domingo, 4 de octubre de 2009

Un tercero en discordia que sabe mucho pero entiende poco

Entrevista con Ángel Edmundo Orellana, ex ministro de Defensa de Manuel Zelaya
“Le dije al presidente que no metiera a las Fuerzas Armadas y él insistió”

Renunció cuatro días antes del golpe de Estado porque el presidente insistió en involucrar a los militares en su plan de consulta sobre la posibilidad de una Constituyente. Este abogado, que fue fiscal general de Honduras, dice estar convencido de que no había ilegalidad en el proyecto de Manuel Zelaya, pero con un fallo desfavorable de la Corte Suprema, había que detenerse. Sin embargo, el presidente no le escuchó y con su estilo de gobernar confrontativo había aglutinado suficientes anticuerpos como para que al destituir al jefe del Estado Mayor se le viniera encima la conspiración que lo sacó del poder el 28 de junio.

Ricardo Vaquerano
cartas@elfaro.net

Conoce a Manuel Zelaya desde la infancia, pues ambos crecieron en Olancho, ese departamento del nororiente de Honduras. Antes de ser ministro de Defensa lo fue de Relaciones Exteriores y de Gobernación. Ahora es diputado del Partido Liberal -el mismo de Zelaya y Roberto Micheletti- en un Congreso al que pensaba no volver hasta cuando se restituyera el orden constitucional. Sin embargo, volvió el lunes pasado, pensando en la posibilidad de botar el decreto de suspensión de garantías constitucionales del régimen michelettista. Después de tres meses de crisis, a Honduras solo le queda una salida, dice: la restitución de Zelaya. No porque eso devolvería la tranquilidad al país, sino porque no podría haberla sin ese paso, que en realidad solo sería el inicio de la reconstrucción de la nación en armonía.

En esta entrevista, realizada el lunes pasado en Tegucigalpa, Orellana analiza los factores que construyeron la caída de Zelaya. Valora el factor del miedo a Chávez -“A Mel no lo maneja nadie”-, el carácter del gobernante de facto Roberto Micheletti -“ya le está causando dolores de cabeza a quienes lo pusieron”- y el papel de los militares. A estos últimos hace una advertencia: que los políticos los usarán como chivos expiatorios y así los dejarán como los únicos responsables del último golpe de Estado en Latinoamérica: “La Fuerza Armada no ha captado que los políticos del patio son políticos hipócritas que los van a dejar solos cuando sea conveniente”.

¿Cómo está Honduras?
El panorama actual es deprimente, con un futuro inmediato sombrío y con un futuro mediato trágico. Está mal porque hay posiciones intransigentes de las partes, alimentadas con un odio visceral. El gobierno de Zelaya no persiguió a nadie, no metió a la cárcel a nadie, jamás suspendió las garantías, nunca utilizó a la Policía o al ejército para reprimir, siempre privilegió el diálogo. Él buscaba la manera de resolver los problemas de la gente, de los grupos que andaban en la calle, acercando lo más que se podía los puntos coincidentes y procurando que las distancias fueran lo menos largas posibles.

¿Por qué habla de odio?
Pues por la forma en que se expresan, y hablo de las dos partes.

¿Y no es típico de los políticos expresarse así, especialmente en una coyuntura electoral?
Pero aquí nunca se había visto una persecución como esta de la que está siendo víctima Zelaya... eso de que está siendo víctima de una guerra química no se había visto jamás, y eso nos pone en una situación muy delicada porque nos exhibe como un país de salvajes.

¿Qué sucedió para que Zelaya y Micheletti terminaran expresándose ese odio tan visceral que usted menciona?
Pues mire, caprichos personales, así lo veo yo.

Si hasta tenían muchas coincidencias políticas importantes...
¡Claro, y son amigos!

Eran, quizás.
Al final van a terminar siendo amigos. La verdad es que son amigos porque esta gente se formó políticamente dentro del Partido Liberal. A ambos los conozco, pero ellos dos tuvieron las coincidencias en muchas campañas electorales y anduvieron juntos, en el tiempo de Azcona, en el tiempo de Reina, de Flores, y anduvieron juntos ahora en la campaña electoral para llevar a Mel a la presidencia. Bueno, a tal grado que Mel prefirió a Micheletti para ponerlo como presidente del Congreso Nacional, y el otro candidato era yo, pero no logramos aglutinar la cantidad de diputados suficientes y quedó Micheletti. Inicialmente se llevaban muy bien, era una relación muy estrecha entre el Ejecutivo y el Legislativo.

