domingo, 17 de enero de 2010

Renán Fajardo, símbolo de la lucha contra la barbarie

Anarella Vélez

Árbol de tanta esperanza, naciste en medio del sol. Tu fruto madura y canta.
VÍCTOR JARA


Los daños reales que ha sufrido la sociedad hondureña tras el golpe de Estado del 28 de junio son muchos y muy difíciles de relatar. Sin embargo, la prueba más contundente de la vileza, la brutalidad e irracionalidad con la que se ha cometido este crimen contra la débil democracia hondureña y el modo cómo se ha consolidado la dictadura, a costa de la vida de sus mejores hijos.

Renán Fajardo Argueta, (1987-2009), asesinado brutalmente el 22 de noviembre pasado, estudió arte en la ENBA y arquitectura en el CEDAC. Ahí le conocí, en las aulas; fue mi estudiante en la clase de Historia del Arte. Destacaba por su disposición permanente a la búsqueda de un lenguaje artístico propio, siempre en permanente experimentación y en esa vital exploración no temía a los conflictos. El riesgo se reflejaba en sus propuestas de proyectos de diseño arquitectónico, en su pintura y la fotografía.

El crimen cometido –muerte todos vinculan a su lucha en la Resistencia- contra este creador al que sólo se le podía acusar por su formidable talento y sensibilidad, es inexcusable. Joven artista que no buscó más que volver coherente su obra con la vida. Su visión del mundo con el arte. Su percepción de la injusticia, del desequilibrio social, de las desigualdades, los privilegios de los poderosos y las inequidades que vive el pueblo lo arrastró a su lucha en contra de la ruptura del orden constitucional que –él lo entendió muy bien- busca detener los progresos sociales de nuestra nación.

Fajardo Argueta se identificó con la propuesta política del Presidente Zelaya. Lo decía abiertamente, con la fuerza de su juventud: se hermanó con la democracia, con la verdadera, con la democracia de éste tiempo, con la democracia participativa. Su compromiso pleno con la lucha de su pueblo por el retorno al orden de derecho le costó la vida. Su muerte es el espejo vivo del desafecto de la dictadura contra la inteligencia y la pasión por la estética.

Pero existen, pese a todo, algunas lecciones que convendría extraer de este brutal asesinato. La primera es que el régimen de facto ha creado un ambiente propicio para que las fuerzas más obscuras que operan al interior de las instituciones de “seguridad” y el Ejército junto a organismos paramilitares, pongan en ejecución un plan para destruir el espíritu de oposición que anida entre los jóvenes organizados en la Resistencia. Desde ya se escuchan las voces de los resistentes, que les gritan al unísono que no tendrán éxito y es irreprimible.

La segunda lección tiene que ver con el grado de implicación que corresponde a los poderes públicos en la investigación y castigo de los culpables de este hecho. Sean quienes sean, la Fiscalía de Derechos Humanos, La DGIC o los tribunales devienen obligados a poner fin a la impunidad. Cabe decir, establecer, remarcar, que la sociedad hondureña demanda justicia. Se entiende que estas instituciones deben actuar de conformidad con su esencia institucional, responder al mandato constitucional de velar por el derecho de las/os hondureños a la verdad y el respeto a los derechos humanos.

La vida de este artista representa de manera irrebatible a los mejores hondureñas/os inmersos en la construcción de una Honduras en la que impere el bien común sobre el egoísmo de unos pocos. Renán le apostó con su propia vida a una sociedad más justa, y se encuentre y castigue o no alguna vez a sus asesinos, lo cierto es que Fajardo seguirá siendo, para siempre, un símbolo para nuestro pueblo en lucha contra la barbarie.


gloriaavelos@gmail.com
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Fuente: tiempo.hn - Vos el soberano

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