El arribo a Honduras de Alvaro Uribe y la recepción como héroe brindada por el actual gobierno, señala una vez más la actitud del continuismo al golpe de Estado que existe por parte de la administración de Pepe Lobo.
A pesar del maquillaje brindado por la gran mayoría de los medios de comunicación del continente al violento Alvaro Uribe, el que han convertido en un siniestro paladín de la "democracia", las cifras hablan por sí solas: 4.5 millones de desplazados, 5.3 millones de hectáreas de tierra arrebatadas a sus dueños, 68% de la población sumidos en la pobreza, y 38.255 desaparecidos en los últimos tres años.
En el año 2004, la revista estadounidense Newsweek publicó un articulo donde señalaba que en el año 1991 el Departamento de Defensa consideraba a Alvaro Uribe como parte del Cartel de Medellín (1). Las acusaciones en referencia a la participación de Uribe en el fenómeno del narcotráfico viene circulando desde los años 90, cuando se desempeño como jefe de la Aeronáutica Civil en Medellin, proporcionado licencias a pilotos y naves ligadas al negocio de Pablo Escobar Uribe, con el cual su padre tuvo una estrecha relación comercial y personal.
En la biografía que escribieron los periodistas Joseph Contreras y Fernando Garavito intitulada "El Señor de las Sombras" (2), salen a relucir muy bien documentadas las conexiones entre narcos y Uribe, además de su estrecha vinculación con los paramilitares y la violencia establecida en las zonas agrícolas más productivas de ese país, tierras que pasaron a manos de los señores de la guerra.
La condecoración que se le otorgará a Uribe por intermedio del Congreso Nacional, se convertirá en una burla a los derechos humanos, siendo un acto premeditado para exacerbar las fisuras existentes en nuestro país.
La sangre de los masacrados en el Tumbador se encuentra fresca, y el paramilitarismo establecido en el Bajo Aguan, tiene la firma de Uribe y su modelo palmero. El Banco Mundial y otras instituciones financieras vienen valorando más la producción de agrocombustibles que de la alimentos, apostando a la concentración de la tierra como una forma más "eficaz de producción".
El modelo palmero colombiano que se está imitando en Honduras tiene todos los ingredientes de una guerra civil a largo plazo, con un resultado de concentración de la tenencia de la tierra, que ya de por si ha alcanzado niveles insostenible en ciertas partes del país.
La catástrofe que se vive en Colombia se está replicando en Honduras a pasos agigantados, siendo el golpe de estado el catalizador de las contradicciones y la inclinación de la elite de poder por una salida violenta a los conflictos sociales acumulados en las últimas décadas.
El Plan Colombia y su gemelo la Iniciativa Mérida son parte de la ocupación militar del continente, a través de la presencia de bases militares estadounidenses y la utilización de los ejércitos "nacionales" de intervención. La excusa del narcotráfico simplemente sirve para militarizar al mismo tiempo crear desplazamientos territoriales en zonas claves donde existen yacimientos de hidrocarburos o la producción de agrocombustibles.
Por supuesto que Uribe puede aportar soluciones macabras a la crisis nacional: desde asesoramiento en intervención electrónica de llamadas, hasta la organización de grupos de exterminio, al mismo tiempo que sus consejos como asesor jurídico servirán para diluir cualquier posible incriminación en crímenes relacionados con las masacres que suscita el imperio para preservar sus privilegios.
Las condecoraciones y alabanzas que se destinan al ubérrimo por parte del Congreso Nacional, al ser el primero en romper el aislamiento al que se ha visto expuesto Honduras después del golpe de estado, son parte de la errática política de actual gobierno para obtener el reconocimiento internacional. La visita de Uribe parece ser que contribuirá a que Jim DeMint y el Partido del Tea (futuros amos del Comité de Relaciones exteriores de los Estados Unidos), confieran a Honduras el estatus de País libre asociado con que sueña una gran parte de la oligarquía hondureña, en especial para aquellos miembros del Congreso Nacional que participaron en el golpe de estado.
La cultura de la violencia que encarna Alvaro Uribe, va más allá de la guerra librada en contra de ejércitos irregulares en Colombia, terminando como en las películas del medio oeste del Hollywood clásico, en un sheriff asesino convertido en héroe donde rufianes e indios no son más que extras condenados a morir en nombre del orden y el desarrollo. En Honduras tenemos varias replicas que pueden llagar a ser más violentas que el colombiano, y por supuesto cuentan con la bendición de la administración Obama, la que fue capaz de vender la democracia a cambio de la ratificación de Andrés Valenzuela.
Esta claro que si Hitler resucitara, el honorable Congreso Nacional de Honduras también lo condecoraría.
La Ceiba 22 de Noviembre del 2010
OFRANEH
Organizacion Fraternal Negra Hondureña
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