Edmundo Orellana
La convocatoria al diálogo debió ser el primer acto del gobierno nacionalista, porque asumió en medio de una crisis provocada, fundamentalmente, por la intolerancia y la intransigencia. El gobierno perdió tiempo precioso haciendo otras cosas. Todas contrarias a las que el sentido común aconseja.
En primer lugar, aprobó un plan de nación sin considerar la crisis generada el 28 de junio del año recién pasado, sordo a los reclamos de quienes protestaban en las calles contra lo acontecido; el diseño de país contenido en ese documento no es consecuencia de la realidad sobre la cual, se supone, debe construirse nuestro futuro. En segundo lugar, se concentró en cuestiones meramente administrativas, mientras el país es flagelado por los efectos de la crisis global y la local, indiferente ante el crecimiento desproporcionado de los problemas seculares y ante la presencia de esa impresionante masa humana que desde las calles exigía transformaciones radicales para enfrentarlos. En cuarto lugar, prefirió cerrar filas con los mismos para hacer gobierno, desconociendo las demandas de un gobierno de unidad nacional como única opción para hacer frente a la crisis. En quinto lugar, su irreverente actitud frente a la comunidad internacional, despreciando los esfuerzos que esta hacía para contribuir con los hondureños en la identificación de opciones que permitiesen a Honduras un rápido retorno a su seno. En sexto lugar, ignorar la importancia de los grupos regionales del continente y su influencia en los organismos del sistema interamericano y del sistema internacional, y rechazar con arrogancia y frases despectivas las posiciones de los miembros de estos grupos. En séptimo lugar, su indiferencia ante las decisiones del Consejo Permanente de la OEA.
Estos y otros eventos han jugado en contra del gobierno, que se ha visto obligado a seguir una agenda impuesta por los acontecimientos del momento, postergando los objetivos del buen gobierno. Su quehacer fundamental es la defensa, la reacción. Lo accidental se impone a lo esencial.
La única iniciativa importante, por su trascendencia, es la del dialogo. Y por eso debe aplaudirse. Sin embargo, se teme que esté condenada al fracaso, perdiéndose la oportunidad de impulsar la única opción viable para encontrar las afinidades y aproximar las diferencias entre los dos grandes grupos en que se ha dividido la familia hondureña.
El diálogo no ha comenzado y ya la agenda la impuso, otra vez, lo coyuntural. Los sectores que condenan el Golpe de Estado condicionan el dialogo. Los que estuvieron de acuerdo reprueban esta actitud. Ese es el tema que domina la iniciativa.
La causa es un error más del gobierno. Invitó a la Resistencia, pero no dirigió la invitación a quien ésta reconoce como líder supremo y representante legítimo, al ex Presidente Zelaya. Cualquiera que sea el motivo de su actuación, el hecho incontrastable es que el dialogo está a punto de fracasar.
El Directorio de la Resistencia Liberal aceptó la invitación únicamente para plantearle al gobierno que mientras el ex Presidente Zelaya no retorne al país con plenas garantías sobre su dignidad e integridad personal, el diálogo es imposible.
Esa es la condición. De no cumplirla, el gobierno seguirá como hasta ahora, atrapado en el pantano de las circunstancias.
Fuente: Vos el soberano - latribuna.hn
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