Al parecer, los hondureños, según una revista golpista, tenemos un nuevo héroe, un nuevo paladín, un personaje que posee la quintaesencia de los rasgos claves de nuestra cultura, de nuestra idiosincrasia.
La hazaña que le valió a este personaje para ser investido como héroe fue haber realizado una extraordinaria hazaña, digna de elogio: haber perpetrado, en las sombras de la traición, un golpe de Estado, sin importarle amistades y lealtades.
Este héroe no es aquél cuya virtud es realizar una hazaña extraordinaria para proteger a los débiles, como suele ocurrir siempre, no, el nuestro es aquél que se sacrifica para que una minoría de explotadores continúe usufructuando el poder económico y político en detrimento de las mayorías explotadas y desvalidas.
Este es un héroe que más bien recurre a cuanto aparato de represión se le cruce por el camino para reprimir con saña y alevosía a esas mismas mayorías desvalidas, cuando se rebelan contra la opresión a la que son sometidas.
Este héroe no es aquel que se rebela contra el orden social establecido y decadente, sino que se une con militares oportunistas de obscuras concepciones políticas, negadas por La historia y, a la sombra de una madrugada, toma por asalto el poder, elimina la institucionalidad constitucional y destruye el remedo de democracia representativa para montar una feroz dictadura.
Este es un héroe, que en realidad, es la quintaesencia de los rasgos de una minoría impúdica que se robó los recursos naturales y financieros de la nación, convirtiendo a sus habitantes en parias y míseros.
Este es un héroe que, no importándole el patriotismo, entregó el país a los designios de la ultraderecha que gobierna al Complejo Militar Industrial de los Estados Unidos, convirtiéndolo en un portaviones, para agredir a los países hermanos del continente que luchan por instaurar democracias participativas, al servicios de sus pueblos.
Este es una suerte héroe que se postra de hinojos frente al cardenalato, para salvar su alma ante Dios, mientras ordena matar a quiénes osan levantar la voz contra el desastre y la anarquía en que se encuentra el país.
Mientras el héroe verdadero es un furibundo partidario de la verdad, el nuestro miente descaradamente; la hipocresía es su mayor virtud.
Este es el héroe de la villanilla que desgobierna el poder económico político y religioso del país.
En pocas palabras, es el bandidaje convertido en heroicidad espuria.
Fuente: Vos el soberano
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