Candelario, apreciado maestro y compañero:
Bienvenida su edad, sus experiencias, su valor entregado a justa causa. Quienes integramos el FNRP -cada cual en la trinchera que le correspondía- leéemos sus asiduos y excelentes comentarios, los poemas que primorosamente nacen en su víscera cardíaca y generoso entrega con diástole fraterno.
Lástima estos días aciagos, estas luces ensombrecidas, acalladas en su albor con tristísimos ayes y coágulos de sangre. Lástima de lástimas estas, que tan duramente duelen en el alma. Lástima los amados rostros de las hermanas que no conocimos y el de los hermanos que jamás abrazaremos: con ellos hubiéranse mostrado más hermosas y justas las batallas más duras, que son las del no guerrear. Lástima todo lo que sobrevendrá y que a pie firme, serenos, colmados de valor y devoción por el FNRP, esperamos cotidianamente insomnes.
Ni en esta trinchera ni en la otra existen excepciones: todo habrá de acabar un día u otro. La marcada diferencia está en que los Resistentes habremos de retornar a los labios de nuestra Madre Tierra como gotas de caña dulce que van a abrevar su sed en ella. Los asesinos, sus cómplices y las sombras mohosas que guardaron mudez, o que comieron miserablemente a dos carrillos, adorando al diablo y chantajeando a Dios, jamás. Esos permanecerán al borde, sin trascender su lepra, hasta el fin de la eternidad, como un cadalso sepultado entre hieles y heces. Amen.
Pero no escribiré ni ahora, ni aquí, sobre otra cosa mas que de aquellas que bien sabemos prever quienes amamos: Llegará pronto un amanecer, otro, en que de pura y estallante alegría hagamos repicar las campanas, laicas y religiosas, en nuestra amada Honduras, en toda la América Central; una mañana -como decía César Vallejo- de la cual tengo ya recuerdo: será como el mágico sonido caricioso de un millar de millones de alas de mariposas, pétalos en el aire, emocionados latidos, recordar con profundidad de mar a los ausentes, y adelante, llevando deplegada una gigantesca enseña de albura y de azul, coronada de estrellas, las niñas y los niños, por quienes todo se hizo.
Tendrá que estar usted y todos los poetas, grandes y pequeños, y las hermanas y hermanos que integran el pueblo de Morazán, y entre ellos -una mano en la mano de su compañera, y sosteniendo en su brazo a su niña hondureña- este aprendíz de 23 años, que hoy lo abraza, diciéndole: Gracias compañero Candelario; brindo a su salud con un cuenco de agua del Aguán. Gracias por sus mariposas; pertenecen a una semana que dura para siempre
Resistente de base. FNRP. Honduras
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