Gustavo Zelaya
Una de las pestes que nos azotan, con mayor reciedumbre desde el golpe de estado es la exigencia de respetar las opiniones y las explicaciones de los analistas, especialmente si alguien cree que son objetivas y alejadas de sesgos ideológicos o partidarios. Muchos de ellos, cargados de considerable vanidad, anotan al final de sus análisis el listado de títulos y honores recibidos y, por supuesto, libros publicados y traducidos en distintos idiomas, desde el inglés hasta el arameo. O incluyen en sus artículos la cantidad de conferencias que van a impartir y su falta de tiempo para contestar opiniones parciales de lectores ignorantes que no pudieron entender cómo es la realidad, o de ciertos eventos políticos que sólo ellos pueden interpretar y explicar correctamente, mientras decretan la incapacidad del resto de la humanidad para debatir objetivamente. En los últimos días la cuestión es más notoria debido a la participación de liberales en un gobierno que hasta ahora se ha mostrado claramente como otro capítulo del golpe de estado. De ellos se ha mencionado a Jorge Reina Idiáquez y a udeistas en la dirección del INA: Cesar Ham y Esequias Doblado, para más señas. Igualmente, la disputa se enriquece mucho más con el tema de los liberales en la Resistencia Nacional. Es bien seguro que sin la participación de ellos este movimiento sería muy débil. Se trata de cómo convivir entre las distintas expresiones de resistencia que se han desarrollado; es que no sólo son los mayoritarios liberales también están los del Pinu, los de UD que no siguen a Ham, la izquierda de origen marxista o los cristianos en resistencia. Convivir y trabajar mucho, luchar juntos por superar la situación injusta y represiva, eso es lo que tenemos que hacer todos lo de esta lista y los que olvidé anotar. Sobre todo, como lo acaba de decir Candelario Reyes:“El problema, no es ser liberal o católico, el problema es ser auténtico, del lado que nos toque. Lo que no sea auténtico, caerá por su peso”.
Ya hemos visto cómo responden esos funcionarios de Pepe Lobo, liberales y udeistas, cuando se intenta cuestionar lo que afirman y hacen, lean estos botones de muestra: Esequías Doblado respondiendo a Oscar Amaya: “Pero, si le digo algo, me gustaría invitarlo a mi casa y vera que lo que mas valor tiene en ella entre todas la cosas que poseo es mi pequeña biblioteca, Fíjese que muchos de mis libros cuestan hasta más de tres mil lempiras… También me es indiferente lo que digan los que considero están equivocados, aunque sean millones; y sólo yo crea que hago lo correcto… yo no me creo intelectual, pero, si viera mi curriculum vera, que he ganado premios escribiendo ensayos, uno en Guatemala y dos en Honduras, y no creo que sea intelectual, en los términos que usted lo entiende, le confieso que no se cómo se mide eso de ser intelectual, lo que sí puedo medir es la ignorancia de uno que otro que se refiere a mí. Y eso del cargo en el INA, es una estrategia del partido”. O el ejemplo del diplomático del gobierno actual, Roberto Quesada, según confesó cuando dijo que con Jorge Reina estaban preparando la visita del Canciller Canahuati a la ONU; palabras de Quesada: "El problema de la resistencia es que hay demasiados “comandantes". Al final puede pasar como en El Salvador que terminaron matándose entre sí, incluso, asesinaron a Roque Dalton todo por el ostracismo de creer sus “verdades" como absolutas. Últimamente no opino en este foro porque temo que empiecen a dispararme injustamente, olvidándose de todo el trabajo que he hecho por una mejor Honduras desde que era adolescente”. Terminan el debate con frases lapidarias y que nadie más diga algo. Tanta modestia concentrada no tiene ninguna diferencia con la forma en que expresan su bagaje y su agrandado ego analistas como Juan Ramón Martínez, Ramón Villeda Bermúdez o Segisfredo Infante. Tal vez tengan algunas diferencias ideológicas con éstos tres últimos pero la vanidad brota a borbotones y en esto son idénticos. El mundo entero puede estar en el error menos ellos. Así es de personalizado el asunto y nadie debe extrañarse: son individuos con sus intereses los que participamos en las discusiones, y aquí también dejamos rastro de nuestra personalidad.
