Gustavo Zelaya
El cinismo de la diplomacia norteamericana salta de nuevo a la vista con la publicación de numerosos informes que los agentes norteamericanos mandan al departamento de estado y a la CIA. Lo hecho por Wikileaks no es ninguna novedad apenas es una confirmación del comportamiento normal del imperio norteamericano: hipocresía, arrogancia y desprecio a todos los que consideran de segunda categoría. Y ahora pretenden contentarnos divulgando datos marginales, convenientes, a cuenta gotas, nada esencial que altere los intereses imperiales. Públicamente se molestan y condenan los hechos, amenazan con procesar a los responsables de tales infidencias, los tratan de criminales y recomiendan que sean asesinados pero no niegan el contenido de los documentos filtrados. Más bien, en el caso nuestro, esos informes ocultan la participación y complicidad de los gringos en el golpe de estado y sólo involucran a los lacayos nacionales. Otro capítulo en el blanqueo del más grande ejemplo de corrupción en la historia nacional como es el golpe de estado contra Manuel Zelaya. Y en la selva golpista la reacción de la oligarquía y de su jefe inmediato ha sido normal. Despotrica cabeza de ajo, alias Michelety, en su estilo bravucón “argumenta” en medio de gruñidos y nos amenaza con dar a conocer su versión. Entre reproches y aullidos ya puede pedir consejo a su médico de cabecera, el pintor Raviber, o a su ex canciller del interior Rata Peinada, alias Enrique Ortez, y seguramente de Animal Planet le enviarán alguna ayuda memoria para que grabe los respectivos petroglifos. Y un tono similar se nota en el manipulador Hugo Llorens cuando tilda de inescrupulosos y de inmorales a los de Wikileaks por semejante atrevimiento, queriendo poner mantos de sospecha a sus informaciones pero sin contradecir el fondo de sus reportes. Siguiendo con rigor el razonamiento de Llorens y de acuerdo al significado de la palabra “escrupuloso”, lo que hizo falta fue más exactitud en los datos filtrados, otros detalles que la embajada conoce y que describen con más precisión toda la conspiración golpista que él domina en todos sus componentes. Más piedrecillas tal vez desconocidas y que obstaculizan el reconocimiento del continuador del golpe de estado.
Hay además supuestas filtraciones de documentos secretos, adecuados, selectos y que pueden utilizarse para provocar fricciones entre los aliados de los gringos o generar choques entre países árabes con la intención de favorecer a Israel; y otros asuntos similares como el interés por averiguar el nivel de testosterona de Vladimir Putin o si Cristina de Kirchner se irrita con frecuencia. Pero no se menciona por ningún lado nada parecido al carácter violento, inhumano y mercantil de las relaciones que los Estados Unidos imponen a los demás países. Y este es uno de los temas que a toda costa se ocultan y lo dice con claridad uno de los voceros del Pentágono Geoff Morrel: “No empleamos las fuerzas del Cibercomando (contra Wikileaks), porque la revelación de los documentos no nos van impactar negativamente a largo plazo. El Secretario de Defensa simplemente no cree que esta situación pueda impactar demasiado contra la fuerza de Estados Unidos o contra su prestigio. El mundo no se relaciona con nosotros porque les gustamos o porque nos tienen confianza. Pactan con nosotros porque no les queda más remedio. Somos el último, el único, poder indispensable que queda”.
De otro modo, el cinismo se muestra en grados superlativos al aceptar que no tienen amigos y que tampoco son confiables, pero que deben ser aceptados porque ellos concentran el máximo poderío militar del planeta. La democracia no es más que una consigna y lo mismo ocurre con la libre expresión y la lucha por la igualdad de oportunidades. Simples expresiones que se utilizan a conveniencia y que pueden ser desechadas en cualquier momento.
Si se trata de preservar el sistema explotador, salvaje y violento, se puede recurrir a cualquier argucia: golpes de estado, leyes de trabajo temporal, tecnología, portaviones, narcoactividad en gran escala, extorsiones, sonrisas como la de Hugo Llorens, misiles inteligentes que sólo asesinan civiles desarmados, compra y venta de intelectuales, corrupción de dirigentes populares, sobornos, aumento de partidas presupuestarias para defensa y seguridad, reducción de los fondos destinados a salud y educación; en fin, todos los medios son válidos para mantener inalterable el orden neoliberal. Parece que uno de los objetivos de la supuesta filtración de documentos secretos a través de Wikileaks es mantener con buena cara al imperialismo norteamericano, de tal forma que no vamos a leer en esos correos que en Honduras el golpe de estado tuvo como sentido central proteger la gran industria del petróleo, el mercadeo del combustible y los intereses de las empresas de generación de electricidad. Tampoco dirán algo importante acerca de la millonaria deuda de la oligarquía con el Estado, de sus exenciones tributarias, su voracidad sin límites que acapara todas las tierras cultivables posibles y que ha hecho de las fuerzas de seguridad sus más solícitos sirvientes. Nada de esto menciona el agente del imperio Hugo Llorens. No hay una sola referencia a los hondureños asesinados a raíz del golpe de estado ni de las palizas a los miembros de la Resistencia Popular, y si acaso los contabilizan, son simples daños colaterales que en la concepción del imperio gringo, de su embajador Llorens y de los golpistas no tienen mayor importancia.
Esos mensajes que el imperio permite que se conozcan no dicen nada nuevo acerca de la violencia que lo caracteriza y nadie debe entusiasmarse tanto por esa “bondadosa” acción de Wikileaks, que no provoca daños sustanciales a la diplomacia norteamericana como algún ingenuo puede creer. Son datos interesantes y bastante conocidos, algunos curiosos, otros podrían ser propios de publicaciones superficiales como las revistas de chismes que edita Wong Arévalo, pero dan la impresión que han sido seleccionados con la finalidad de lavar un poco situaciones como el golpe de estado en Honduras y otras agresiones contra los pueblos de Nuestra América.
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