el proyecto zelayista y chavista, se movían al son que tocaban las monedas, si, las pocas monedas que los dirigentes golpistas se permitían lanzar al aire para, de esta suerte, justificar las sumas millonarias que recibían para aupar este santísimo ejercicio del civismo y la dignidad patriótica en pro de un gobierno laico de mentirijillas, pero pro-teo, en verdad, sometido a cardenales y pastores para lograr las indulgencias por sus
pecados en contra de la patria y sus habitantes.
Digo candorosos porque, a pesar de su llanto inconsolable, algunos periodistas y politólogos (vaya a saber UD., en que Universidad se extiende el titulo de politólogo), no dejan de reconocer que, entre los blancos, hubo algunos personajes oportunistas, políticos conservadores y empresarios inescrupulosos que se infiltraron y pretendieron convertir, a esta sacrosanta hermandad, en escalera con la cual consolidaron sus finanzas y adquirieron canonjías y prebendas. Estos eran los arcángeles que concibieron la criatura y comandaron a los plebeyos, sin alas, por las soleadas calles de Tegucigalpa, enviados so pena de perder sus empleos por los patrones oligárquicos, gritando consignas en contra de sus propios intereses de connacionales sumidos en la miseria y tristemente engañados y utilizados.
Tal organización, concebida sobre bases teóricas endebles, con la pretensión de reclutar a la chusma (axial les llaman) para que se opusiera a sus propias reivindicaciones, no alcanzo a dar el primer grito de los recién nacidos; la asfixió la falta del oxigeno de una teoría de renovación nacional y la atosigó el bióxido de carbono de la desorganización interna, la falta de liderazgo activo y visionario y por las pugnas personales, entre quienes competían por quedar con la mejor tajada, arrancada al presupuesto nacional, dejando, como siempre, a los de abajo, vestiditos de blanco, pero con las manos, de miserables, extendidas para recibir un mendrugo o una cuantas monedas que apenas llegarían a paliar el hambre del momento. Todo esto lo dicen sus mismos periodistas y politólogos.
¿Qué le queda pues a esta organización? Morir, irremediablemente, aunque pienso yo que desde hace mucho es un cadáver, cuya autopsia ha revelado la causa del óbito: la perversidad de sus dirigentes que fueron por plata y la consiguieron, mientras decían amar a la patria y apoyaban un golpe de Estado militar, realizado, solo, solamente, para impedir que el pueblo hondureño, como se hace en una autentica democracia, decidiera en las urnas, su propio destino.
Y este pueblo, soliviantado desde el 28 de junio, protestando en las calles sin un DIA de descanso, si ha dado muestras de dignidad y orgullo nacional, y le ha advertido, a quienes nos desgobiernan con el apoyo de los fusiles y los garrotes, que, a pesar de la represión, ama a este desventurado (desventurado por las desventuras que le han propiciado los politiqueros, los cardenales, los pastores, los militares y los empresarios de la UCD) pedazo de tierra que alberga a nuestros ombligos.

Fuente: voselsoberano.com



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