Todo parece indicar que, sin importar qué tipo de gobierno tenga, pasarán más de 100 años antes de que Estados Unidos renuncie a su naturaleza imperial, si es que el imperio llega a durar ese tiempo. Su comportamiento manipulador en Honduras, verdadera traición de los intereses del pueblo, viene a demostrar que cuando se trata de intereses geopolíticos y alianzas con los sectores tradicionales de poder, no cumple ni su palabra ni los compromisos y, finalmente, no es digno de la menor confianza. Dura lección para Zelaya y América del Sur, que obligue al rechazo de las elecciones. Ya esto lo habían confirmado los pueblos indígenas de Estados Unidos que, luego de firmar docenas de tratados con el Gobierno, vieron cómo ninguno de ellos se ha cumplido. Igualmente, lo ilustra la negación de su propia Doctrina Monroe cuando se alió Estados Unidos con el Reino Unido en la Guerra de las Malvinas.
En Honduras, no importa a Estados Unidos que las consecuencias de aceptar a los golpistas sean un período de cada vez mayor violencia en ese hermano país, la inestabilidad social y política y la suspicacia justificada de los gobiernos progresistas de América Latina. Estos deben, en realidad, construir un muro moral, económico, político y de fuerza frente al imperio. Estados Unidos sigue practicando la política israelita del "ojo por ojo" y no perdona que los gobiernos latinoamericanos, con Zelaya a la cabeza, lo hayan hecho quedar mal en la OEA con respecto a Cuba. Eso se suma al ruego de las oligarquías de que Estados Unidos les garantice sus privilegios y a la "real politik" inventada por Kissinger, quien decía que no importaba que los líderes derechistas fuesen, perdonen la expresión por él empleada, verdaderos "hijos de p...", en tanto fueran sus aliados. Por ello no es extraño que empiecen a verse signos de desestabilización en muchos países, desde el arsenal de armas "descubierto" en Uruguay, acción al mejor estilo de la CIA, hasta la conjura militar en Paraguay y los movimientos contrarios a los gobiernos de Ecuador y Bolivia. Las fuerzas oscuras vuelven a estar sumamente activas, con luz verde de Washington.
Pareciera que la política exterior de Estados Unidos no es definida por Obama/Biden/Clinton, quienes simplemente la aceptan como propia, sino por el Pentágono, empeñado en ampliar la militarización, incluidas bases militares en Colombia y Panamá, así como las guerras imperiales en Afganistán e Irak y quizás Irán, y por la CIA, con sus acciones de desestabilización permanente por toda América y el invento del personaje "anti-estadounidense" como el nuevo enemigo a combatir en esta parte del mundo, con Chávez en la mira.
Estados Unidos sigue aplicando en nuestra región el mismo manual utilizado en 1954 en Guatemala para sumirnos en la represión y el retroceso. No importa la cuota de más de 200,000 muertos y nuestro subdesarrollo actual, en tanto los limitados intereses de los sectores de poder y los intereses geopolíticos del imperio sigan garantizados. Hay que cuidarse del gigante del norte, como Bolívar anunciara en sus días con clara visión del peligro que éste constituye para América Latina. En la lucha de clases, el gobierno de Estados Unidos ha tomado partido y no es el del pueblo.
Fuente: www.albedrio.org
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