La molestia de muchos da a entender que no debe personalizarse la discusión porque causa fraccionamiento y mucho escozor, que no hay que mencionar nombres ya que el asunto es de clases sociales, golpes de estado y temas que atañen a todos los que habitamos Honduras. Hay que entender que las clases sociales están compuestas por individuos específicos, que eso que llamamos clase política es una simple abstracción utilizada por medios oligárquicos y que contiene a diversos actores políticos; clase, sociedad, nación, son categorías históricas que representan algo y están sujetas a cambios; que el atraso nacional está vinculado a gobernantes con nombre y apellido, que la corrupción es efectuada por personas particulares. En fin, que no es cierto que en Honduras todos somos culpables de lo que ocurre, que todos tenemos que ver con el saqueo de los fondos públicos, o que todos somos responsables de la corrupción y la delincuencia. Ese “todos somos”, o “los hondureños somos”, “los intereses patrios”, no es más que una forma de encubrir culpables y de repartir responsabilidades para evadir y ocultar a los verdaderos responsables del atraso y la injusticia. Y el asunto toma matices xenófobos cuando se afirma que los problemas del país competen solamente a hondureños, y aquí se nota más el atraso político de algunos al dejar de lado el carácter interdependiente de las relaciones sociales y entre los países, o entre las personas y nos mostramos reaccionarios de la peor especie cuando no somos capaces de ver la necesidad de la solidaridad entre los pueblos y los individuos de Nuestra América.
Por otro lado, algunos participantes de medios electrónicos se han indignado por el tono de los artículos de Ida Garberi y las reacciones de Igor Calvo, se les pide mesura y respeto. Debido a mis limitaciones tal vez no puedo utilizar los mismos términos de ellos o la forma de poner las cosas en su lugar al estilo de Samuel Trigueros, exponer con la claridad de Ricardo Salgado, o la arrolladora y honesta pasión de Candelario Reyes, pero no discrepo en absoluto con ellos en los asuntos de fondo. Si estoy seguro que en los problemas nacionales y en el rumbo violento que se le ha puesto a la actividad social, frente a tantas muertes en el país, frente a la represión en el Aguan, nadie puede exigir prudencia o imparcialidad en el análisis. Claro que debe haber pasión y bien fundamentada al tratar con la barbarie. Y debe haber parcialidad si realmente nos creemos portadores de ideales de justicia. En lo particular estoy de lado del Frente Nacional de Resistencia Popular y no hasta cierta etapa del camino, y lo que he puedo escribir está lleno de un total interés y parcialismo hacia esa lucha por la constituyente como paso inmediato, nada más que eso, como un medio que podría permitir edificar una sociedad que supere las condiciones injustas que impone el capitalismo neoliberal. Es posible que de eso se trate: superar ese sistema para construir algo superior y diferente. Así ha sido y será mi participación: desde mi subjetividad, limitada, parcializada, interesada. Intentando colectar piedritas para ponerlas en los zapatos de alguien y en los míos, incomodando y preguntando ¿por qué las cosas no pueden ser de otra forma?
Que todo lo anterior sirva para mencionar uno de los supuestos centrales del debate y es también un concepto nacido con la formación de la sociedad moderna y con las ideas liberales que fundamentan al pensamiento moderno, capitalista, me refiero a la tolerancia. Ya que eso es lo que se pide cuando se intenta convivir con y junto a otros. Se dice, pues, que hay que ser tolerantes ante las diferentes opiniones como si fuera un valor moral absoluto. Aquí es donde tengo mis dudas ya que la tradición da a entender que la tolerancia es algo natural y con validez universal, pero no nos hablan de ella como un fenómeno social e histórico. Por ello, el tolerante es el que respeta la armonía de las creencias religiosas, de las ideas políticas y las opiniones opuestas en los vínculos entre individuos. Hay que tolerar las diferencias y esto significa que tenemos que suponer que los discursos y las opiniones son iguales e idénticos. Igual de respetables.
Pero si seguimos esta concepción de la tolerancia tendríamos que anular toda la intención crítica y cuestionadora de la práctica y la teoría política, ya que todas las opiniones se convierten en verdades. Al mejor estilo de los sofistas: todas las expresiones individuales son válidas, por tanto, cada quien elabora su propia versión de la realidad y esto debe respetarse. Pero apegarse a la idea de que las opiniones deben respetarse implica dificultades y argumentar en defensa de una tesis de este tipo es muy difícil.
