Se cumplió un mes del golpe de estado en Honduras y, como en toda dictadura, se mantiene el Estado de Sitio, las garantías individuales existen en el papel y los poderes Legislativo y Judicial son un apéndice del régimen de facto. Los hondureños, así como la casi totalidad de los pueblos latinoamericanos, han vivido esa realidad antes y la rechazan.
La comunidad internacional también rechazó el golpe del 28 de junio y adoptó acuerdos claros de condena a los golpistas, demandando la restitución en su cargo del presidente constitucional Manuel Zelaya. Pero las cosas ya no son tan claras ni categóricas y los motivos son ajenos a los intereses del pueblo hondureño y de los latinoamericanos en general. De la misma manera, las justificaciones que dan los golpistas no son verdaderas porque el golpe sirve a los intereses del grupo de poder encabezado por el ex vicepresidente estadunidense Dick Cheney, cuyos operadores hace tiempo que pululan por la región y buscan infiltrarse en los gobiernos.
El grupo de Cheney, del que son parte también los Bush, se interesa fundamentalmente en el petróleo, por eso invadieron Irak y Afganistán, arremeten contra Irán, intentaron derrocar al presidente Hugo Chávez, han tratado de hacer lo mismo con Evo Morales, atacan al mandatario ecuatoriano Rafael Correa y ansían al petróleo cubano de la zona del golfo de México.
Honduras tiene mucho petróleo, tal como lo dijo Gerardo Yong el 19 de julio. Las prospecciones las hizo una compañía noruega hace un año atrás, convocada por el presidente Zelaya quien, como ya hemos señalado, enjuició por tramposas a las empresas petroleras estadunidenses que le vendían caro el petróleo a su país y se incorporó al grupo Petrocaribe, creado por Venezuela.
La compañía noruega hizo las prospecciones y las financió, le entregó el informe al gobierno de Zelaya y se quedó con una copia que puede negociar con empresas que estén interesadas en la información sobre esos yacimientos. Pero además, y eso se sabía, si se aprobaba la consulta destinada a determinar si se instalaba en las elecciones de noviembre la cuarta urna en la que se votaría sí o no a la convocatoria a una Asamblea Constituyente, Zelaya estimaba que en la eventual nueva constitución se debía establecer que los recursos naturales del país no podían ser enajenados.
En consecuencia, el pretexto para el golpe de Estado fue la encuesta sobre la cuarta urna, pero el objetivo fue evitar que se pudiera dictar una constitución que impidiera apoderarse del petróleo hondureño. En esa conspiración estuvieron Otto Reich y su “fundación” Arcadia, entre otros, y no fue ajeno el embajador estadunidense en Honduras, Hugo Llorens, puesto ahí por el gobierno de Bush y Cheney. Pero también estaban en el complot los dueños de los medios, porque se estimaba que la nueva constitución debía hacer una distribución igualitaria del espectro radio-eléctrico y darle participación a los grupos comunitarios. De ahí la desinformación que sale hoy de Tegucigalpa.
Las mediaciones
En la reunión de la Asamblea General de la OEA, celebrada en San Pero Sula, Honduras, se vio que a la secretaria de Estado estadunidense no le había gustado la intervención del presidente Zelaya a favor de revocar la expulsión de Cuba de ese organismo. Dado el escaso conocimiento que la señora Clinton tiene sobre América Latina y estando rodeada de funcionarios del “establishment” y de otros más peligrosos, como John Negroponte, su reacción al golpe hondureño fue superficial, así como fueron vaguedades los comentarios iniciales que hizo al respecto el presidente Obama.
Cuando toda América Latina y el Caribe, la Asamblea General de las Naciones Unidas y la Unión Europea ya habían condenado categóricamente el golpe y demandaban la restitución de Zelaya, Estados Unidos modificó su discurso y el departamento de Estado propuso la mediación del presidente de Costa Rica Oscar Arias, en circunstancias de que lo que se necesitaba era hacer cumplir los acuerdos de las máximas entidades internacionales.
Arias, que no fue “el” pacificador de América Central, porque fueron muchos, y que recibió un premio Nobel de la Paz destinado originalmente a Costa Rica por ser un país sin ejército, aceptó la mediación y entregó una propuesta que fue rechazada por los golpistas porque planteaba la restitución de Zelaya en la presidencia. Entonces elaboró otra fórmula, que satisface mejor los intereses estadunidenses, en la medida en que convierte a Zelaya en una figura decorativa y anticipa las elecciones de noviembre, con lo que se hace un borrón y cuenta nueva y el golpe de Estado desaparece por arte de magia.
Esta segunda propuesta tropieza con el mismo obstáculo, el régimen de facto ni siquiera así aceptó la restitución de Zelaya en el cargo de presidente y dio comienzo a una farsa mediante la cual “consultaron” a los otros poderes. El Legislativo se reunió y trató varios puntos de la propuesta, menos el relativo a la restitución del presidente. El poder judicial tampoco iba a aceptar ese punto, sobre todo que el presidente de la Corte Suprema ya ha reconocido que él también podría ocupar la presidencia de acuerdo a la “constitución” y justifica el golpe como “un caso de necesidad”.
