Julio Escota
El pasado lunes el presidente Mauricio Funes cargó en su avión a cuarenta destacados empresarios de El Salvador y les impartió una severísima lección de pragmatismo: los condujo a Cuba a hacer negocios. Las fotografías los mostraron más tarde sonriendo en confusión, jamás creyeron interlocutar con el enemigo, peor cuando fueron ellos quienes por años financiaron al partido Arena, indisoluble masacrador de socialistas y de lo que oliera en un mínimo a castrismo.
Ahora circulaban por La Habana, otrora nido conspirativo; abrazaban a Raúl, jefe del mal según maligno Bush, pero igual oteaban con ojo listo cuanto hiciera falta para proponerlo y venderlo. Quien duda que reirían de sus colegas centroamericanos, a quienes ganaban por palmos la jugada, sobre todo ahora que el régimen isleño abre su economía. Y desde luego que han de haber burlado sobre la ignorancia de la élite financista hondureña, sumida aún en la caverna negra de la guerra fría, de la corrupción, la avaricia desmedida y el falso enfrentamiento político ya que, separemos pajas, el problema aquí no es de carácter ideológico sino económico: 10% de la población se está comiendo los recursos patrimoniales del otro 90%. Agréguese a ello la coyotada y la ineficiencia: un depósito entre bancos que quedan a metros de distancia tarda en Honduras tres días hábiles para ser efectivo.
De las etapas fundamentales del avance de la humanidad: agrícola, industrial y tecnológica (incluyendo a la altamente compleja que es la cibernética) Honduras no ha podido pasar de la primera, excepto por algunos y todavía básicos procesos de comercio más similares a trata de nómadas que a mercadología internacional. Costa Rica ingresó ha tiempo a la producción de bienes y servicios con función simbólica (software); a Guatemala la hace poderosa el empuje industrial; El Salvador transita desde hace cuarto de siglo por la inversión y expansión financieras; Panamá apostó a los servicios bursátiles y de crédito, así como a los catálogos de representación mundial; Nicaragua, que nunca abandonó su fe en ganadería y agricultura, comienza a despuntar extraordinariamente, al grado de vaticinarse que en 2010 su PIB crezca más que los otros países ístmicos. ¿Y aquí?
La incultura humanista de la clase dirigente de Honduras –espectro que incluye a "líderes" políticos, religiosos y de empresa privada– es la responsable directa del atraso nacional en todos los órdenes. En vez de pensar y analizar sobre la conveniencia de la población subordinada a fin de elevarle la escala de vida y aproximarla a lo digno que exige la modernidad –y ahora la postmodernidad– se cebó en la explotación cruda y cafre de todas las plusvalías posibles. En vez de educarse y formarse en el cambio constructivo y democrático (pero ¿cómo, si no va más allá de Disneyworld?) se empozó en trincheras fascistas y atrasadas con –lo peor, lo más grave– nula vista al resto del mundo, nula inquietud por acoplarse al indetenible ritmo de la civilización. Su ceguera la llevó a clausurar contradictoriamente las conveniencias crediticias de Petrocaribe y las sociales de la Alba, a ignorar el mercado chino continental y a negarse a la solidaridad latinoamericana.
La biografía de Honduras puede escribirse sobre una ristra de testas prepotentes, ineducadas e injustas, muchas de ellas rapadas a cero gross.
Su fracaso más rotundo se personifica en el sistema ético que imparten la Universidad Autónoma y privadas, pues la "intelectualidad" más anticientífica, más negativa al imperio cívico, al respeto humano, a la moral y al ejercicio de la auténtica libertad proviene de ella… Lo que esas instituciones producen, salvo excepciones, es seres cínicos y acomodaticios, profesionales mercenarios, vendedores de lo ajeno y manipuladores de la ley. Habría que presumir, ende, que esa es la boca de la guarida, el cuenco de caverna desde donde para mal de Honduras nacen lo errado y contranatural. Reto a que me contradigan.
Fuente: elheraldo.hn
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