Micheletti le apoyó el Alba a Zelaya en el Congreso y Zelaya apoyó a Micheletti en las primarias del Partido Liberal.
Micheletti apoyó Petrocaribe primero y después el Alba, claro que sí. Lo apoyó e incluso lo planteó dentro de su campaña electoral (interna) como un gran logro del gobierno de Zelaya. Yo todavía no acierto a entender qué fue lo que motivó ese odio visceral. Y este odio visceral entre políticos ha despertado otro odio, más peligroso todavía, que es el odio entre ricos y pobres. Hoy hay una marcada diferencia entre ricos y pobres, que antes no se miraba.

¿En apenas tres meses ese cambio ha sido posible?
¡En menos! En un mes el odio ya era terrible. Yo he estado muchas veces aquí y pasa un carro ahí y la gente grita “¡Golpistas hijos de tanta!”, porque asocian este lugar bonito y exclusivo como de ricos, y entonces para ellos aquí solo pueden estar golpistas. Eso significa que el odio es contra el rico. Y el rico odia ya al pobre. ¡Lo odia! Usted ve las expresiones de odio de los empresarios frente a los que andan en la calle... solo un detalle le da a usted la medida de eso: si usted le pregunta a un empresario ahorita si no tiene temor por ese aislamiento internacional y las consecuencias en el comercio y la producción por ese aislamiento, le dice que no le importa y que ellos pueden aguantar seis meses y si usted les dice que el pobre que anda ahí, no, ellos le dicen que los empresarios sí pueden aguantar tanto.

¿Cómo pudo ocurrir que todos los poderes públicos y fácticos de este país, con su diversidad de intereses, coincidieran en que a Manuel Zelaya había que erradicarlo?
Aquí hubo una conspiración de los poderes públicos, de los poderes fácticos...

¿Hablando del poder económico?
Y también del religioso.

¿Pesa mucho la Iglesia?
Aquí las iglesias estaban alineadas. Y también la dirigencia de la sociedad civil. ¿Qué fue lo que motivó eso? Es muy difícil tratar de identificar todos los factores, pero yo pienso que fue una acumulación. A mí se me ocurren algunos factores, sin agotar todos: en primer lugar, el presidente tenía un estilo de gobernar que era confrontativo con los demás poderes. Por ejemplo, al Congreso Nacional, en la última etapa, le negó la transferencia de presupuesto, entonces los diputados no recibían sueldo, y a pesar de los reclamos que le hacía el Congreso, él no transfería el dinero. Entonces los diputados fueron acumulando odio contra él, porque si hay una cosa que le duele a la gente es que le toquen el bolsillo. Eso fue unos dos meses antes de que le dieran el golpe de Estado.

Eso, una cosa.
Luego confrontó a la Corte, tuvo fuertes declaraciones contra el poder judicial, que en Honduras es un poder muy cuestionado. Él era un hombre que hablaba sin tapujos y decía que el poder judicial no respondía a las expectativas del pueblo hondureño de perseguir a los delincuentes verdaderos, no a los robagallinas. Y en el caso de los empresarios, yo no entiendo, pues nunca ganaron tanto como con Mel Zelaya. Tuvieron todas las aperturas posibles. Lo único es que Mel empezó a golpear desde el principio de su gobierno a las transnacionales. Primero a las distribuidoras de combustibles, cuando pretendió buscar una licitación para poderlas sustituir, pero no logró eso y se fue por una vía de una fórmula que hay para aplicarles impuesto, y eso hizo que ganaran menos, pero no quiere decir que dejaron de ganar. La fórmula fue más justa para el Estado y evitaba que los precios se elevaran sustancialmente.

¿Y las transnacionales petroleras son suficientemente poderosas como para...?
Ah, sí, estamos hablando de gente que ha botado gobiernos de otros países, ya no se diga de gobiernos de países pequeñitos como Honduras. Luego subió el salario mínimo de 3 mil a 5 mil y algo de lempiras, y entonces toda esta gente se vio afectada y comenzaron a resentirse. Pero la gente allá abajo sí sentía que su bolsillo crecía. Antes aquí se pagaba por educación primaria y él puso matrícula gratis y además les daba un bono educativo a los estudiantes.

Esto último no le iba a generar detractores.
Ah, sí, claro, hubo empresarios que dijeron que ese era despilfarro.

