lunes, 1 de marzo de 2010

Chile para Honduras

Roberto Quesada

“Desgraciado el país que necesita héroes”.--Bertolt Brecht.

En esta ocasión podría pensarse que lo correcto sería Honduras para Chile, debido al terremoto que acaba de sacudir este bello país. No obstante Honduras ya se ha solidarizado con Chile, pese a que aún estamos viviendo las secuelas del superterremoto golpista que acabó hasta con las arcas de la nación. Esto demuestra que da no el que tiene sino el que quiere.

Pero no, no es esa la idea de la expresión “Chile para Honduras”, ni tampoco es el coloquio eso de darle pique (causar envidia) o enchilar al otro sino cómo Chile puede ser un gran ejemplo para Honduras. Chile vivió (padeció) la sangrienta dictadura pinochetista, de la cual todavía queda dolor en tanta gente, aún hay desaparecidos y muchos traumados y con diferentes problemas a causa de la dictadura militar que asesinó (no obstante que se suicidó) al presidente constitucional Salvador Allende.

En Europa y en los Estados Unidos tuve la oportunidad de conocer a tantos y tantas exiliados chilenos. Algunos con serios problemas psicológicos, otros con deseos de volver a su Chile querido y otros convencidos de no volver nunca más. Acompañados de la poesía de Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro o Nicanor Parra, auxiliados con las canciones de Violeta Parra, Víctor Jara. Muchos pasaron la dureza del destierro: hambre, carencia de trabajo, discriminación. En España, por ejemplo, les llamaban a los exiliados latinoamericanos despectivamente “los sudakas”. Además, me contaba el poeta Rigoberto Paredes, que parodiaban una canción de Violeta Parra que originalmente dice: “Gracias a la vida/ que me ha dado tanto/Me ha dado la risa y me ha dado el llanto”. En su forma insultante: “Gracias a la Junta/ que me ha dado tanto/ me ha dado el exilio con todo su encanto”.

El Régimen Militar, encabezado por el tristemente célebre Augusto Pinochet, comenzó el 11 de septiembre de 1973, cuando los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas dieron un golpe de Estado y derrocaron al gobierno del presidente Salvador Allende, hasta el 11 de marzo de 1990, cuando Pinochet entregó el poder al presidente Aylwin, elegido en las elecciones de diciembre de 1989, como consecuencia del resultado del plebiscito del 5 de octubre de 1988. Desde entonces hasta la fecha Chile ha tenido elecciones democráticas y que uno sepa no ha habido amenazas de que se repita la oscura historia del golpe de Estado militar.

A partir de entonces muchas chilenas y chilenos han regresado a Chile, entre ellos Alejandro Stuart, alias Casagrande, personaje de mi novela Big Banana y cantautor, entre sus composiciones sobresale Ramona, interpretada por la cantante mexicana Amparo Ochoa (www.youtube.com) . Otros, como Víctor Toro y Nieves Aires, han hecho del exilio su casa y ya no podrían vivir en un lugar que no fuera el Bronx, en donde tienen La Peña del Bronx. Así cambian la vida de tantos y tantos seres humanos algunos civiles sedientos de poder confabulados con los señores de las armas. Los chilenos saben, por experiencia, que es más fácil sobreponerse a una tragedia natural que a una dictadura militar.

Después de la dictadura militar Chile ha experimentado varios gobiernos democráticos, casi siempre con tendencia socialista, la más reciente de ellas Michelle Bachelet. Esta vez ella será relevada el próximo once de marzo por el derechista Sebastián Piñera y todo esto ha pasado sin que se dispare una tan sola bala (ni siquiera de goma), lo que es un digno ejemplo de imitar. Si en Honduras los oponentes a la cuarta urna en vez de asestar un golpe de Estado militar hubiesen lubricado su maquinaria para ganar almas y votos, es probable que el “no” hubiera ganado, pero a algunos políticamente correctos el miedo infundido los llevó a acoplarse con quienes al final resultaron ser una cuadrilla de asaltantes. Y los resultados son tan obvios que ya no vale la pena ni enumerarlos.

Inmediatamente después de que la derecha triunfara en Chile, el periodista salvadoreño radicado en Boston, Lindolfo Carballo, entrevistó en Nuestras Voces Radio a Francisco Jeffs, militante del partido socialista chileno, miembro de la coalición de centro izquierda que perdió las elecciones el 17 de enero de 2010.

En esta entrevista Jeffs acepta que ha habido un desgaste de la izquierda chilena, que no hubo la motivación necesaria para el voto indeciso y que trabajaron mejor la campaña los de Piñera. Estando las cosas así este dirigente de la ahora oposición dice que lo que les queda es conversar con el presidente Piñera para que no retroceda en los logros obtenidos por la clase trabajadora como lo es el salario mínimo. No ha llegado aún Sebastián Piñera al Palacio de La Moneda y ya la izquierda está pensando en conversar con él para negociar sus derechos. Este es otro ejemplo de la madurez de ambas partes en la política chilena.

Otro ejemplo reciente es con lo del terremoto, ante la solidaridad mundial han dicho que gracias pero de momento ellos pueden enfrentar la situación. En cambio otros países no han terminado de evaluar la catástrofe, cuando en nombre del pueblo algunos/as estiran la mano para luego encogerla escondiéndola en sus bolsillos.
Cuento todo lo anterior porque un amigo gay hondureño, Carlos Méndez, me reclama por el hecho de que soy partidario del diálogo, incluso me recuerda de que yo estuve en contra de las elecciones. Y es cierto, no me pareció que se celebraran elecciones con un presidente hacinado en la embajada brasileña y un aspirante a dictador usurpando la casa de gobierno. Creo que al mismo presidente Pepe Lobo le hubiese gustado ganar la presidencia en otras condiciones, democráticas y con auténtico sentido festivo. No obstante el panorama real es otro, existe un presidente que no fue quien dio el golpe de Estado militar, existe el Frente de Resistencia Nacional Popular y, sobre todo, existe la posibilidad de deponer las actitudes extremistas y darle oportunidad al diálogo para que el país se recupere de la catástrofe golpista.

No creo que la negativa de algunos dirigentes de la resistencia al diálogo, ni que algunos autoproclamados líderes de la resistencia refugiados tras un micrófono o una computadora dedicados a la inquisición (Nestoris Herectus Pravitatis Sanctum Officium) las 24 horas contra sus otrora compañeros de lucha, como lo hacen contra Esequías Doblado, César Ham o Marvin Ponce, abonen mucho a encontrar una salida negociada para que Honduras no sucumba del todo y se ahogue en su propio nombre.

Roberto Quesada: Premio Periodístico Jacobo Cárcamo 2009 e hijo predilecto de La Ceiba, 2009. Escritor y diplomático hondureño, autor de varios libros, entre los que destacan El desertor (1985), Big Banana (Seix Barral), Nunca entres por Miami (Mondadori), Los barcos (Baktún), La novela del milenio pasado (Tropismos, Salamanca). El humano y la diosa (Premio de Literatura del Instituto Latinoamericano de Escritores, USA). Actualmente su novela Big Banana es traducida al italiano y trabaja en una nueva novela.

Fuente: tiempo.hn
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