miércoles, 2 de junio de 2010

El costo del golpe Estado

Julio Escoto

Por salud mental y transparencia, ha llegado el momento de conocer en detalle cuánto nos costó la deplorable crisis del año pasado.

En vidas humanas ya hay recuentos precisos sobre más del centenar de personas victimadas por las fuerzas de seguridad o por motivos relacionados con su filiación a movimientos de resistencia en contra del golpe; lo afirman tres autorizados y confiables informes mundiales sobre abusos de derechos ciudadanos, los que destacan con horror cómo a trescientos días de desencadenarse los acontecimientos no ocurre el menor avance, para castigar a los culpables, en la investigación policíaca ni en la responsabilidad fiscal ni en los estamentos de justicia.

Parte del costo de aquel triste momento es también el irreparable daño ocasionado a la credibilidad democrática, un tema que a pesar de las limitaciones que le han y se ha autoimpuesto la llamada Comisión de la Verdad, no podrá eludir.

Pues no bastará que concluya lo inevitable, que aquí aconteció un golpe de Estado y no tal "sucesión presidencial" (lo cual es como decir que a alguien no lo matan sino que "le suspenden las funciones vitales") y deberá proseguir más a profundidad hasta denunciar –mejor si devela a su(s) autora(e)s y cómplices– delitos públicos y obvios como haber falsificado una carta de renuncia presidencial que fue elevada al Congreso mismo, el crimen de expatriación irrevocablemente ilegal de un ciudadano, el haber interrumpido una administración libremente electa por el pueblo, la asunción al poder de funcionarios vedados por la Constitución y muchos otros, ojalá hasta echar luz sobre el "gacetazo", silenciosamente guardado hasta hoy. La lista es casi interminable pero eso no exime que se la recorra de punta a fin.

Noticias televisivas aseveraron la semana anterior que los costos monetarios de la represión militar en 2009 y 2010 ascendieron a quince mil (15,000) millones de lempiras, dato que ignoro de dónde proviene y que luce fantasioso. Viéndolo con calma, sin embargo, correspondería a unos 700 millones de dólares, que coincide con el descenso en las reservas internacionales y que es lo que debe haberse "invertido" entonces en municiones, escudos, toletes, tanquetas, mangas ("ballenas") dispersoras de motines, gel mostaza tóxico y –si acaso es cierta tal bestialidad– diez mil bombas lacrimógenas aparte de las subrepticiamente conseguidas con el gobierno de Perú. Conviene igual contabilizar los costos por movilización del ejército a las calles durante meses, y que un experto valoró en el millón de lempiras diario; en combustible para aviones y helicópteros de la fuerza aérea; en similar para vehículos automotores terrestres y navales; en reclutamiento de guardias y policías y en esa especie de sicariato en que se hizo caer a parte de los reservistas, y que exigió erogar mucho dinero.

Y si se quiere aparentar equidad de juicio habría que adicionar también cuánto se derrochó extra presupuesto en el proyecto de la cuarta urna, incluyendo los sesenta millones de lempiras que, según confesión propia, entregó sin recibo alguno Manuel Zelaya a Romeo Vásquez.

En el cómputo deberá exhibirse una columna especial sobre pagos para compra de influencia en medios de comunicación y de periodistas y escritores tarifados; en asesores serviles; en comisiones de "lobistas" al exterior; en compañías maquilladoras de imagen; en marchas secretamente financiadas; en "subsidios" a consejos industriales y cámaras de comercio; en concesiones apresuradas y viciosas que hipotecaron bienes patrios, provocaron pérdida al Estado y abultaron la deuda nacional... Exigimos saber.

El golpe fue mal cálculo, desmesurado error, inteligente negociación política pudo haberlo evitado. Para depositarlo en la historia y desactivar pasiones se debe declarar la verdad absoluta sobre sus responsables y los costos que ocasionaron ya que continuar negando, o desdibujando lo real, solo incentiva resentimientos y mantiene insepulto, y pestilente, al cuerpo muerto de la democracia hondureña. Para volver a empezar se obliga antes sanear lo dañado.

Fuente: elheraldo.hn





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