sábado, 7 de noviembre de 2009

La Resistencia

Efrén Delgado Falcón

Considero que con el tiempo, muchos hondureños recordaremos el golpe de Estado como un periodo terrible en que muchos compatriotas perdieron la vida, fueron golpeados salvajemente, fueron violados, torturados, reprimidos y perseguidos por un régimen trasnochado que quiso imponer el secuestro de todo un país por la fuerza de la bota militar-policíaca, y por el uso de los medios de comunicación y las instituciones de derecho bajo su dominio absoluto. Además, recordaremos tal periodo por las carencias económicas graves que implicó, y porque por primera vez en su historia, nuestra tierra fue convertida en una isla sin voz ni voto dentro del concierto mundial, un país paria, una comarca de la era mesozoica. Pero como todo desastre tiene su sol, de las entrañas del desconcierto, de la desinformación en bloque, de la imposición brutal y de la estulticia inflexible, recordaremos que en ese tiempo infame cobró fuerza y vigencia nacional un movimiento popular que paso a paso fue aglutinando nuevos adeptos, en los barrios pobres, en los barrios ricos, en los bordos, en las aldeas, en los caseríos, en todos los pueblos y en todas ciudades; entre los garífunas, los negros de habla inglesa, los lencas, los misquitos, los pech, los tawahkas, los chortí, los nahuas y los tolupanes; entre los obreros, los ejecutivos, y los mandos intermedios, entre los asalariados de escritorio y los de campo, entre los gerentes y los “guachimanes”, entre los campesinos y los trabajadores de la maquila, entre los taxistas, los buseros y los cobradores, entre los locatarios del mercado y los contratistas independientes, entre los albañiles y sus ayudantes, entre los empleados públicos y hasta entre pordioseros. En una lista tan infinita como la cantidad de hondureños que clandestinamente, o arriesgando su vida en las calles, o en los medios alternativos de comunicación, se han afiliado a un movimiento político-social que representa, por sí solo, una revolución inexorable y sin precedentes dentro de la historia de Honduras, por más que se le quiera minimizar basándose en datos manipulados. Incluso, hay muchísimos miembros de La Resistencia que ni siquiera están cabalmente conscientes de su militancia, debido entre otras razones, a que no encuentran en Manuel Zelaya Rosales al líder que querrían para conducir las reformas que urgen al país [sea esto por desinformación, o sea por un criterio personal que no es tan fácil cuestionar], pero ello es coyuntural.


No debemos desalentarnos si nos hemos percatado, que en última instancia, no fue La Resistencia quien pareció haber doblegado la voluntad de la dictadura cívico-militar para lograr firma del Acuerdo Tegucigalpa-San José; y debemos aceptar, por más que nos resulte insultante, que sin la intromisión directa del gobierno estadounidense, tal acuerdo no habría estimulado la esperanza –bipolar por de más-- de ver, por un lado, la confirmación de la derrota del coup d’état hecha realidad, y por el otro, de sabernos sumidos en una lucha de resultados impredecibles contra el statu quo en las urnas [dada la desigualdad que provoca un TSE íntimamente ligado al golpismo-militariode, y un robusto y experimentado aparato electorero roji-azul]. Pero el gobierno norteamericano, en vez de limpiar su decaída imagen, ha querido jugar al polite guest, que respeta las leyes y la integridad del país, argumentando que sus representantes solo han venido a tomar cafecito con semitas de orilla, cuando en realidad, representan a una fuerza arrogante, históricamente injerencista e hipócrita, que aunque finja hacer malabarismos, siempre tiene el sartén firmemente asido por el mango.


Para los simples ciudadanos del país, resulta insoportablemente trágico y vil, que el golpismo esté manipulando la interpretación de un documento que no admite más que una lectura; pero como la buena fe no comulga con el credo sectario del golpismo, no hay acuerdo, contrato, pacto o arreglo que estén dispuestos a respetar si éste no se les impone de una manera irrefutable. Hoy, las turuncas de plomo siguen navegando sobre las aguas de estas honduras como cayuquitos de juguete, y las oscuras huestes del golpismo pisotean cínicamente el Acuerdo. No hay que ser profeta bíblico, para poder imaginar las consecuencias que esta nueva afrenta al pueblo hondureño puede acarrear a las elecciones calendarizadas para el 29 de este mes. Es por ello que este día, La Resistencia [Frente Nacional de Resistencia Contra el Golpe de Estado] ha dado a conocer su comunicado No. 33, donde establece un plazo perentorio, que finaliza con el último segundo de este día [5 nov.], para restituir al Presidente Zelaya; de no cumplirse la restitución, o vislumbrarse signos inequívocos de progreso, el FNR desconocerá el proceso electoral y sus resultados de manera abierta y definitiva. Es innegable que las imprevisibles consecuencias de tal acción, enhebraran una serie de eventos que no harán más que potenciar la organización, la beligerancia, y la consecución de las metas de La Resistencia, a plazos por determinar.


No debemos desalentarnos, si el FRN no fue el protagonista de la firma del Acuerdo, porque pese a ser un neonato, La Resistencia actual es una fuerza viva que está inventando constantemente maneras de expresarse; es un ente creciente, un organismo palpitante, que no va a detenerse hasta ver al país regido por leyes diferentes, ocupado en una guerra sin cuartel contra la corrupción, y gobernado por personas capaces y honorables, que profesen fervientemente la filosofía de servir a su pueblo, sin ambages ni trucos de prestidigitador.


Encuentro imprescindible apuntar que hablar de La Resistencia es hablar de lucha, es hablar de oposición clara, es hablar de esperanza. Pero por la misma naturaleza de su génesis, y por el alma heterogénea de su membresía, este movimiento nacional no puede pretender la conquista inmediata de todas sus metas en los albores de su existencia. Eso sería sumamente peligroso y contraproducente. Deben trazarse las líneas de acción considerando cada escenario posible, debe planificarse meticulosamente, y debe actuarse en consecuencia. El camino es arduo, complejo, largo, e impostergable. La sola organización del movimiento universal de los hondureños resulta una tarea inmensa, pero no se puede eludir. Si hay algo que se puede agradecer al golpismo, es que preparó el contexto perfecto para integrar a millares de personas, de diversa índole ―que de otra manera permanecerían ajenos― a un movimiento que reivindica los mejores sueños de los hondureños.


Y si usted no es de La Resistencia, piénselo dos veces, porque no podemos permitir que el país siga siendo una especie de “propiedad privada absurda”, que “pertenece” a una élite que por 131 se ha venido autoproclamando, a gritos, como golpista; con una honra y un honor que contradice, profundamente, lo que predica la religión que tan fervientemente practican. Alea iacta est. Amén.

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