Brasil el Caballo de Troya. El ALBA el sendero
La Cumbre de UNASUR, convocada en esencia para tomar posición ante el tratado – ya cerrado – entre Colombia y los EEUU para la instalación operativa del Comando Sur yanqui directamente en América del Sur, ha puesto de relieve la fragilidad de todo el proceso de integración suramericana.
La ofensiva injerencista de la Administración del presidente B.Obama ha sido tan agresiva como eficaz. La agresividad es precisamente lo que corona su efectividad. Los estrategas del Imperialismo deciden la agresividad descarnada porque tienen definido que esa es la táctica para golpear a adversarios débiles en el tiempo y el espacio justos.Los procesos sociales que revolucionan la realidad latinoamericana están en ciernes. Por lo tanto, la reversibilidad de los mismos se impone ahora o ya no se logra. La apuesta de B.Obama es arriesgada pero calculada.
La jugada esta vez ha sido dirigida al ego imperial de Brasil. Retomar el terreno perdido por la Administración G.Busch en América Latina implica el desafío de los intereses de liderazgo de Brasil en la región. Brasil, el Establisment oligarca dueño del Estado, no posee interés en la integración latinoamericana. Esa oligarquía aspira a la hegemonía. Y sobre la identificación de esa aspiración los EEUU trabajan la alianza estratégica con Brasil. Brasil es punta de lanza geo-económica. Colombia geo-militar. Y sobre esos dos pilares táctico-estratégicos se sueldan las aspiraciones de los EEUU de reconquista del llamado patio trasero.
La reelección (forzada) de A.Uribe y la salida de L.I.Lula da Silva acomodan el escenario de la vuelta por sus fueros de los EEUU. Uribe garantiza la consolidación de la beligerancia contra las FARC y el ELN, y con ello obstruye todo proceso de paz que pueda cambiar el escenario político interno de Colombia a favor de fuerzas progresistas, incluidos los grupos insurrectos. Lula garantiza el regreso soft de la oligarquía a las riendas del poder político decisorio en la mayor economía de la región. Todo ello refuerza desde ya la posición injerencista de los EEUU de era Obama. Puede afirmarse que el proceso de integración latinoamericana bajo el espíritu del bolivarianismo ha sido sentenciado a muerte. El recorrido de los gobiernos progresistas y revolucionarios en la región tiene fecha de caducidad electoral. La diferencia la hace la revolución bolivariana de Venezuela. Pero los ejes geopolíticos de su reforzamiento quedan en entredichos.
Ante tales evidencias y escenarios UNASUR tiene todas las de convertirse en un organismo retórico. Un foro político de discusión sin perspectivas mediatas de influenciar decisivamente en los acontecimientos regionales. La Cumbre de Bariloche lo ha puesto en clara evidencia. Ha sido precisamente Brasil quien, en la voz de Lula da Silva, quebró la posición casi unánime de rechazar explícitamente en la Declaración final la instalación de bases militares extranjeras en los países miembros de UNASUR. De esa forma Brasil impidió sentar el precedente de una nueva doctrina de pensamiento geopolítico latinoamericano. El arranque de Lula da Silva - límite con la soberbia - reflejó la negativa de Brasil a someterse al consenso de los países latinoamericanos en una materia que a todas luces le restaba el protagonismo de potencia líder a la que tradicionalmente ha tendido el estado oligarca brasileño.
Lula da Silva no podía actuar de otra forma. Los dos gobiernos de Lula nunca pretendieron sentar pautas para la democratización del estado brasileño. Su paso por Planalto se ajustó a legitimar desde el progresismo social la estructura oligarca hereditaria del estado. Lula da Silva no hace presencia en el escenario latinoamericano en representación de los legítimos derechos de la mayoría del pueblo brasileño como lo hacen R. Correa, E. Morales y H.Chávez. Lula da Silva no posee esa legitimación social porque sus gobiernos se han limitado a administrar el poder de la derecha en crisis neoliberal.
