El tema que queremos destacar en esta semana es el diálogo realizado por Porfirio Lobo Sosa con diferentes sectores sociales acerca de la petición, respaldada por más un millón de firmas, para que se realice una Asamblea Nacional Constituyente en el país.
Una primera constatación es que los diferentes grupos convocados y que accedieron al “diálogo presidencial” nos ofrecieron una especie de “radiografía política” nacional. Cada quien acudió con una propuesta de acuerdo a la posición que ocupa en el campo político y el proyecto socio-político que pretende hegemonizar y consensuar a nivel de sociedad. Fueron básicamente tres posturas las que se destacaron: aquella que se cierra a todo tipo de cambio, la que propugna pequeños cambios sin mayor incidencia social y la que propone un cambio amplio, tanto, en lo constitucional como en lo social y político.
Primeramente, recogemos aquella que identifica a los grupos de poder, que propone el mantenimiento y continuidad con la situación actual; rechazan cualquier cambio constitucional, de la forma de gobierno o del sistema económico. Al mismo tiempo pretenden, como en una jugada a dos bandas, neutralizar y suprimir a sus opositores políticos. La ejemplifican los grupos de poder económico como el COHEP, la ANDI y FOPRIDEH; igualmente, su brazo político, la Unión Cívica Democrática, más conocida como las camisetas blancas y que fueron los mayores activistas del “golpe de estado y del micheletismo”: “El tema de la Constituyente no es prioridad para el pueblo porque ni siquiera sabe lo que es, ni siquiera los que la piden saben qué es lo que quieren. La gente no come constitución ni come decretos”. Su pensar se resume en el lema gritado en todas sus marchas: Constitución, sí; Constituyente, no”.
Una segunda postura se centra en reformar el artículo 5 de la constitución para poner en uso los mecanismos de consulta popular, o de “democracia directa”, tales como el referendum y el plebiscito; el poder quitar los candados que les han puesto para neutralizarlos y hacerlos inoperantes. Representa a grupos intermedios de la sociedad civil que desviando el tema central de la Constituyente pretende mantener la cuota de poder que tienen o establecer alianzas futuras para mejorar su posición social.
La tercera postura, vendría representada por los sectores que buscan un cambio amplio y profundo más allá del formalismo y del efecto mediático que pueda tener. Piden convocar una ANC (=Asamblea Nacional Constituyente) con representación popular; el derecho del pueblo a decidir su futuro; el retorno de Mel Zelaya y la separación de los golpistas, entre otras demandas.
Es bueno subrayar que estas tres posturas se consolidaron en torno al golpe de estado y los resultados del mismo. Los vencedores se ubican en torno a la primera postura; de ahí su negativa a todo tipo de cambio. No quieren interferencias de tipo político o social. Han logrado que su proyecto empresarial se imponga a toda la sociedad, no solamente mediante el golpe de estado sino también con la “ley anticrisis o del empleo temporal”. Los vencidos, en cambio, tratan de invertir el orden de prioridades haciendo que los grupos de poder democraticen sus intereses económicos y políticos para evitar que la crisis y la polarización social sean incontrolables.
Es cierto que Porfirio Lobo Sosa aún no ha terminado su trabajo, pero es muy claro que hay un largo camino a recorrer si queremos pasar de un “diálogo presidencial a un diálogo nacional” donde no sea la relación de fuerza y de poder la que determine el rumbo de un país que necesita orientarse por la inclusión y la democracia.
Una primera constatación es que los diferentes grupos convocados y que accedieron al “diálogo presidencial” nos ofrecieron una especie de “radiografía política” nacional. Cada quien acudió con una propuesta de acuerdo a la posición que ocupa en el campo político y el proyecto socio-político que pretende hegemonizar y consensuar a nivel de sociedad. Fueron básicamente tres posturas las que se destacaron: aquella que se cierra a todo tipo de cambio, la que propugna pequeños cambios sin mayor incidencia social y la que propone un cambio amplio, tanto, en lo constitucional como en lo social y político.
Primeramente, recogemos aquella que identifica a los grupos de poder, que propone el mantenimiento y continuidad con la situación actual; rechazan cualquier cambio constitucional, de la forma de gobierno o del sistema económico. Al mismo tiempo pretenden, como en una jugada a dos bandas, neutralizar y suprimir a sus opositores políticos. La ejemplifican los grupos de poder económico como el COHEP, la ANDI y FOPRIDEH; igualmente, su brazo político, la Unión Cívica Democrática, más conocida como las camisetas blancas y que fueron los mayores activistas del “golpe de estado y del micheletismo”: “El tema de la Constituyente no es prioridad para el pueblo porque ni siquiera sabe lo que es, ni siquiera los que la piden saben qué es lo que quieren. La gente no come constitución ni come decretos”. Su pensar se resume en el lema gritado en todas sus marchas: Constitución, sí; Constituyente, no”.
Una segunda postura se centra en reformar el artículo 5 de la constitución para poner en uso los mecanismos de consulta popular, o de “democracia directa”, tales como el referendum y el plebiscito; el poder quitar los candados que les han puesto para neutralizarlos y hacerlos inoperantes. Representa a grupos intermedios de la sociedad civil que desviando el tema central de la Constituyente pretende mantener la cuota de poder que tienen o establecer alianzas futuras para mejorar su posición social.
La tercera postura, vendría representada por los sectores que buscan un cambio amplio y profundo más allá del formalismo y del efecto mediático que pueda tener. Piden convocar una ANC (=Asamblea Nacional Constituyente) con representación popular; el derecho del pueblo a decidir su futuro; el retorno de Mel Zelaya y la separación de los golpistas, entre otras demandas.
Es bueno subrayar que estas tres posturas se consolidaron en torno al golpe de estado y los resultados del mismo. Los vencedores se ubican en torno a la primera postura; de ahí su negativa a todo tipo de cambio. No quieren interferencias de tipo político o social. Han logrado que su proyecto empresarial se imponga a toda la sociedad, no solamente mediante el golpe de estado sino también con la “ley anticrisis o del empleo temporal”. Los vencidos, en cambio, tratan de invertir el orden de prioridades haciendo que los grupos de poder democraticen sus intereses económicos y políticos para evitar que la crisis y la polarización social sean incontrolables.
Es cierto que Porfirio Lobo Sosa aún no ha terminado su trabajo, pero es muy claro que hay un largo camino a recorrer si queremos pasar de un “diálogo presidencial a un diálogo nacional” donde no sea la relación de fuerza y de poder la que determine el rumbo de un país que necesita orientarse por la inclusión y la democracia.
Fuente: Vos el soberano
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