Gustavo Zelaya
El mundo está lleno de elementos hermosos y dignos de ser apreciados y a veces repudiados, en él también estamos los seres humanos, mujeres y hombres, diversos, sencillos, complicados, capaces de amar y odiar, los únicos que hacemos posible que esos componentes de la realidad existan para ser disfrutados y criticados por nuestra conciencia o demolidos por nuestra capacidad destructiva. Sin embargo, en ese mismo mundo existe también la miseria social, hipocresía, traiciones y exterminio de otras personas que se oponen a la injusticia; hay, además, millones de seres humanos condenados a pasar hambre por causa de un sistema social que los tritura y convierte en objetos de intercambio. Es el capitalismo con su maquillaje neoliberal que arrasa con cualquier recurso natural, cultural, humano, y se cree dueño de todo lo existente. Es aquí, entonces, en donde la experiencia de vivir se convierte en un trabajo muy complejo que puede ser más o menos entendido por los que lo realizan con alguna conciencia; igual ocurre con la política y con las relaciones económicas, morales y de otro tipo que establecemos con otras personas. En ese hacer social y sobre todo político no hay forma de efectuar tal actividad si sólo contamos con aspiraciones, anhelos, ocurrencias afortunadas y con deseos de justicia; se tiene que arrancar de la realidad efectiva, de lo que realmente existe, de lo material, de lo espiritual, lo psicológico, del orden social que debe examinarse continuamente para modificarlo gradual o profundamente.
Tal comprensión de lo real debe hacerse de forma racional pero considerando también la importancia de las emociones, de la voluntad y la intuición; principalmente, indagar el sentido que tienen las relaciones de clase que se establecen entre todos. Todo esto puede sonar a puras abstracciones, a especulaciones vacías, pero aquí esta nuestra Honduras que resiste a la injusticia y muchos países africanos, latinoamericanos, como ejemplo de la necesidad de crear pensamiento y acción que contribuya a la edificación de vínculos sociales más solidarios. Por esa dura y golpeada realidad es que nadie puede negar la importancia de la discusión fundamentada, abstracta, cuyo resultado más acabado se expresa en forma de teorías, principios morales, programas políticos, procedimientos lógicos y sistemas de pensamiento aplicables a la interpretación y transformación de la vida. Lo más complicado aparece cuando se trata de realizar lo puramente teórico y nos encontramos con escenarios imprevistos y que no vemos con claridad por estar atrapados en esquemas ideológicos muy rígidos que deforman el mundo y todos sus diferentes momentos. O también se complica la objetivación de la teoría cuando somos miembros o sirvientes de grupos sociales conservadores que han hecho del país un feudo impenetrable y que se espantan con los más leves aires de cambio. En tal situación, al supuesto portador de ideas conservadoras le queda el recurso de la violencia, de la fuerza, de la mentira y la imposición de su verdad.
Esto lo hemos visto en los últimos cuatro meses cuando empezaron a desfilar por los medios de comunicación propiedad de los golpistas y sus cómplices por razones comerciales, muchos actores del golpe de estado pidiendo perdón por posibles abusos verbales, por algún insulto de menor cuantía pero no por los asesinatos y las golpizas contra la Resistencia Popular; no se disculpan por entregar los recursos naturales ni por las leyes que atentan contra la economía familiar; no hay en ellos el más mínimo intento de someterse al sistema de justicia o de reformarlo para que deje de ser el templo de los encantadores de serpientes. Fundamentalmente, se trata de continuar en el poder sin ninguna modificación sustancial del sistema económico; se intenta, pues, proporcionar una imagen retocada con algunos elementos jurídicos remozados y hacer más amigables las relaciones internacionales, se hacen aparentes concesiones políticas al nombrar tibios opositores en cargos públicos; incluso, están mostrando su generosidad con reformas constitucionales dirigidas, sugeridas, controladas, por sus juristas como rata gorda, alias Oswaldo Ramos Soto y consultores como cabro negro, alias Carlos Flores Facusse, el panameño Ricardo Maduro; todos ellos certificando y pontificando la figura de Juan Orlando Hernández, convertidos en propietarios del gran negocio del lavado del golpe de estado. Toda esa pasarela de la estética golpista también cuenta con la participación de algunos denominados “liberales en resistencia” y otros “progresistas” similares que participan en el GUN en el poder legislativo y en el ejecutivo, para montar toda una simuladora escena de unidad y reconciliación, al gusto de su director central: el agente del imperio norteamericano Hugo Llorens.
En esta arremetida de la falange golpista no podían faltar las santas figuras de los jefes de las iglesias evangélicas y católicas o el exabrupto del estrellado pistolero amenazando periodistas. Evelio Reyes frente a toda la estructura golpista invoca tronos y potestades para que se mantenga firme su concepción mercantil de la santidad y el cardemal, conocido también como arsenal Rodríguez, en la televisión que ocultó los asesinatos y las palizas dadas por sus santificados protectores, compungido y ofendido sugiere que el mal está presente en todo intento por refundar Honduras y, en consecuencia, debe suprimirse cualquier intento de alterar la ley nacional. Todos ellos, políticos, militares, religiosos y empresarios golpistas nos proporcionan enseñanzas sobre la importancia de la unidad en sus planes represivos y de la consistencia de su accionar para mantenerse eternamente en el poder.
Tal vez nuestro mundo inmediato no sea tan hermoso debido a siglos de explotación y dependencia, pero puede ser mejor y más esperanzador si esa unidad de la oligarquía sirve de lección para generar procesos unificadores superiores entre las fuerzas democráticas, ese carácter superior se puede ir cultivando con más educación y más cultura política íntimamente ligada a la ética de la Resistencia, que tengan como sustento mínimo cuatro aspectos básicos enunciados por el Frente Nacional de Resistencia Popular: -la necesidad de intensificar el proceso para lograr la Asamblea Nacional Constituyente que sirva para la refundación de un Estado Social Soberano Laico y Democrático y desmontar el aparato represivo y criminal de la oligarquía; - rescatar los recursos naturales anulando las concesiones ilegales y la distribución equitativa de la riqueza nacional; - fortalecer el proceso de organización del pueblo hondureño desde los caseríos a las ciudades y en todas las organizaciones sociales; - y, no es que sea el último criterio unificador, el retorno seguro e incondicional de Manuel Zelaya Rosales y de todos los expatriados.
7 de enero de 2011
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