¿Despilfarro?
Hubo empresarios que dijeron: “En lugar de gastarlo en eso danos a nosotros préstamos”. Nooo, es que aquí tenemos una empresa privada que... je, je... está ciega. Aquí no hay responsabilidad social empresarial. Ellos hablan en esos foros y hablan y hablan de eso, pero no lo practican.

Y con la Iglesia se peleó también.
Con la Iglesia sucedió que le tuvieron miedo a Chávez y Chávez era un espectro, un fantasma, la Cocora para todos... aquí decimos la Cocora, que es como la bruja del bosque, Chávez es eso para todos, empresarios, iglesias, políticos del Partido Nacional y del Partido Liberal...

¿Y para usted también?
Fíjese que yo he tenido cierta aprehensión para ese tipo de líderes y este caballero no es la excepción, y entonces yo no me sentía muy cómodo con esa cercanía y entusiasmo de algunos con él... pero mire, el caso de Mel era diferente. La relación de Mel con Chávez nace y se desarrolla en el ambiente de la solidaridad, porque no hay duda de que el gobierno de Chávez fue muy solidario con el gobierno de Honduras: le resolvió problemas enormes... Petrocaribe le permitió al gobierno manejar una cantidad de dinero en forma fuera de los compromisos presupuestarios con el propósito de aliviar la pobreza en Honduras.

¿Y esa solidaridad de Chávez era inocente o tenía una doble intención?
Mire, la gente piensa que Chávez manejaba a Mel, pero a Mel no lo maneja nadie. Todo lo que hacía lo hacía porque él consideraba que era lo mejor, pero si Chávez le quería imponer algo, no lo iba a lograr. Con Mel no funcionan las cosas así. Su cercanía a Chávez se fue acrecentando porque lo fueron orillando a eso, pero no hay duda de que Chávez fue uno de los factores de riesgo muy fuertes porque la gente le tiene miedo. Es que Chávez es bravucón, y usted le tiene miedo a la gente que habla así, y la verdad es que cuando usted oye hablar a alguien así, lo que menos debe tener es miedo. El que no hable es peligroso. Ese que no dice hacia dónde va es el peligroso, porque ese que sí dice hacia dónde va le dice a uno a qué puede atenerse y si lo quiere parar basta que se ponga en el lugar adecuado.

¿Y Mel Zelaya decía hacia dónde iba?
Él siempre lo dijo, él nunca tuvo dos caras, siempre se presentó tal cual era. Él dijo que quería una cuarta urna y desde cuando lo dijo insistió e insistió en ello, pero siempre por el camino de la ley. Iba a hacer una encuesta para justificar una ley que iba a mandar al Congreso.

¿Hasta dónde está dispuesto a llegar Micheletti?
No lo sé, pero por lo visto, no tiene límites. Usted se enteró de que ayer amenazaron a todas las sedes diplomáticas con que quitaran sus distintivos diplomáticos, que devolvieran sus credenciales y que en adelante las van a considerar oficinas privadas.

Eso fue con Brasil.
Pero el mensaje es para todos los países, incluido Estados Unidos. La pregunta es: ¿qué es lo que pretenden: desafiar a la comunidad internacional?

Pero Micheletti no es de “los dueños” de este país.
No, él es un instrumento de los verdaderos dueños.

Y si es un instrumento, ¿él tiene alguna capacidad de discreción como para tomar sus propias decisiones, independientemente de si las comparten los verdaderos dueños?
Es capaz de eso. Tiene el carácter, el temperamento para darle dolor de cabeza a quienes lo llevaron al cargo. Aquí los presidentes se han independizado de los partidos, pero han caído en manos de los dueños del país. Este no, este les está causando ya dolores de cabeza a ellos.

¿El régimen de Micheletti está haciendo cosas que no comparten sus patrocinadores?
Yo creo que sí. Todos esos toques de queda están matando a la economía del país y hay muchos empresarios que han platicado conmigo que dicen que están sumamente preocupados y que no ven salida porque ven intransigencia de ambas partes. Esa intransigencia les hace temer que no vamos a tener una solución a corto plazo. Incluso ya encuentra usted empresarios y políticos que dicen respaldar el Acuerdo de San José.

Los cuatro candidatos presidenciales que se reunieron con Micheletti y Zelaya dijeron que el punto de partida para cualquier diálogo es el Acuerdo de San José. Hay un matiz en el discurso.
Ese matiz existe, y existe fundamentalmente en un candidato más que en los otros: el candidato del Partido Nacional. Y existe ese matiz por una razón: hoy más que nadie es el candidato con más posibilidades de ganar la elección del 29 de noviembre.

