Por Margarita Carrera
Muy pocos son los columnistas que se han atrevido a señalar los crímenes cometidos por Micheletti, el actual golpista que se impuso al pueblo hondureño.
Uno de los pocos que lo señala es Fernando Carrera, quien en elPeriódico del 19 de noviembre escribe sobre las violaciones a los derechos humanos de Micheletti: “Un informe de las atrocidades cometidas en el marco del golpe.
El recuento de hechos es realmente lamentable: desde asesinatos a sangre fría, hasta cientos de capturas y detenciones arbitrarias, pasando por violaciones sexuales. ¿Es esa una práctica que debemos estimular y celebrar en América Latina?” Parece que muchos columnistas guatemaltecos sí la celebran. Es más, para alabar a Micheletti, lo más oportuno es hundir a Zelaya, el presidente hondureño que fue sacado de la cama y puesto en Costa Rica por el ejército y la ultra derecha.
De acuerdo con los artículos leídos en el correo electrónico, hay serias acusaciones en contra de Micheletti; nos admiramos de que estas noticias no se divulguen en Guatemala.
En mi columna “Persistencia” en P.L. (1/10/09), titulada “Golpe de Estado”, me refiero a la experiencia narrada por Rigoberta Menchú (quien corroboró personalmente lo sufrido por el pueblo hondureño) y a la columna de Marielos Monzón, que denuncia la brutalidad de los golpistas y las acciones de represión de parte de la dictadura Micheletti.
A Micheletti se le acusa de utilizar las fuerzas de seguridad del Estado, tales como el Comando de Operaciones Especiales (COBRA) de la Policía Nacional y el Ejército. Algo semejante al golpe de Estado sufrido por Árbenz en 1954.
En el documento “De Árbenz a Zelaya: Chiquita (United Fruit) en Latinoamérica”, Nikolas Kosloff escribe: “Cuando los militares hondureños derrocaron el gobierno democráticamente elegido de Manuel Zelaya hace dos semanas puede haber habido un suspiro de alivio en las salas del consejo corporativo de Chiquita banana.
A principios de este año la compañía frutera basada en Cincinnati, EE. UU. se unió a Dole en su crítica al gobierno en Tegucigalpa que había aumentado el salario mínimo en un 60%. Chiquita se quejó de que las nuevas reglas afectarían los beneficios de la compañía, y exigirían que la firma tuviera costes más elevados que en Costa Rica: 20 centavos de dólar para producir una caja de ananás y 10 centavos más para producir una caja de plátanos, para ser exactos.
En total, Chiquita se inquietaba porque perdería millones con las reformas laborales de Zelaya, ya que la compañía producía ocho millones de cajas de ananás y 22 millones de cajas de plátano por año.
Cuando apareció el decreto del salario mínimo, Chiquita buscó ayuda y apeló al Consejo Hondureño de Empresa Privada (COHEP). Como Chiquita, COHEP estaba descontento con la medida de Zelaya sobre el salario mínimo. Amílcar Bulnes, presidente del grupo, argumentó que si el Gobierno seguía adelante con el aumento del salario mínimo, los empleadores se verían obligados a despedir trabajadores, aumentando así el desempleo en el país.
Como principal organización empresaria en Honduras, COHEP agrupa a 60 asociaciones empresariales y cámaras de comercio que representan todos los sectores de la economía hondureña.
Según su propio sitio en Internet, COHEP es el brazo político y técnico privado hondureño, apoya los acuerdos de comercio y suministra ‘apoyo crítico para el sistema democrático’”.
No es, así, extraño que COHEP argumente que la comunidad internacional no debiera imponer sanciones económicas contra el régimen golpista, porque según argumenta o amenaza, ello aumentaría la pobreza en Honduras. (Desde este punto de vista hay que tirar a Zelaya por la borda y aplaudir al golpista Micheletti).
Margarita Carrera es escritora guatemalteca.
Fuente: Prensa Libre
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