Supongamos que junto con otras personas pensamos distinto y nos oponemos a las ideas dominantes, ¿tal diferencia debo manifestarla o tengo que ocultarla? Si concebimos la tolerancia de ese modo la existencia se encontraría en peligro. Hay más problemas todavía: debemos tolerar todas las opiniones, o la forma en que nos han gobernado hasta condenarnos al atraso y a la dependencia ¿esto debe ser tolerado y respetado? Da la impresión que en la polémica hay que mantener cierto recato y ser amables con los viejos y nuevos políticos tradicionales, respetar la tradición y las buenas costumbres para afirmarnos como seres civilizados. Y esta es una de las formas más viles de evadir la crítica, hace a muchos ser respetuosos de las canas y obliga a guardar la opinión personal, para que nadie se incomode y se disguste cuando lo contradecimos.
De ese modo se ha creado en muchos una idea falsa de la tolerancia y ha servido de abono a la formación del discurso totalitario. Hay que considerar que la noción de tolerancia contiene una negación de lo que se tolera, lo que hemos rechazado primero se sometió a un proceso crítico pero no para despreciar y aplastar al contrario, sino como relación con el otro, con el que piensa distinto, conviviendo con otros y construyendo nuevos lazos a través del conocimiento de otras ideas, intercambiándolas, elaborando nuevas visiones del mundo. Entendiendo también que esas ideas opuestas, parecidas, antagónicas, diferentes, están en el mundo no para ser absolutamente respetadas, existen para la discusión, para debatirlas y contrarrestarlas. De otro modo se convierten en dogmas cerrados y esto sí es grave, sobre todo si ocurre con las ideas políticas y las dejamos en manos del experto como asunto privado. Así ha ocurrido con los partidos tradicionales en donde el líder y el caudillo secuestran conceptos, gobiernos y países enteros. Debemos tener bien claro que no somos propietarios de lo que pensamos ya que nos formamos envueltos en múltiples interrelaciones personales y sociales, y que en esa red no todas las ideas son respetables, lo único que merece respeto son las personas.
Eso que llamamos tolerancia requiere de un ámbito que contenga ideas intolerables, un lugar social en donde se descubra y se indique qué clase de propuestas, de concepciones y prácticas sociales no pueden ser toleradas: las prácticas racistas, la violencia, la corrupción, la miseria generada por gobiernos puestos al servicio de grupos privilegiados, la tortura y la muerte provocada por el terror estatal. No hay manera de tolerar la angustia que padece la mayor parte del pueblo por el bocado del día siguiente, ni la represión que promueve el Estado para mantener la injusticia y la exclusión.
3 de abril de 2010
.
Una de las pestes que nos azotan, con mayor reciedumbre desde el golpe de estado es la exigencia de respetar las opiniones y las explicaciones de los analistas, especialmente si alguien cree que son objetivas y alejadas de sesgos ideológicos o partidarios. Muchos de ellos, cargados de considerable vanidad, anotan al final de sus análisis el listado de títulos y honores recibidos y, por supuesto, libros publicados y traducidos en distintos idiomas, desde el inglés hasta el arameo. O incluyen en sus artículos la cantidad de conferencias que van a impartir y su falta de tiempo para contestar opiniones parciales de lectores ignorantes que no pudieron entender cómo es la realidad, o de ciertos eventos políticos que sólo ellos pueden interpretar y explicar correctamente, mientras decretan la incapacidad del resto de la humanidad para debatir objetivamente. En los últimos días la cuestión es más notoria debido a la participación de liberales en un gobierno que hasta ahora se ha mostrado claramente como otro capítulo del golpe de estado. De ellos se ha mencionado a Jorge Reina Idiáquez y a udeistas en la dirección del INA: Cesar Ham y Esequias Doblado, para más señas. Igualmente, la disputa se enriquece mucho más con el tema de los liberales en la Resistencia Nacional. Es bien seguro que sin la participación de ellos este movimiento sería muy débil. Se trata de cómo convivir entre las distintas expresiones de resistencia que se han desarrollado; es que no sólo son los mayoritarios liberales también están los del Pinu, los de UD que no siguen a Ham, la izquierda de origen marxista o los cristianos en resistencia. Convivir y trabajar mucho, luchar juntos por superar la situación injusta y represiva, eso es lo que tenemos que hacer todos lo de esta lista y los que olvidé anotar. Sobre todo, como lo acaba de decir Candelario Reyes:“El problema, no es ser liberal o católico, el problema es ser auténtico, del lado que nos toque. Lo que no sea auténtico, caerá por su peso”.