¿Y por qué Pepe Lobo estaría interesado en matizar su discurso?
Es que él sabe que en este momento la posición debe ser buscar una reconciliación porque si no, las elecciones no van a ocurrir.

¿Quién podría boicotearlas?
Bueno, yo le voy a decir. ¿Qué estamos viendo en la calle? Uno, que el pueblo anda en la calle y la respuesta del gobierno es la represión. En ese ambiente, ¿cómo se puede llevar a cabo un proceso electoral? Lo otro es que la insurrección no está en colonias como esta, sino en las colonias populares y en las marginales.

¿No es un poco exagerado llamarle insurrección?
Es insurrección, el pueblo está insurrecto: la Policía entra a las colonias disparando, porque el pueblo está levantado. Hace poco la Policía tuvo que distribuirse en toda la ciudad de Tegucigalpa y en San Pedro Sula, pues la gente no hizo manifestaciones en la calle, sino en sus colonias. La Policía se desgastó y enloqueció y empezó a disparar por todos lados. Eso, por un lado. Pero además, en esos barrios es donde se supone que van a poner las urnas en las escuelas, y las escuelas las están manejando los maestros, y los maestros están en la Resistencia. ¿Cómo van a llevar esas urnas ahí? Y lo último es el decreto que acaba de aprobar el gobierno para suspender las garantías constitucionales durante 45 días. Y para la fecha cuando termine este decreto, ya es prohibido hacer campaña, y entonces esto es un torpedo contra la campaña electoral y un golpe a la candidatura del único que tiene posibilidades de ganar ahorita, que es Pepe Lobo.

Pero Pepe Lobo igual podría ganar porque todos los otros candidatos estarían en las mismas condiciones.
Pero para que la gente se sienta tranquila y con ánimos de ir, hay que estimularla.

¿Qué fortaleza tiene Micheletti que lo hace mantenerse firme en lo que está haciendo, aún si parece que no muchos sectores le apoyan en algunas cosas?
Bueno, él tiene un carácter muy fuerte y ahorita tiene el apoyo de la Fuerza Armada y eso, en tanto exista así como está, va a ser difícil.

¿Y la Fuerza Armada no se supone que es obediente al poder civil, apolítica y no deliberante?
Bueno, ya después del 28 de junio todos esos elementos habría que revisarlos. La Fuerza Armada es la piedra angular de este gobierno.

¿O sea que no se puede tomar decisiones en este gobierno sin el visto bueno de los militares?
Bueno, el otro día -yo no lo escuché- salió en la prensa que ha habido funcionarios del gobierno y empresarios que dicen que la verdadera responsabilidad del golpe es de la Fuerza Armada y que a los militares hay que procesar.

Algo que usted no comparte.
No, yo sostengo que la conspiración es de todas las instituciones, la Fuerza Armada tiene la misma responsabilidad que tienen las demás instituciones.

Tampoco es que la Fuerza Armada fue solo un instrumento.
No, ahí estuvieron. Tampoco los empresarios pueden venir a decir que solo las Fuerzas Armadas son las responsables. Y luego Micheletti lo dijo antier, que si las fuerzas Armadas son las responsables, que las juzguen. Eso está indicando que a quien están construyendo el cadalso es a la Fuerza Armada, que son los que van a pagar al final las penas y pecados de todos estos caballeros. El problema de la alta oficialidad de la Fuerza Armada es que todavía no ha captado que los políticos del patio son políticos hipócritas que los van a dejar solos cuando sea conveniente y que al final los que van a resultar perseguidos son ellos, no los políticos, porque a pesar de que en el único caso aquí que se ha destacado a nivel internacional y que es la expatriación de Mel, y que es en consecuencia la que más posibilidades tiene de ser sancionada, los políticos están renuentes a aceptar una amnistía, que solo favorecería a los golpistas y particularmente a la Fuerza Armada.

