martes, 4 de enero de 2011

Una década de refundación

Por Gerardo Torres Zelaya


La humanidad ha cambiado mucho en estos últimos diez años, ha despertado. Los noventas fueron un periodo de silencio asfixiante, en el que solo quedaba contemplar la victoria del egoísmo, del capitalismo y del imperialismo. Algunos movimientos lograron levantarse pero el neoliberalismo lograba mantenerse en la cabeza como única forma posible y como “el fin de la historia”.

Al iniciar el nuevo milenio la olla de presión estalló y la convulsión (tan necesaria para el desarrollo) volvió a acomodarse en la cotidianidad del planeta. En Honduras se creaba en el marco del primero de mayo del 2000 la primera alianza en mucho tiempo entre estudiantes, trabajadores, trabajadoras, pobladores y fuerzas políticas asumiendo el nombre de Bloque Popular.

Poco a poco la organización popular empezó a generar por todo el territorio otras expresiones de unidad. La lucha era siempre antiimperialista y antisistema, luchábamos por la autodeterminación de los pueblos, en contra de los acuerdos comerciales, contra la militarización y nos consolidábamos como un pueblo organizado en contra del avance de la profundización del modelo neo liberal en el gobierno de Maduro que lo quiso vender todo y que gracias a la presión popular, quedo pendiente en muchas cosas.

A nivel global la percepción del mundo también cambio. El ataque del 11 de septiembre del 2011 contra las Torres Gemelas en Nueva York fracciono al mundo en dos corrientes: volvían a aparecer “los buenos” y “los malos”. Washington asumía el discurso de “nosotros” contra “ellos” dejando atrás la fantasía mediaticamente estructurada de que luego del colapso de socialismo soviético ahora todos y todas éramos la misma cosa.

George Bush será recordado por haber iniciado una de las guerras más repudiadas en la historia de la humanidad. Su lucha contra el terrorismo concentró el poder de fuego norteamericano en el Medio Oriente dejando un poco descuidadas otras regiones como América Latina que nunca ha dejado de ser contraria a la política imperial y que estallaba en nuevo proceso de convulsión.

Ni siquiera en los mejores años del movimiento Hippie por la Paz a finales de la década de los 60 se habían movilizado tantas personas en contra de la guerra. Millones salimos a las calles, cada quien en su contexto. Se consolidó un nuevo antiimperialismo y los argumentos del Departamento de Estado se han ido desbaratando desde entonces hasta el reciente escándalo de Wikileaks, demostrando su verdadera naturaleza, esa misma que como bien dice el Che “bestializa a los hombres”.

En esta década que recién despedimos también vimos el colapso del modelo neoliberal y una nueva etapa de desgaste del sistema capitalista que llegó hace tres años a su peor crisis hasta ahora, viendo como su andamiaje se colapsaba frente a los incrédulos ojos de los teóricos de saco y corbata de Wall Street (y otros imitadores regionales) que se dieron cuenta que la historia nunca termina y que la mentira y la especulación también tienen limites.

América latina ha asumido en esta decena la tarea de docente para el mundo entero, derrumbando conceptos obsoletos como la Democracia y los ha vuelto a armar proveyéndolos de nuevas características populares.

Por primera vez en la historia de esta “América Olorosa” como la llamara Neruda con cariño, se ha ganado tanto y de maneras tan irrefutables. La consolidación de nuevos gobiernos con variedad de connotaciones, pero en su esencia antiimperialistas, ha demostrado que las poblaciones quieren algo distinto.

El gobierno de Chávez en Venezuela que se ha sabido enfrentar a la política estadounidense ha llenado de valentía a otros pueblos. El desarrollo partiendo desde adentro y desde los pequeños productores y las alianzas entre trabajadores y trabajadoras que Lula puso en marcha en Brasil ha llenado de nuevos argumentos a la economía que entiende que la administración del Estado es la forma más efectiva de acumulación de recursos y que por lo tanto es absurdo plantearse volverlo privado para regalárselo a un pequeño grupo.

Hace algunos años fue el gobierno de Da Silva el que frenó el avance del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y hoy primero de enero logra una exitosa transición en la que asumirá nuevos compromisos Dilma Rousseff en una toma de posesión libre de golpistas.

Los ejemplos de Ecuador, Bolivia, Argentina, Paraguay y Uruguay han consolidado una política alternativa en América del Sur. Por su parte la Revolución Cubana cumplió 50 años y en estos últimos diez años ha desplegado al ejército más efectivo de todos los tiempos usando uniformes blancos y llevando salud en vez de muerte a los pueblos más desposeídos.

La creación de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), la inauguración del Banco del Sur y el fortalecimientos de estructuras como la Cumbre de los No Alineados y UNASUR dejan bien claro que esta vez la lucha contra el imperio esta llevada con determinación en todos los aspectos que sean necesarios. Este proceso es llevado adelante por gobiernos muy cercanos a los intereses populares que a través de nuevos procesos constitucionales han empezado a crear Estados que buscan tener la justicia y la solidaridad como cimiento.

