sábado, 20 de marzo de 2010

Si el Congreso…

Efrén D. Falcón

Si el Congreso Nacional de la República, hiciera su trabajo y estuviera a la altura del momento histórico que vive el país —duro de imaginar si se consideran las circunstancias en que fueron electos los congresistas—, ya habría nombrado nuevos magistrados para la Corte Suprema de Justicia. Después de las actuaciones de los miembros de ese poder del Estado contra las leyes, y sobre todo, contra el pueblo hondureño, resulta imprescindible que se realice un proceso de investigación de lo actuado, que si se realiza apegado a la ley, culminaría irremisiblemente en la anulación de los nombramientos de los magistrados, y en el comienzo de un nuevo proceso de nominación y elección de los nuevos. Por supuesto, previo a ese nuevo proceso sería indispensable trabajar seriamente en las reformas sustanciales que requieren los artículos constitucionales 311, 312 y 31, para despolitizar el proceso, y volverlo transparente y auto-regulado. Elegir una CSJ por la voluntad exclusiva de otro poder del Estado, cuyo presidente, gracias al sistema imperante, goza de un poder omnímodo, es una aberración institucional. La Junta Nominadora es una farsa chusca: de las siete organizaciones que la conforman, al menos cuatro, están politizadas hasta el tuétano; y para quién lo desconoce, el presidente de la última junta nominadora que ayudó a conformar la actual CSJ, fue Ramón Custodio López.

Y hablando de balas de goma, si el Congreso Nacional de la República, hiciera su trabajo y estuviera a la altura del momento histórico que vive el país —tan inverosímil como esperar que la garra catracha gané el mundial de Sudáfrica—, ya habría destituido sin miramientos al Dr. Custodio López, cuya labor al frente de una institución vital para el desarrollo de la paz social, ha sido deleznable y sórdida. Tan extraviado anda el comisionado, que sus declaraciones, y especialmente, el informe que envió al congreso la primera semana de marzo, contradicen de frente todos los informes de todas las organizaciones de derechos humanos del mundo que han investigado lo que ocurrió en Honduras durante los últimos nueve meses, y no parece tener visos de terminar. Custodio López es una vergüenza para la institucionalidad hondureña, que si bien es cierto, ha sido históricamente mediocre y corrupta, en los tiempos que corren no se puede dar el lujo de mantener personajes de tan oscuras motivaciones velando por el bienestar social que nuestra constitución esgrime como meta fundamental de la creación del Estado hondureño, justamente en su artículo 1.

Desde el Congreso Nacional de la República, se han cometido aberraciones jurídicas y políticas de toda clase en contra de los intereses de la mayoría de los hondureños, que nos debe quedar cristalinamente claro, no es la clase media, y mucho menos la élite. Desde 1982, el Congreso se fue instrumentalizando para legislar a favor de una minoría insaciable, hasta llegar al colmo histórico de declararle paladinamente al mundo, el 2 de diciembre de 2009 —mediante el voto “razonado” de una abrumadora mayoría de sus diputados—, la desnaturalización anárquica, títere y troglodita de este país hundido en sus honduras, que representado por su Poder Legislativo avaló y empujó —sin recatos ni remilgos, y más bien con saña— un golpe de Estado militar, sostenido a punta de fusil.

Aquel congreso, que será recordado únicamente por la ignominia de sus actos, todavía está representado en el nuevo congreso por muchos padres putativos de la patria, reelectos, que deshonrosamente han vendido su alma, su integridad y su nombre, a cambio de la inefable ternura que —como nos dice el poeta— produce el dinero, o diez minutos de poder.

No podemos esperar mucho de este congreso. De vez en cuando legislarán como si les interesara verdaderamente la masa humilde, intentando vanamente guardar las apariencias. De vez en cuando nos sorprenderán, porque mientras del Depto. de Estado siga trazando las líneas de comportamiento que deben seguir nuestras instituciones, el congreso dependerá de intereses superiores que casi siempre colisionarán con los intereses del pueblo.

Por más indignación que pueda sentir un hondureño, aquí mandan los gringos, y sus adláteres locales. Si existiera manera de hacer público, con pruebas —entre un sinfín de infamias—, la intervención abyecta y tendenciosa que realizó el gobierno estadounidense “en” las elecciones del 29 de noviembre de 2009, y antes, en el golpe de Estado, muchas personas entenderían mejor cómo es que suceden y cómo es que se mueven las cosas en este agredido país; y muchas personas, hoy mal informadas, estarían dispuestas a colaborar para cambiar el actual orden de cosas. Pero los medios de comunicación masivos están secuestrados, y no cumplen con la parte más importante de lo que debería ser su labor social y norte de su existencia.

Nos urgen medios nuevos, frescos, profesionales e íntegros. Nos urge vigorizar un cambio, por muy largo que pueda parecer el camino. Es desmoralizador encontrarse con personas que desean lo mejor para su país, y actúan de buena fe, pero que han apoyado un golpe de Estado que el statu quo quiso disfrazar de legalidad, porque no tienen verdadera idea de lo que ocurre. Si hay algo inaplazable para los hondureños, es el cambio. Un cambio surgido de las entrañas pensantes de la clase media luchadora del país, que parece aletargada en el sueño de la irrealidad que le han vendido por décadas. Debemos exigir, a toda voz, cambios esenciales en la Ley de las Organizaciones Políticas, y en nuestra Constitución. Por alguna parte se debe empezar.

Si el Congreso Nacional de la República, representara al pueblo de Honduras, otro gallo nos cantaría, como dice la expresión popular, pero del fango, es imposible cosechar frutas. «Nadie puedes estar satisfecho con su vida, mientras viva rodeado de pobreza.» Amén.

Fuente: Vos el soberano

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1 comentario:

  1. mal rayo nos parta con ese congreso... ojala y no salga peor que el anterior!

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