Es preocupante, en realidad, el creciente militarismo de estados Unidos en América Latina, pues pone en peligro el surgimiento de las democracias participativas, fenómeno político que remoza las viejas democracias representativas, impulsadas y gestionadas por las oligarquías del continente.
El viejo canon de la democracia, promovida por Estados Unidos, entró en crisis desde que Cuba inició su revolución socialista. Desde entonces, el imperio ha impuesto gobiernos dictatoriales, mediante la vía de la invasión o el golpe de Estado para evitar la modernización política, apuntalar a sus mandaderos oligárquicos y mantener la presencia hegemónica en la región.
Al inicio de la asonada del 28 de junio en Honduras, todos pensaron que se trataba simplemente de contradicciones en el bloque de poder dominante de este país; pero con el transcurrir del tiempo comenzó surgir la garra del imperio. Era necesario no solamente alejar a Honduras del Alba, sino que convertirlo, por nueva cuenta, en portaaviones para urdir una agresión en gran escala contra los pueblos de América Latina
Honduras fue el primer paso, en los planes de dominación imperial, para luego emplazar 7 bases militares en Colombia, igualmente fortalecer las ya ubicadas en Aruba y Curasao y reactivar la vieja Cuarta flota para atacar a los países organizados en el ALBA y CONASUR. A estos países se traslada equipo moderno de guerra y se militariza la frontera entre Colombia y Venezuela.
En estos lugares estratégicos, el imperio se prepara para librar la primera guerra imperialista del siglo a gran escala, y en contra de la casi totalidad de los países latinoamericanos, en los que se incluye Cuba, Nicaragua, Ecuador, Venezuela, Argentina, Uruguay, Paraguay, República Dominicana, Chile y, eventualmente, El Salvador, países que han iniciado un proceso de modernización de sus anquilosadas democracias.
El objetivo inmediato del imperio es Venezuela, pues aquí se gesta la democracia participativa más fuerte del Cono Sur, y según denunció recientemente el presidente Hugo Chávez, ya comenzaron a sobrevolar el territorio venezolano los famosos aviones “drones”, no tripulados, con la intención de ubicar objetivos, para luego ser bombardeados en una guerra convencional.
Una agresión directa contra Venezuela constituiría un detonante para iniciar una guerra regional de grandes proporciones, guerra que se vislumbra como prolongada y total contra el imperialismo, donde los pueblos del continente jugarían un papel determinante en la defensa de sus derechos democráticos y de las soberanías de cada país.
Por lo que se ve, Estados Unidos apuesta, como siempre, por la guerra, no importándole las cuantiosas pérdidas en recursos humanos, naturales y financieros, y todo para mantener la hegemonía, continuar apoyando a las oligarquías locales y continuar usufructuando los recursos naturales, fundamentalmente el petróleo existente en cantidades oceánicas en la región.
En este continente, Estados Unidos tendría que emplear a fondo todo su potencial, porque enfrentaría una región monolíticamente unida en historia, cultura, inmensos contingentes humanos y recursos económicos. A esto habría que agregar las guerras civiles de carácter clasista que desataría la guerra general en cada país, más la inmensa solidaridad regional internacional.
Losa halcones gringos deben pensar en lanzarse en esta aventura, pues estarían cavando la tumba del últimos de los imperios del planeta.
Fuente: Vos el soberano
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