Leonel Flores*
Los días gobernados por el primer presidente de izquierda en El Salvador están siendo contados y examinados con lupa por los distintos sectores de la sociedad. Las opiniones son tan variadas, desde los que le dan grandes méritos hasta los que sienten que todavía el cambio no llega. Todo cambio genera resistencia, incluso desde el interior de las estructuras que lo proponen.
Antes de que el FMLN llegara al poder, representado por Mauricio Funes, ambos fueron embestidos por la peor campaña sucia vista en la política salvadoreña, sin embargo, después de la toma de posesión, la derecha salvadoreña y sus aliados –los medios de comunicación ultraconservadores- han tomado posición aparentando favorecer al mandatario electo y afilando sus lanzas en contra del partido en el gobierno.
La estrategia es simple, profundizar a toda costa sentimientos de división en la militancia del FMLN en contra del Presidente Funes y viceversa. ¿No se ve raro que todos los plumíferos a sueldo han callado sus plumas en contra del presidente y no pierden la oportunidad de situarlo en contra del partido que representa?
Le resultaría fácil a la derecha confundir al pueblo, pues hemos estado acostumbrados a que los tres poderes del estado fueran manipulados por una clase elitista representada en un partido político. Es la primera vez que observamos un ejecutivo independiente de su partido y precisando gobernar para todos, así mismo es la primera vez que una institución política representada en el ejecutivo desnuda su sentir en las políticas impulsadas por el presidente.
El mandatario se ha mantenido circunspecto en lo que prometió durante su campaña electoral, gobernar para todo un pueblo, generar cambios y hacer un llamado a un gobierno de unidad nacional. Aunque algunas decisiones del presidente no sean del agrado de algunos militantes del FMLN, si han sido acreditadas por la población en general y admitidas por el partido.
El presidente ha demostrado ser un buen negociador y ha sabido concertar, hasta ahora, con los diferentes sectores de la población logrando que la transición democrática no fuera lo que la derecha esperaba, un caos, sino al contrario, con excepción de la inseguridad generada por la delincuencia, podríamos decir que ha sido un traspaso de mando alentador.
En cuanto al FMLN, ha sido claro y cauteloso en su accionar. Sigue siendo una institución fuerte, organizada y últimamente ha demostrado una gran madures política. Ha sabido respetar la distancia puesta por el mandatario para formar un gobierno de unidad, sigue estimulando su agenda social para beneficio de los más necesitados, ha estado atento al llamado de su pueblo y no ha perdido las esperanzas en la persona que ellos eligieron para que los represente en conducir los destinos del país. Sin embargo, solo le falta renovar sus cuadros, esto le daría otro gran rédito y ventaja sobre los demás partidos, que en lugar de hacerlo, resucitan cadáveres políticos, hasta allí no ha llegado el FMLN.
Nuestro pueblo ha madurado en el trayecto de la alternancia del poder, ya no es tan fácil engañarlo y entiende que por primera vez, hay independencia de poderes y se está dando un debate entre ellos y que los puntos discordantes pueden ser sanos para el fortalecimiento democrático del país.
Para ambos, el FMLN y el ejecutivo, el conducir las riendas de una sociedad pos conflicto que no fue tratada en décadas, no es fácil. Se comienza a ver ya cierto descontento en la población, la cual pareciera que después de dos décadas de ARENA, se gastó la paciencia y hoy espera que los cambios se den de manera inmediata.
Lo más sano para nuestro país es que los puntos de coexistencia del ejecutivo con su partido sean para beneficio de las mayorías y que cuando existan las divergencias, estas sean tratadas con la madurez del caso y las decisiones resultantes, también sean para beneficio del pueblo.
Por el bien común, al FMLN no le conviene que el ejecutivo fracase en estos cinco años y al presidente, tampoco le conviene que el FMLN tome el rumbo de la oposición.
*Leonel Flores es médico salvadoreño radicado en EE. UU.
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