Ya hemos visto cómo responden esos funcionarios de Pepe Lobo, liberales y udeistas, cuando se intenta cuestionar lo que afirman y hacen, lean estos botones de muestra: Esequías Doblado respondiendo a Oscar Amaya: “Pero, si le digo algo, me gustaría invitarlo a mi casa y vera que lo que mas valor tiene en ella entre todas la cosas que poseo es mi pequeña biblioteca, Fíjese que muchos de mis libros cuestan hasta más de tres mil lempiras… También me es indiferente lo que digan los que considero están equivocados, aunque sean millones; y sólo yo crea que hago lo correcto… yo no me creo intelectual, pero, si viera mi curriculum vera, que he ganado premios escribiendo ensayos, uno en Guatemala y dos en Honduras, y no creo que sea intelectual, en los términos que usted lo entiende, le confieso que no se cómo se mide eso de ser intelectual, lo que sí puedo medir es la ignorancia de uno que otro que se refiere a mí. Y eso del cargo en el INA, es una estrategia del partido”. O el ejemplo del diplomático del gobierno actual, Roberto Quesada, según confesó cuando dijo que con Jorge Reina estaban preparando la visita del Canciller Canahuati a la ONU; palabras de Quesada: "El problema de la resistencia es que hay demasiados “comandantes". Al final puede pasar como en El Salvador que terminaron matándose entre sí, incluso, asesinaron a Roque Dalton todo por el ostracismo de creer sus “verdades" como absolutas. Últimamente no opino en este foro porque temo que empiecen a dispararme injustamente, olvidándose de todo el trabajo que he hecho por una mejor Honduras desde que era adolescente”. Terminan el debate con frases lapidarias y que nadie más diga algo. Tanta modestia concentrada no tiene ninguna diferencia con la forma en que expresan su bagaje y su agrandado ego analistas como Juan Ramón Martínez, Ramón Villeda Bermúdez o Segisfredo Infante. Tal vez tengan algunas diferencias ideológicas con éstos tres últimos pero la vanidad brota a borbotones y en esto son idénticos. El mundo entero puede estar en el error menos ellos. Así es de personalizado el asunto y nadie debe extrañarse: son individuos con sus intereses los que participamos en las discusiones, y aquí también dejamos rastro de nuestra personalidad.
La molestia de muchos da a entender que no debe personalizarse la discusión porque causa fraccionamiento y mucho escozor, que no hay que mencionar nombres ya que el asunto es de clases sociales, golpes de estado y temas que atañen a todos los que habitamos Honduras. Hay que entender que las clases sociales están compuestas por individuos específicos, que eso que llamamos clase política es una simple abstracción utilizada por medios oligárquicos y que contiene a diversos actores políticos; clase, sociedad, nación, son categorías históricas que representan algo y están sujetas a cambios; que el atraso nacional está vinculado a gobernantes con nombre y apellido, que la corrupción es efectuada por personas particulares. En fin, que no es cierto que en Honduras todos somos culpables de lo que ocurre, que todos tenemos que ver con el saqueo de los fondos públicos, o que todos somos responsables de la corrupción y la delincuencia. Ese “todos somos”, o “los hondureños somos”, “los intereses patrios”, no es más que una forma de encubrir culpables y de repartir responsabilidades para evadir y ocultar a los verdaderos responsables del atraso y la injusticia. Y el asunto toma matices xenófobos cuando se afirma que los problemas del país competen solamente a hondureños, y aquí se nota más el atraso político de algunos al dejar de lado el carácter interdependiente de las relaciones sociales y entre los países, o entre las personas y nos mostramos reaccionarios de la peor especie cuando no somos capaces de ver la necesidad de la solidaridad entre los pueblos y los individuos de Nuestra América.
Por otro lado, algunos participantes de medios electrónicos se han indignado por el tono de los artículos de Ida Garberi y las reacciones de Igor Calvo, se les pide mesura y respeto. Debido a mis limitaciones tal vez no puedo utilizar los mismos términos de ellos o la forma de poner las cosas en su lugar al estilo de Samuel Trigueros, exponer con la claridad de Ricardo Salgado, o la arrolladora y honesta pasión de Candelario Reyes, pero no discrepo en absoluto con ellos en los asuntos de fondo. Si estoy seguro que en los problemas nacionales y en el rumbo violento que se le ha puesto a la actividad social, frente a tantas muertes en el país, frente a la represión en el Aguan, nadie puede exigir prudencia o imparcialidad en el análisis. Claro que debe haber pasión y bien fundamentada al tratar con la barbarie. Y debe haber parcialidad si realmente nos creemos portadores de ideales de justicia. En lo particular estoy de lado del Frente Nacional de Resistencia Popular y no hasta cierta etapa del camino, y lo que he puedo escribir está lleno de un total interés y parcialismo hacia esa lucha por la constituyente como paso inmediato, nada más que eso, como un medio que podría permitir edificar una sociedad que supere las condiciones injustas que impone el capitalismo neoliberal. Es posible que de eso se trate: superar ese sistema para construir algo superior y diferente. Así ha sido y será mi participación: desde mi subjetividad, limitada, parcializada, interesada. Intentando colectar piedritas para ponerlas en los zapatos de alguien y en los míos, incomodando y preguntando ¿por qué las cosas no pueden ser de otra forma?