Esa es la lectura del claro desencuentro del discurso prepotente de Lula da Silva y la réplica de R.Correa en el debate final de Bariloche. Mientras que el primero reprendía al segundo e imputaba a todos los Presidentes presentes querer imponer sus posiciones sobre el tratado entre Colombia y los EEUU, hacía valer la superioridadde la suya invocando a respetar el derecho soberano de Colombia. La réplica de R.Correa le señalaba que de lo que se trababa, según el sentir del resto de los Presidentes, era de sentar las pautas para una nueva doctrina geopolítica en América Latina. La posición de Brasil defendida por Lula da Silva no sólo frustró la posibilidad de ese consenso, sino que avaló abiertamente la estrategia yanqui. Las bases se respetarían como un derecho de Colombia, siempre y cuando los EEUU se comprometieran dando garantías jurídicas a no hacer uso de las mismas en contra de la soberanía de los países miembros de UNASUR. La oportunidad para un precedente político en la región de dimensión histórica naufragó. La calidad de las garantías jurídicas de los EEUU sobre sus acciones no amerita comentarios.
Sin dudas los vencedores del pulso político han sido los EEUU y, colateralmente, el gobierno de A.Uribe. ¿Victoria pírrica? Las 7 o más bases operacionales militares de los EEUU en Colombia constituyen un veredicto de liquidación de la insurgencia y, consecuentemente, del programa sociopolítico progresista que han intentado defender. Colombia se sumirá en un proceso de “pacificación” militar que se cuidará de no darle el toque de gracia al para-militarismo y buscará una reconciliación politizada con el para-poder del narcotráfico. La estrategia interna consiste en recomponer el poder político de la oligarquía yreconstituir un estado reaccionario con “rostro humano”. En la imbricación externa, el eje de integración progresista de la región quedará desbalanceado por los tirones que estarán dándole Colombia y Brasil en alianza con los EEUU.
Sin embargo, la reconquista yanqui del “patio trasero” no podrá consumarse militarmente. Será necesaria una penetración económica de nuevo signo. Por cuanto no es posible reconvertir a América Latina en el gran mercado que necesitan los EEUU para enfrentar la crisis económica estructural en la que están sumidos. La bancarrota del Consenso de Washington para la región no deja campo de acción. Esa tensión geo-económica constituye el único resquicio que puede ser explotado a su favor por los procesos integracionistas progresistas.
Se trata en primer lugar de las potencialidades de desarrollo y expansión del ALBA. Contrariamente a como se ha venido interpretando, el golpe de estado en Honduras no constituye un golpe directo al ALBA. Todo lo contrario. Si anteriormente el acercamiento de Honduras al ALBA era un gesto tímido desde el estado oligarca, ahora, gracias al golpe, se presenta como la clara alternativa de progreso ante los ojos de la mayoría de la población. Esa mayoría constituye ya una potencial opción de poder político en Honduras.
El ALBA se encuentra ante el desafío de consolidarse a marcha forzada en el ámbito de los países que hoy lo integran. La acumulación de fuerza y el dinamismo de la economía del grupo no se lograrán con el desmedido crecimiento de sus miembros. La estrategia de su consolidación no puede ser otra que lograrun salto de nivel cualitativo en la integración económica. Cuyos resultados en el mediano plazo (5-10 años) repercutan de manera evidente en los niveles de vida de los países miembros. Para ello la integración económica ha de abrir paso de manera dinámica a la integración social. Los países miembros han de convertirse en una zona geo-política de franco intercambio de bienes, capitales y ciudadanos.
La estrategia de expansión debe afincarse en el desarrollo tecnológico y en los sectores terciarios de la economía. El eje del desarrollo socioeconómico ha de centrarse en el cambio de la matriz energética fósil hacia las fuentes renovables. Por lo tanto, Venezuela debe pasar a ser la locomotora ecológica del desarrollo económico del ALBA. La era del petróleo debe declararse oficialmente muerta. La correlación entre la exportación del crudo y la reinversión de los recursos en pos de la conversión de la matriz energética en las economías del ALBA ha de ser directamente proporcional. Ello permitirá la veda estratégica de gran parte de las reservas del crudo tanto del venezolano como de las potencialidades cubanas.
La concepción de la expansión económica del ALBA que ha ser discutida y consensuada por sus miembros es la del crecimiento cero y la economía estacionaria. Se trata de la idea del equilibrio social como antítesis del crecimiento exponencial que necesitan para existir las sociedades desiguales. Los pueblos de los países miembros han de tener la palabra. Ahora, mañana siempre será demasiado tarde.
RCA
Fuente: www.kaosenlared.net
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