¿Y para qué Mel Zelaya quería una constituyente?
Yo no puedo decirle qué es lo que él pensaba, pero sí puedo decirle lo que pensábamos algunos alrededor de él. Yo he sostenido que la Constitución es un amasijo de contradicciones y de incoherencias que no permite que el país se desarrolle plenamente, porque tiene muchas limitaciones. Es una Constitución que además tiene un artículo que genera lo que se llama “artículos pétreos”, que hace que más del 50% de la Constitución no se pueda tocar. Y cuando hay un pueblo cuya Constitución no se puede reformar, hay un pueblo que es prisionero de su Constitución, porque la Constitución debe de ser el marco en el cual tengan cabida y expansión todo el desarrollo de la personalidad humana, y esta Constitución no lo permite.

Si la Constitución no permite que se le cambie, ¿cuál puede ser el camino para una nueva Constitución?
Una constituyente.

Pero la misma Constitución no permite una asamblea constituyente.
Honduras está amarrada. La única manera de llegar a una constituyente es que haya una decisión política para llegar a ella. Esa gente que anda en la calle anda reclamando una constituyente y yo no veo otra opción. El problema no se resuelve con el regreso de Mel. A Mel se le puede restituir en casa presidencial y aquí el problema no se resuelve, porque ha aflorado el verdadero problema hondureño, que es el de las contradicciones y las injusticias en el campo económico y social. La exclusión secular a que ha sido sometido el pobre aquí hoy explota y esa gente quiere que se le escuche y quiere participar en los procesos no de decisión sino de soluciones. Ya ellos no creo que vuelvan a aceptar esa representación tradicional como ha existido hasta ahora. Yo soy diputado y se supone que yo represento al pueblo de Honduras, pero todos ellos han deslegitimado a los diputados y nosotros ya no somos sus representantes.

Hay quienes dicen que Manuel Zelaya quería una nueva Constitución con el propósito de “devolver el poder al pueblo”, que de paso suponía entrar en conflicto con las transnacionales.
Sí... bueno, él estaba insistiendo en esta cuestión de la participación ciudadana.

Aunque eso del “poder ciudadano” le causa prurito a muchos sectores, especialmente al poder económico.
Claro, porque les evoca a Chávez y a Ortega, ja, ja, ja... Pero esa es una simple denominación y él buscaba la participación y era honesto en que quería eso. Yo era ministro de Gobernación cuando empezamos a trabajar en la descentralización, y evaluábamos que el mantenimiento de las carreteras, por ejemplo, pasara a manos de las municipalidades, e íbamos a hacer tímidamente cosas en educación, para que al final del gobierno tuviéramos una descentralización más amplia. Pero los problemas que surgieron después y tantos frentes que tuvo que atender que al final de cuentas se diluyó.

¿Usted cree que Zelaya en verdad quiere la restitución o es solo un punto de honor ganarle a los golpistas?
Mire, Mel tiene dos virtudes fundamentales: una, él dice lo que quiere y lo que va a hacer. Dos, es un hombre bueno y no vengativo. Cuando él dice que quiere la constituyente es porque la quiere, pero en esta ocasión él dice que quiere la restitución, a sabiendas de que solo va a estar dos o tres meses, porque él estima que bien vale la pena sacrificar eso por la paz y la estabilidad del pueblo, y que se olvida de la cuarta urna y todo lo demás por ahora solo por evitar el conflicto que se está engendrando en este país.

Pero si regresa, no podría gobernar.
No, no va a gobernar y él sabe que no va a gobernar. Mel sabe que si acepta el Acuerdo de San José, él viene amarrado y no gobernaría.

¿Entonces qué sentido tiene que quiera la restitución?
Bueno, la tranquilidad del país.

¿Volvería la tranquilidad con la restitución?
Sin la restitución la tranquilidad no regresa. La restitución es el inicio para comenzar a reconstruir el país en armonía.

Usted decía al inicio que el futuro inmediato es sombrío para Honduras, y el mediato, trágico. ¿Por qué trágico?
Bueno, porque la economía está deprimida. No hay producción, no hay comercio, nuestras exportaciones han caído dramáticamente, y nos estamos comiendo nuestros ahorros. Cuando esto se arregle no vamos a tener ahorro para enfrentar la reconstrucción, y no vamos a tener la cooperación internacional porque los países están afectados por la crisis financiera y económica global y no van a ayudar a resolver los problemas nuestros, como sí hicieron cuando Mitch. Vamos a estar solos y este es un país que ha crecido en torno a variables como turismo y servicios. Aquí producción como hay en Guatemala, El Salvador o Costa Rica no hay, pero los servicios florecen en un ambiente de tranquilidad.

