Estimado General:
Después de pensar acerca de la trascendencia de estas líneas, teniéndole a usted como destinatario, he decidido hacerlas públicas. Preocupa, a futuro, la independencia, libertad y soberanía de las naciones localizadas en la América Meridional que, con tanto sacrificios y sangre, lograron nuestros libertadores, en su lucha contra el imperio español que, a finales del siglo XIX, se retrotrae para darle paso al hegemonismo norteamericano.
Igualmente, nos inspira la memoria de los caciques Pizacura y Mazatl que después de asesinados, las huestes españolas iniciaron una cacería humana. El destino del cacique Benito (señor de Silca), quien fue lanzado a una jauría que le destroza su humanidad. Asimismo, el vencido cacique Copán, y el cacique Cicumba que hecho prisionero se les dejó morir de hambre. Ni hablar de la artimañaza muerte del cacique Lempira ¿Conocerá usted y los militares bajo su mando esta histórica realidad que debería fundamentar la doctrina de las fuerzas armadas hondureñas? ¿La valiente resistencia que ofrecieron estos aborígenes contra el imperio español pudiera equipararse a la doméstica actitud de ustedes frente al imperio norteamericano?
En cuanto a las lecciones de mi general Morazán, héroe de la unión de las provincias centroamericanas, me abstengo de invocarlas, puesto que la actuación pública que usted, General, ha manifestado, explica sus gruñidos cantares democráticos, y su inquina para con las enseñanzas de los fundadores de la nacionalidad hondureña: Los padre de la Patria.
Por el remoquete de “centurión hondureño”, no se encolerice porque simplemente se deriva de su corajuda actuación al enviar una centuria de hombres encapuchados, y empleando las armas que la República le había confiado, para asaltar, aprovechándose de la obscuridad, la Casa del Presidente de la República y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, indefenso como se encontraba. Acompañado de su familia.
Resulta innegable, que el empleo de las fuerzas armadas para apresar al presidente constitucional Manuel Zelaya Rosales, y expatriarlo forzadamente a Costa Rica constituye un golpe contra el Estado.
Estos repudiables hechos, dejan ver una punible connivencia de lúcidos magistrados de la Corte Suprema de Justicia, moralistas fiscales del Ministerio Público, dignos parlamentarios del Congreso Nacional, la distinguida Procuraduría General de la República , los íntegros Tribunal Electoral y Tribunal de Cuentas, decorosos militares, la consumada Policía Nacional, la rimbombante clase dominante, virtuosos jerarcas eclesiásticos y pastores evangélicos, el probo Comisionado Nacional de Derechos Humanos, el incorruptible bipartidismo Liberal-Nacional y sus congéneres bisagras Innovación y Unidad (PINU), y Demócrata Cristiano (PDCH). Los patrañozos medios de comunicación privado.
La ventana del gobierno usurpador, pituitariamente, segrega al dictador Roberto Micheletti con su mafioso donaire. Desafía la comunidad internacional, con el evidente apoyo, tras bambalinas, de Estados Unidos y de su comparsa globalitaria (Israel, Colombia, y Panamá). Micheletti ha enfatizado con una gori lettish sonrisa que “los yanquis son nuestros amigos y ellos nos apoyan”.
Pero, sobre usted General recaerá todo el veredicto de la historia, pues su contubernio con la neoliberal y circense oligarquía hondureña, y su facistoide comunión con otras esferas del poder supranacional, lo hacen ver como reo de Patria. Recuerde que nosotros abrazamos la carrera de las armas -como lo anunció el Libertador Simón Bolívar- sólo para recibir las bendiciones de los pueblos y lograr su libertad.
Aunque la Constitución de Honduras no lo permite, Estados Unidos, aún, mantiene en Palmerola, suelo hondureño, sus instalaciones militares. Al unísono de las trompetillas que, a las usanzas romanas, anunciaban este“Colpo di Stato”, casualmente designan a su nuevo comandante, el coronel Richard A. Juergen, el mismo que jefatura las ominosas operaciones en el secuestro, derrocamiento y expatriación del Dr. Jean Bertrand Aristide, presidente constitucional de la República de Haití.
Una abnegada hondureña Berta Cáceres, advirtió que desde “finales del siglo pasado en el contexto de los enclaves bananeros y las guerras civiles se ha favorecido al poder extranjero... llevamos 100 años de tener marines contra los que lucho en los años 20 nuestra compañera Visitación Padilla, quien fue de las primeras que convoco a movilizaciones contra los marines yanquis, pero actualmente en esa base, que es como un mall, permanecen mas de 500 soldados gringos…”.
Me resistía creer que usted, General, careciera de pundonor, pero sobran testimonio de su apelación a la mentira, muy a pesar de que la verdad debe ser un culto para el militar. Su liderazgo, ese que usted se atribuye, queda entre dicho al dejar de informar, al cuerpo castrense que todos los beneficios derramados sobre la fuerza armada hondureña, se deben a la iniciativa y patriotismo del presidente Zelaya; y no a usted General, con sus viciosas manipulaciones. Dudamos que usted le explicara, al personal bajo su mando, los esfuerzos que llevaba a cabo el presidente Zelaya para modernizar el estado hondureño.