En ese contexto el Secretario General de la OEA buscó otros mediadores: los ex presidentes Ricardo Lagos, de Chile, y Julio María Sanguinetti, de Uruguay, a los que se sumaría el peruano Rafael Pérez de Cuellar, ex Secretario General de la ONU. Al escribir estas líneas aún no se formalizaba la idea, pero otro equipo mediador implica darle más tiempo al régimen de facto y con ello se puede terminar avalando la jugarreta de llegar a las elecciones de noviembre o anticiparlas y dejar el golpe de Estado en el limbo.
Los golpistas
Como ha sido visible, los golpistas viven en un pasado muy pasado. Cuando se reunieron en el congreso para “sustituir constitucionalmente” a Zelaya, la sesión parecía la de alguna cofradía de siglos atrás, con todo un ceremonial que ya no se usa en ninguna parte. Sus cancilleres dan una idea del segmento social al que representan. Ortez, el primero de ellos, los retrató a todos cuando dijo de Barack Obama: “ese negrito no sabe donde está Tegucigalpa”. Lo cambiaron de lugar, le dieron Gobernación y cuando habló del Secretario General de la ONU señaló “ese chinito que no me acuerdo como se llama”.
Ortez ya está en su casa, pero por imprudente, no porque sus palabras no representen el pensamiento de la soberbia oligarquía hondureña que se tomó el poder, entre los cuales hay muchos con apariencia de “negritos” y “chinitos” que no se ven a sí mismos como tales, pero sí al pueblo al que menosprecian. Por lo tanto, el desafío que representa la reacción popular al golpe les resulta intolerable.
El equipo golpista lo encabeza Roberto Micheletti, un transportista que hizo fortuna. Nunca logró que su partido, el Liberal, lo nominara candidato a la presidencia, perdió en todas las oportunidades en que lo intentó y tiene fama de hombre rudo. En la Fiscalía de Defensa de los Derechos de la Mujer hay tres denuncias en su contra, ninguna de las cuales ha sido activada por esa Fiscalía.
Uno de los incidentes se produjo en la reunión de su partido en la que se designó al candidato presidencial para los comicios de noviembre. Micheletti no sólo perdió, sino que fue abucheado por los asistentes. Como premio de consuelo le dieron la presidencia del congreso y cuando se iba a subir al estrado partidario una joven del grupo de protocolo, llamada Suyapa, igual que la Virgen de Suyapa, le pidió que esperara un momento porque no habían terminado de poner las sillas. Micheletti, enojado por el abucheo de que era objeto, le propinó un golpe y le rompió la boca.
Un mes de protesta popular
Desde el momento en que los hondureños se enteraron del golpe de Estado, hay que recordar que los medios fueron censurados, las protestas han sido permanentes. Han estado en la calle todos los días y no están dispuestos a ceder. La prensa estadunidense lo reconoció y realizó encuestas rápidas a los manifestantes y estos les señalaron que Zelaya era el primer presidente que se había preocupado por ellos y al que ellos le podían hablar sin temor sobre sus problemas y aspiraciones, lo publicó el Washington Post.
En Honduras, que tiene un poco más de 7 millones de habitantes, la mayoría es pobre, pero hay alrededor de un millón y medio que son absolutamente pobres. De ellos se empezó a ocupar el gobierno de Zelaya a través del programa Red Solidaria, del que se hizo cargo la esposa del mandatario. Para determinar el grado de pobreza, tuvieron que hacer una medición basada en averiguar si comían, si la respuesta era afirmativa, preguntar qué y cuántas veces al día.
También hubo que establecer dónde y cómo vivían, si era en casas y si esas casas tenían puertas o ventanas o servicios, porque no tenían trabajo ni ingreso fijo. Ya se habían incorporado al programa 200 mil familias, las que desde el día del golpe no reciben ayuda alguna. Incluso es posible que algunos no sepan lo que ha ocurrido, otros lo sabrán debido a la represión.
Sin embargo, a pesar del Estado de Sitio y el toque de queda, aumenta cada día el número de los que han llegado hasta El Ocotal, en Nicaragua, a sumarse al campamento de quienes apoyan al presidente Zelaya, que se encuentra ahí, después de haber ingresado a territorio hondureño. El mandatario solicitó a las Naciones Unidas que le diera el estatus de refugiados y la ayuda correspondiente a quienes están allí acompañándolo, porque si regresan a Honduras, están amenazados con una condena a 6 años de prisión por “traición a la patria”, la que por lo visto sólo le pertenece a los golpistas.
En el curso de la semana, estaban convocadas huelgas y muchas otras manifestaciones de protesta; la pregunta es hasta qué punto pueden seguir siendo ignoradas y reprimidas en defensa de intereses ajenos y de un gobierno ilegítimo. Más aún cuando esta manipulación apunta también a toda la América Latina y a las instituciones que ha creado: Unasur, MERCOSUR, ALBA, Petrocaribe, Banco del Sur, Grupo de Río y cualquier otra que se me escape, en la medida en que priorizan los intereses de la región.
- Frida Modak, periodista, fue Secretaria de Prensa del Presidente Salvador Allende.
Fuente: alainet.org
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