En Centro América iniciamos la década con la terrible amenaza de las maras, la inseguridad y el narcotráfico. Los gobiernos como siempre entreguistas se dedicaron a sostener un modelo económico y democrático incapaz de solventar los problemas de las mayorías. En vez de buscar respuestas, su única solución fue la de aniquilar a una nueva generación de jóvenes y volver al narcotráfico en la vía para que al menos aparentáramos desarrollo.

Los movimientos armados de los 70 y 80 retomaron su beligerancia política. Los Sandinistas regresaron al poder en Nicaragua de la mano de Daniel Ortega integrándose a la estrategia de avance que se propone desde el bloque de América del sur y el Caribe. El Farabundo Martí de El Salvador desarrollo una impresionante campaña con el comandante Schafik Handal a la cabeza llevando a un nuevo proceso de participación a los y las salvadoreñas, logrando que 4 años más tarde un Mauricio Funes (con un perfil más moderado) arrebatara la presidencia a los asesinos de ARENA.

Costa Rica tuvo su movimiento social más ejemplar con la lucha contra el TLC movilizando y educando a todo un pueblo que aunque en las urnas perdió, dio una cátedra de dignidad y resistencia ante las medidas económicas imperialistas. Guatemala, siempre convulsionada, le ha prestado por primera vez en décadas el control del Estado a un gobierno de centro izquierda que busca a través de la figura de Álvaro Colom revertir las dinámicas excluyentes y conformar un gobierno que al menos garantice una mayor interacción entre las distintas expresiones sociales y políticas de ese tan diverso Estado. Panamá por su parte, ha logrado luego de la resistencia a la Ley Chorizo del año pasado, iniciar un nuevo proceso de unidad entre los y las trabajadoras, un hecho que no se veía con tanta fuerza desde los días de la invasión norteamericana en los 90.

Para aterrizar en Honduras, muchas cosas han cambiado para nosotros y nosotras. Nos enfrentamos al neoliberalismo en muchas formas, creamos en 2006 estructuras como la Coordinadora Nacional de Resistencia Popular que demostró la fuerza que tiene la unidad, como pueblo dejamos de creer en el Bipartidismo y entendimos que la única Democracia posible es la que se crea desde la lucha popular.

El caso del secuestro y expulsión de Manuel Zelaya demostró que quien se atreva a quitar los excesivos derechos de la clase económica gobernante o quien asuma una posición digna frente al imperio se ganara automáticamente el odio visceral de quienes nos pretenden esclavizar, pero también se ganará el respeto de las mayorías que buscan la liberación en cualquier rincón del mundo.

Esta década nos dejo un Golpe de Estado que evidencio lo que por tanto tiempo veníamos denunciando: que la oligarquía en Honduras nunca estuvo dispuesta a compartir sus beneficios, que el Estado de Honduras estaba cautivo, que las Fuerzas Armadas son y serán siempre traidoras del pueblo, que su Democracia era de mentiras porque las mayorías nunca fuimos parte y que la única manera de manejar Honduras es desde la unidad de los distintos sectores.

Este despertar nos ha costado enfrentar la represión que ha asesinado a valientes compañeros y compañeras, cuya entrega es hoy nuestra mayor motivación para seguir adelante hasta vencer.

Ahora nuestro vocabulario se ha ampliado, hablamos de Refundación y la entendemos como la creación de un Estado de Justicia, Equidad y Solidaridad que desconozca y niegue completamente la situación actual de violencia y exclusión.

La oligarquía en Honduras por fin tiene un enemigo al cual temer y es nuestra responsabilidad que esta vez la victoria sea definitiva. La generación, sin distingo de edad, que inicia este 2011 en Resistencia tiene un compromiso gigantesco con el futuro.

Esta década que inicia deberá ser de refundación y la Resistencia Popular hondureña ahora debe caminar hacia la propuesta política que deberá ser siempre revolucionaria para esquivar tanto las trampas reformistas como las románticas, las oportunistas, los prejuicios, el comodismo, la indisciplina y la falta de visión en la construcción de un poder popular con la capacidad de administrar el estado, sacar adelante la economía y dar respuestas a los problemas reales del día a día de la población.

Se acabo una década que retomó la batalla de los que lo tienen todo y los desposeídos que cada vez se organizan más. Esta nueva década inicia con varios enfrentamientos entre la esperanza y la barbarie.

Nadie sabe lo que estará haciendo en diez años, de lo único que tenemos certeza es de lo que podamos hacer hoy.



Gerardo Torres Zelaya

Secretario General Organización Política Los Necios (OPLN)

Comisión Internacional Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP)

1ro de Enero, 2011.
El iniciar un año siempre trae consigo una serie de esperanzas, promesas e ilusiones y por supuesto que en el caso del 2011 no es distinto. Al pasar la frontera de las 12 de la medianoche, Honduras inició un nuevo año en medio de lo que puede llegar a convertirse en el momento más importante de su historia política y al mismo tiempo despidió una década inolvidable.

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