miércoles, 30 de diciembre de 2009

QUIZÁS CREAN QUE NOS HAN VENCIDO

Debora Ramos

Quizás crean que nos han vencido. Que el tiempo borró el maltrato del tolete, el gas mortal, la bala criminal, el encarcelamiento, la infamia, la mentira, la calumnia, el destierro; pero no es así: aquí estamos y aquí están los hombres y mujeres que luchan por esta patria, porque son patria. Estamos vigilantes, agazapados, midiendo estratégicamente con la vara que serán medidos en la justicia histórica, porque quizás desaparecerán de los reflectores televisivos, de las portadas de periódicos y revistas, de las ondas radiales, pero los dedos acusadores los seguirán. Y allá en la soledad, en los rincones más solitarios, los rostros de los héroes caídos los mirarán con ojos de señalamiento. Y se lavarán las manos tantas veces como puedan y las manos seguirán manchadas. Olerán a la bendita sangre de los mártires, y el olor a nardo de Isis Obed no los dejará en paz y el perfume de la vida de Wendy los seguirá y les incomodará su silencio y su descanso; su sonrisa los perseguirá, será la tortura en el preámbulo del sueño. Y los gritos agónicos de cada uno se deslizarán en sus pesadillas. En las noches de invierno, las imágenes de la patria herida se reflejarán en las paredes de sus casas como pequeños lienzos, y los desvelos serán eternos y esa será su muerte, porque aún muertos seguirán muriendo…

Quizás crean que el hombre está solo en la embajada, que lo tienen preso, que lo tienen humillado… Pobres diablos; no se dan cuenta que los hombres que luchan por la libertad y se sacrifican por su pueblo, esos nunca pueden ser presos, porque, aún presos, nacieron para ser libres aun encadenados. Y creerán que aplastaron su imagen manteniéndolo asediado por cuervos mercenarios. Mírenlo: él no es uno, son todo un pueblo o es un José Manuel en cada hombre o mujer que camina y lucha en esas calles.

Y les duele nuestra hermandad, nuestro abrazo, nuestra solidaridad, nuestra vida en comunidad, nuestra alegría, nuestro canto, y les duele que seamos pájaros y que tengamos alas y que tengamos sueños y que descansemos en el regazo de la patria, y que el Cristo obrero multiplique el pan con nosotros. Y les duele nuestra inmortalidad porque, si nos matan, al mismo tiempo nacemos.

Y creerán que nos han callado y creerán que lo han callado; pero, ¿por qué no duermen tranquilos? Les duele que el hombre se celebre afuera, en las calles, que cante villancicos con su pueblo, que levante la antorcha de los verdaderos hombres. Y ellos están allí, sufriendo cuando oyen al hombre convertido en pueblo y el pueblo convertido en canto, y el canto convertido en esperanza. Y la música de su guitarra hiere sus oídos de hienas asesinas, y les duele ese abrazo que se siente en todos los hogares de la resistencia como un solo abrazo. Porque el hombre no está solo, porque él y su pueblo están unidos en un abrazo, en un puño en alto; y los enemigos no duermen, lo miran en cualquier parte, lo huelen. Su sonrisa les atraganta el aliento, su mirada de patriota les hiere, los humilla, los tortura. Y quizás dirán que está loco porque sus golpes no logran tumbar su esperanza. Y seguirán pregonando que nos han vencido y les dirán a sus sirvientes que se lo repitan a diario, que lo escriban en sus paredes, que se lo dejen en los mensajes de teléfono, y aun con todo eso, verán a los hombres de la resistencia, a las mujeres de la resistencia, a los niños y niñas de la resistencia, a los abuelos y abuelas de la resistencia caminar por las calles con el puño en alto. Escucharán las voces santas que protestan, escucharán palabras redondas que, como piedras, saltan en las calles, rebotan y golpean sus oídos… Resistencia, resistencia… resistencia…resistenciaaaaaa…

Fuente: Vos el soberano

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