Es necesario que todas las partes implicadas en la realidad hondureña cumplan lo acordado para que finalmente la situación en el país tenga una salida democrática.
El presidente democráticamente electo debe concluir su mandato, se deben celebrar elecciones libres e informadas, y la Constitución debe ser plenamente respetada sin cambios “ad hominem” que alteren las reglas del juego y debiliten la institucionalidad democrática.
Si las cosas suceden de esa manera, Honduras será un hito importante en la frágil historia democrática de la región. Mostrará que los latinoamericanos se están tomando en serio la “democracia de los procedimientos” de la cual nos habla Norberto Bobbio. Que un cuartelazo de madrugada, aun cuando se apoye en las puntas de las bayonetas, no tiene legitimidad ni es aceptable para la región.
Tampoco es aceptable para el gobierno de los Estados Unidos de América, que ha dado pruebas contundentes de abandono de la tesis de que no importa que existan regímenes de facto con tal que sean amigos. Zelaya no es particularmente amigo de los Estados Unidos, pero era un presidente electo democráticamente y su legitimidad fue defendida.
Méritos
Bien entonces por esta nueva realidad. Si las cosas resultan bien, como es previsible, podría surgir una disputa de paternidad por el acuerdo. Considero que ello sería artificial y mezquino.
En esta nueva realidad tienen mérito todos los países latinoamericanos y del Caribe, que, sin excepción alguna rechazaron el golpe de Estado, tiene mérito la Organización de Estados Americanos y Naciones Unidas, tiene mérito el presidente Arias que mostró un camino viable, tienen mérito los negociadores norteamericanos y tienen mérito sobre todo los hondureños, que finalmente rechazaron la violencia y favorecieron la negociación, paciente y laboriosa. Todas y cada una de las gestiones terminaron siendo complementarias y en su conjunto construyeron el acuerdo.
Este acuerdo debe ser también una lección para todos los latinoamericanos acerca de la convivencia democrática. En democracia es fundamental que los gobernantes sean elegidos a través de elecciones libres, pero también es fundamental que el Gobierno desarrolle su acción en un “ethos democrático” de pleno respeto a las minorías y a su legítimo derecho a transformarse en mayoría si así lo decide la ciudadanía.
Reglas del juego
No ayudan a este propósito los cambios impulsados desde los gobiernos para modificar las reglas del juego con el objeto de mantenerse en el poder al gobernante que lo ocupa. No es así como se fortalece la institucionalidad democrática ni en Nicaragua, ni en Venezuela ni en Colombia.
No gustará este acuerdo a sectores conservadores nostálgicos de los tiempos de la guerra fría, quienes veían en este golpe un retorno a “los buenos viejos tiempos”. Tampoco será del agrado de aquellos que condenaban el golpe por razones ideológicas y con palabras altisonantes e irresponsables llamaban a un enfrentamiento donde correría sangre ajena.
Es importante ahora acompañar la puesta en práctica de los acuerdos. Los tiempos son cortos y la verificación internacional indispensable. No es menor para Chile que hayan sido nombrados la Ministra del Trabajo del gobierno de Obama, Hilda Solís, y el ex presidente chileno Ricardo Lagos para cumplir con ese rol, junto a los organismos internacionales.
El pueblo de Honduras se ha ganado con creces su normalidad democrática. Esa normalidad democrática deberá mostrar ahora su capacidad para derrotar los altos niveles de pobreza, desigualdad y ausencia de desarrollo, para que ella adquiera así sentido real para la gran mayoría de los hondureños.
Fuente: www.rnw.nl
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