Que todo lo anterior sirva para mencionar uno de los supuestos centrales del debate y es también un concepto nacido con la formación de la sociedad moderna y con las ideas liberales que fundamentan al pensamiento moderno, capitalista, me refiero a la tolerancia. Ya que eso es lo que se pide cuando se intenta convivir con y junto a otros. Se dice, pues, que hay que ser tolerantes ante las diferentes opiniones como si fuera un valor moral absoluto. Aquí es donde tengo mis dudas ya que la tradición da a entender que la tolerancia es algo natural y con validez universal, pero no nos hablan de ella como un fenómeno social e histórico. Por ello, el tolerante es el que respeta la armonía de las creencias religiosas, de las ideas políticas y las opiniones opuestas en los vínculos entre individuos. Hay que tolerar las diferencias y esto significa que tenemos que suponer que los discursos y las opiniones son iguales e idénticos. Igual de respetables.
Pero si seguimos esta concepción de la tolerancia tendríamos que anular toda la intención crítica y cuestionadora de la práctica y la teoría política, ya que todas las opiniones se convierten en verdades. Al mejor estilo de los sofistas: todas las expresiones individuales son válidas, por tanto, cada quien elabora su propia versión de la realidad y esto debe respetarse. Pero apegarse a la idea de que las opiniones deben respetarse implica dificultades y argumentar en defensa de una tesis de este tipo es muy difícil.
Supongamos que junto con otras personas pensamos distinto y nos oponemos a las ideas dominantes, ¿tal diferencia debo manifestarla o tengo que ocultarla? Si concebimos la tolerancia de ese modo la existencia se encontraría en peligro. Hay más problemas todavía: debemos tolerar todas las opiniones, o la forma en que nos han gobernado hasta condenarnos al atraso y a la dependencia ¿esto debe ser tolerado y respetado? Da la impresión que en la polémica hay que mantener cierto recato y ser amables con los viejos y nuevos políticos tradicionales, respetar la tradición y las buenas costumbres para afirmarnos como seres civilizados. Y esta es una de las formas más viles de evadir la crítica, hace a muchos ser respetuosos de las canas y obliga a guardar la opinión personal, para que nadie se incomode y se disguste cuando lo contradecimos.
De ese modo se ha creado en muchos una idea falsa de la tolerancia y ha servido de abono a la formación del discurso totalitario. Hay que considerar que la noción de tolerancia contiene una negación de lo que se tolera, lo que hemos rechazado primero se sometió a un proceso crítico pero no para despreciar y aplastar al contrario, sino como relación con el otro, con el que piensa distinto, conviviendo con otros y construyendo nuevos lazos a través del conocimiento de otras ideas, intercambiándolas, elaborando nuevas visiones del mundo. Entendiendo también que esas ideas opuestas, parecidas, antagónicas, diferentes, están en el mundo no para ser absolutamente respetadas, existen para la discusión, para debatirlas y contrarrestarlas. De otro modo se convierten en dogmas cerrados y esto sí es grave, sobre todo si ocurre con las ideas políticas y las dejamos en manos del experto como asunto privado. Así ha ocurrido con los partidos tradicionales en donde el líder y el caudillo secuestran conceptos, gobiernos y países enteros. Debemos tener bien claro que no somos propietarios de lo que pensamos ya que nos formamos envueltos en múltiples interrelaciones personales y sociales, y que en esa red no todas las ideas son respetables, lo único que merece respeto son las personas.
Eso que llamamos tolerancia requiere de un ámbito que contenga ideas intolerables, un lugar social en donde se descubra y se indique qué clase de propuestas, de concepciones y prácticas sociales no pueden ser toleradas: las prácticas racistas, la violencia, la corrupción, la miseria generada por gobiernos puestos al servicio de grupos privilegiados, la tortura y la muerte provocada por el terror estatal. No hay manera de tolerar la angustia que padece la mayor parte del pueblo por el bocado del día siguiente, ni la represión que promueve el Estado para mantener la injusticia y la exclusión.
3 de abril de 2010
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario