lunes, 15 de noviembre de 2010

Soberanía tecnológica versus poder transnacional

Omar Pérez Salomón
El ALBA, uno de los caminos hacia la soberanía tecnológica de las naciones del Sur
El ALBA, uno de los caminos hacia la soberanía tecnológica de las naciones del Sur
Resulta habitual que la asistencia técnica a determinados procesos productivos o de servicios, se produzca desde la sede de las empresas proveedoras de equipamiento utilizando la red de redes. Pero todo se complica si estas firmas transnacionales tienen conexiones con los Servicios Especiales de alguna potencia capitalista y se utiliza su tecnología para provocar daños, descontroles en la operación del sistema o realizar acciones de espionaje.
En el artículo ¿Por qué la izquierda debe defender el Software Libre?, de Diego Saravia y Rafael Rico Ríos, publicado en el Sitio Rebelión, se grafica lo anterior, a partir del paro petrolero realizado en el 2003 en Venezuela: “Ante la inminente nacionalización de la industria petrolera por parte del gobierno venezolano, la derecha organizó un paro petrolero que durante varios meses paralizó la economía del país. El PIB llegó a bajar más de un 20%. El Estado trató de recuperar el control de su industria pero el ‘cerebro’ de PDVSA estaba controlado por empresas privadas de software privativo que impedían la recuperación del control de la industria. Un país entero sometido a través del control del Software”.
En la actualidad, resulta significativa la incidencia y el control de las empresas transnacionales en el comercio internacional y en la transferencia tecnológica a los países del Tercer Mundo, que ha reforzado la dependencia que han padecido históricamente de las metrópolis capitalistas.
En la década de 1970 ya existían más de 10 mil compañías de ese tipo, que contaban con más de 30 mil filiales distribuidas por el mundo, cifra que se ha multiplicado, sobre todo, con empresas norteamericanas, europeas y japonesas, en sectores claves como el bancario, farmacéutico, biotecnológico, telecomunicaciones, tecnología de la información, petróleo y gas, seguros, software y comercio minorista.
El ejemplo descrito anteriormente no es único, “el antiguo jefe de los servicios de información militares de Israel, Amos Yadlin, declaró a la prensa en la ceremonia de nombramiento de su sucesor, lo siguiente: Hemos logrado establecer un gran número de redes de espionaje en Líbano. Lo más importante es que logramos un control total sobre el sector de telecomunicaciones de ese país, una fuente de información inestimable”. [1]
En este sentido la Administración del presidente Barack Obama busca enmendar la llamada Ley para la Asistencia de las Comunicaciones en el Orden Público, aprobada en 1994, con el objetivo de facilitar el acceso a los sistemas de comunicación que utilizan las redes sociales y los teléfonos celulares. Desarrolladores de servicios de comunicaciones en la red deberán instalar durante la programación de sus ofertas una especie de puerta trasera virtual a través de la cual las autoridades estadounidenses puedan acceder a las conversaciones orales y por escrito en chats.
Como es de suponer, el camino hacia la soberanía tecnológica de los países del Sur es largo; sin embargo algunos pasos se comienzan a dar en América Latina. El Convenio Integral de Cooperación entre Cuba y Venezuela tiene como uno de sus principios la soberanía tecnológica, reconocida “como el derecho de cada Estado a decidir sobre su propio desarrollo tecnológico, mediante el aprovechamiento de sus potencialidades, a fin de modificar los actuales patrones de dependencia y consumismo, garantizando la satisfacción de las necesidades de los respectivos mercados nacionales del ALBA y los países de la región”.
El satélite venezolano Simón Bolívar, el cable de fibra óptica submarino entre Cuba y Venezuela, los aportes realizados por Brasil a la norma de televisión digital japonesa, los proyectos de colaboración tecnológica de varios países latinoamericanos con China y Rusia, muestran lo que se puede hacer en esta materia.
Aunque las inversiones en investigación y desarrollo en la región son insuficientes, varios países han alcanzado una posición destacada en la escena mundial en lo que respecta a algunas tecnologías de vanguardia. Es el caso de Cuba, que se sitúa a la avanzada en las tecnologías de producción de vacunas, equipos médicos y en la biotecnología.
Para lograr la independencia económica, necesariamente se debe transitar hacia la soberanía tecnológica. El poder transnacional lo sabe; por eso recurre cada vez más al control sobre la tecnología y el conocimiento como forma de dominación.

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