¿Por qué renunció como ministro de Defensa?
Bueno, en primer lugar porque yo no estaba de acuerdo con que se hiciera una encuesta en contra de una decisión judicial, que había ordenado que se suspendiera.

¿Era ilegal esa encuesta?
No, no era ilegal la encuesta, pero había un fallo y había que respetarlo. Yo en eso soy respetuoso. Yo soy abogado, soy profesor universitario y hace 40 años vengo diciendo que hay que respetar la ley y la Constitución, y además la ley que regula la jurisdicción de lo contencioso administrativo, que es el juzgado que ordenó la suspensión, la hice yo.

¿Usted le expresó al presidente por qué se iba?
Yo le venía diciendo desde hacía días al presidente que estaba cometiendo un error, que eso no se podía hacer.

¿Y él qué le contestaba?
Que él tenía un grupo de abogados que le decían que sí. Y finalmente le dije al presidente que no metiera a las Fuerzas Armadas y él insistió. Yo le dije que no la metiera.

¿Qué inconveniente veía en meter a las Fuerzas Armadas?
Porque quienes estaban en contra de la encuesta iban a dirigir sus baterías contra las Fuerzas Armadas y las iban a poner entre la espada y la pared. Y yo sabía que eso iba a causar un desequilibrio, si las emplazaban. Y así fue. Él cometió el error de ordenar que intervinieran un mes antes, lo que dio lugar a que ellos se manejaran en la conspiración de modo de poner entre la espada y la pared a las Fuerzas Armadas, sacándole el poder judicial al Estado Mayor una orden para que se abstuviera de participar, y a mí me llegó esa orden. Ya con eso estábamos con las manos atadas. Llegado el momento el presidente decidió destituirlos y yo le dije que me iba también. Es más, yo le dije al presidente: “Presidente, no lo haga, destitúyame a mí, yo soy el ministro. Yo soy el responsable políticamente, sacrifíqueme a mí y déjelo a él (al jefe del Estado Mayor, general Romeo Vásquez), porque yo no tengo problemas, yo regreso a mi partido, vuelvo al Congreso...” Yo estaba dispuesto a ser la víctima propiciatoria.

¿Usted preveía el riesgo de un golpe?
Yo preveía una alteración del orden público, pero no me imaginé un golpe.

¿Y no fue insensato de parte de Zelaya hacer cosas como ir a meterse a la Fuerza Aérea...?
Sí, eso nunca debió haberlo hecho. Eso fue un acto de temeridad, sin duda. Estamos hablando de una unidad militar a la que se llegó, se irrumpió... no se le olvide que para ellos las unidades militares son su hogar. Si usted irrumpe en una unidad militar así, está hollando la intimidad de un militar. Para ellos fue una ofensa sin precedentes y con consecuencias.

¿Ese fue un factor que propició que las Fuerzas Armadas lo fueran a sacar?
Yo creo que el factor que determinó esto fue la destitución del jefe del Estado Mayor, porque se sintieron amenazados todos y cerraron filas en torno al jefe del Estado Mayor.

¿Quién decidió que no solo había que deponer a Manuel Zelaya, sino también desterrarlo?
Yo creo que fueron todos los conspiradores. Ellos quieren lavarse las manos.

Los políticos dicen que eso fue un asunto discrecional de la Fuerza Armada.
¿Por qué todos salieron diciendo inmediatamente después que eso fue por un estado de necesidad? Un término jurídico que sale de la Corte Suprema de Justicia para justificarlo. Ahora, imagínese usted... estamos hablando del sector empresarial, de las iglesias, de poderes del Estado, del sistema de justicia, que legitimen contra un presidente allanarle su vivienda, disparar, sacarlo en piyama, ponerlo en un avión y ponerlo en otro país, y sacar también a la canciller... si eso hacen con un presidente, ¿qué no harán con esos pobres que andan en la calle? Y cuando usted constata que son todos ellos los que participaron, el problema ya no es arbitrariedad: es cultura.

Le repito una pregunta que le hacía al inicio: ¿cómo esta diversidad de sectores con diversidad de intereses y con diversidad de ideología pudieron aglutinarse para un mismo propósito, que fue derrocar a Manuel Zelaya?
Bueno, los unió Mel. Al menos eso logró: unirlos a todos contra él.

¿Por temor a que se volviera un Chávez o a que quisiera reelegirse o a que siguiera tocando intereses económicos?
Por muchas cosas, pero no sabría decirle cuál prevaleció.

Fuente: http://www.elfaro.net/

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