Dado la profesión y cargo que desempeña, usted, depende directamente del Poder Ejecutivo, y no del poder legislativo, ni del poder judicial. Todos, ellos, complementarios y sin relaciones de subordinación. Su deber era obedecer la orden del Presidente de la República ; y después de cumplida ésta disposición, a cabalidad y sin negligencia, acorde a su grado de General, luego, procedería a “pasar la novedad” o disconformidad dentro de sus canales regulares de mando, y no por la cañería del compinchamiento oligárquico. La torpeza y el cinismo, de vez en cuando, exhiben sus preclaros niveles de inteligencia.
Por otra parte, la fuerza armada no tiene atribuciones para arbitrar sobre disputas entre los “poderes” ejecutivos, legislativos y judiciales. De modo que resulta estúpido que ustedes, el alto mando, ofrezcan como excusa que estaban cumpliendo con su deber constitucional ¿Quiénes se negaron, al igual que usted, a cumplir una orden, a la vez, que daban mal ejemplo a sus subalternos? Ellos son los comandantes del Ejército, Miguel Ángel García Padget; de la Fuerza Aérea , Luis Javier Prince; de la Fuerza Naval de Honduras, Juan Pablo Rodríguez y el ministro de Defensa, Edmundo Orellana Mercado, prosaicos defensores de la democracia, que abandonaron sus cargos (desertores), cuando se tenía previsto realizar una consulta al pueblo soberano, y con reclutadas excusas, tampoco permitieron que se realizara, pero, se apropiaron de 90 millones de lempiras (4,5 millones de dólares) en efectivo que el gobierno constitucional les giró para los gastos de dicha consulta.
Ustedes, el alto mando, sirvieron de escudo a las pretensiones de la burguesía que los confina, y de adarga de los intereses transnacionales. Lamentablemente, revalidaron aquella categoría despectiva de “goriletes”. Desdeñaron de la gloria patria para revolcarse en el lodo de la infamia personal y de la deshonra institucional.
Sus entrañables amigos de la Corte Suprema de Justicia le dieron un trapazo jurídico a su expediente. Después del golpe, y como pago, lo absuelven, de su reprensible actuación, a principios de los años 90, cuando fue arrestado y encarcelado como cabecilla de una pandilla internacional de ladrones de carros. El periódico El Heraldo -hoy entre los mas activos cómplices de la cúpula de empresarios, gángsteres y sacerdotes que usurpan el poder- publicó la noticia con el siguiente titular:”A prisión once miembros de Banda de los Trece”.
Usted, también es conocido en el departamento de Olancho, como un "prominente ganadero”. Cuanta sapiencia del pueblo hondureño para calificarlo. Creíamos que usted era un digno militar. General Vásquez ¿Por qué usted aceptó la apócrifa carta que el Congreso de Honduras utiliza para inhabilitar al Jefe de Estado legítimo? ¿Sabrá usted que el improvisado eufemismo de “transición forzosa” o “sucesión constitucional” es un disparate jurídico resultado de los compromisos entre una perruna oligarquía local y sus amos extranjeros?
El Comité por la Defensa de los Derechos Humanos de Honduras público un informe. Responsabiliza al presidente de facto y cabeza visible de ustedes los golpistas, Roberto Micheletti, por las más de 101 muertes extralegales y sumarias perpetradas desde el 28 de junio. Más allá de cualquier polémica sobre la cifra exacta de personas que murieron en este luctuoso período, lo cierto es que, de la mano de ustedes, sus adlatares y mentores, la violencia y la muerte se han enseñoreado.
En la opereta golpista, el Congreso le tributa un reconocimiento de “héroe nacional”. Desde, entonces, usted participa en marchas callejeras, y se rinde con fabricadas entrevistas a medios conjurados.
El poder empresarial con sus peones militares están marcando la dirección de la República , pudiéndose asumir un novedoso y moderno “USS. holding” golpistas en el continente.
Como los malhechores siempre buscan desnaturalizar sus obscuras intenciones, vemos como usted, General, en el paroxismo de la perfidia dice que “... si en Honduras hubiéramos tenido un golpe de Estado yo seria presidente...”. Cínica y pendenciera reflexión de quien ha conspirado con agentes extranjeros, coadyuvado al progreso de las armas extranjeras en territorio hondureño, conducido su Patria hacia la anarquía, exponerla a sanciones de la comunidad internacional y mediante una cobarde represión desangra a su propio pueblo.
Finalizo invocando una máxima bolivariana: “maldito sea el soldado que dispare contra su pueblo…”.
En la ciudad de Caracas a los veinte nueve días del año dos mil nueve.
Hebert López Valladares
Ex-Decano del Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional
República Bolivariana de Venezuela
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