El domingo 28 de junio algo extraño esperábamos. Con golpe o sin golpe ese día estaba pleno de presagios. Se celebraba la llamada “consulta” o “encuesta ciudadana”, provocadora de tantas discordias y controversias. Nadie tenía certezas de los disturbios que podían suscitarse entre “cuartistas urnas” y “contra cuartistas urnas”, pero el ambiente estaba listo y crispado para que algo extraordinario ocurriera. Todo mundo, sin necesidad de tener datos, temía que algo extraordinario sucedería. No por premoniciones sobrenaturales. Bastaba la semana anterior, repleta de sobresaltos y de decisiones políticas abruptas. El golpe fue como el acto final de una azarosa y agitada semana política.
“LAS COSAS SE NOS HAN IDODE LAS MANOS”
Mi siempre amiga periodista, Sandra Maribel Sánchez, me despertó con la noticia: “¡Levantate que este país se está hundiendo!”. Esa noche había tenido un sueño ligero, sobresaltado. No se me quitaba de la mente la imagen final que vi en la cadena nacional a la que aquella noche de sábado había convocado el Presidente de la República: el embajador gringo saliendo literalmente a la carrera del salón de la conferencia de prensa. ¿Por qué salió corriendo? ¿Para que no lo entrevistaran? ¿Y por qué evitaba a toda costa una entrevista? No perdí esa imagen, y la preocupación se me cruzó por la cabeza, pero no quise ponerle cuidado. La asocié con la llamada que recibí de un político del país: “Agradezco la propuesta que nos hace para que nos sentemos a dialogar. Pero le voy a ser sincero: creo que su propuesta ya no puede ser escuchada, las cosas ya se nos han ido de las manos”. Esa carrera del embajador si fue para mí una premonición, el presagio de que algo raro, quizá terrible, estaba por suceder.
Al acostarme, dejé el teléfono listo para responder. Fue entonces cuando Sandra Maribel me dio la noticia: “Están sacando a Mel de su casa, le están dando golpe de Estado”. De inmediato regresó a mi mente la imagen de unas horas antes: el embajador corriendo.
Encendí la radio en una emisora de la capital y quedé estupefacto cuando escuché al presentador del noticiero que decía, “No, aquí no está pasando nada. Todo está normal. Es cierto que dicen que la residencia del Presidente está acordonada, pero ése es asunto de políticos. A nosotros eso no nos debe preocupar. Mantengamos la calma, no nos dejemos llevar por noticias sensacionalistas, tengamos un domingo tranquilo”.
¿TAPAREMOS EL GOLPE CON SILENCIO?
No lo pude soportar. Llamé a mis contactos, y en efecto, ya el Presidente estaba en el aeropuerto. Sintonicé nuestra Radio Progreso, y estaba en su programación ordinaria con música regional mexicana. Llamé a Karla y a otros compañeros de la Radio y del ERIC y nos fuimos corriendo a la radio. Nos sentamos ante el micrófono. ¿Y qué decimos? Para ese día la radio tenía programado cubrir la encuesta ciudadana dispuesta por el gobierno de Zelaya. Teníamos una entrevista en exclusiva con el Ministro de Gobernación, Víctor Meza. Una “entrevista explosiva”, me había dicho el compañero periodista Félix Molina. La entrevista la teníamos grabada, pero con el notición del golpe, apenas reprodujimos la referencia que este funcionario, ya para ese momento escondido, hacía sobre la propuesta de diálogo que dos días antes el ERIC y Radio Progreso habíamos entregado a los diferentes líderes políticos del país, pero que, como me dijo el político con quien conversé en la víspera del golpe, ya la suerte estaba echada.
Cuando comenzamos a dar la información y hacíamos contactos con la capital, los estruendos de unos aviones en el espacio aéreo, nos estremecieron. Nos daban una señal cabal de que algo serio y peligroso se nos estaba viniendo encima. Y lo dijimos al micrófono: “Lo que ocurrió esta madrugada se llama golpe de Estado”. De inmediato nos llamaron de Tegucigalpa: “Acaban de decir que a quien diga que es un golpe, le cierran el espacio”. ¿Lo seguimos diciendo? Seguiríamos porque no podíamos tapar el golpe con silencio. Logramos comunicarnos con otros medios, y a través de ellos, dimos la noticia de que Mel Zelaya estaba en pijama en San José.
Reprodujimos las primeras declaraciones de Zelaya, dramáticas, de angustia. ¿Y si eso le hicieron al Presidente, qué no harán con nosotros, pensé, mientras miraba a mis compañeros y compañeras de la radio, todos jovencitos, entusiastas que sólo saben de golpes de Estado por lo que han leído en los libros de historia?
ROBERTO MICHELETTI: UN ADICTO AL PODER
En la incertidumbre uno tiende a agrandar los peligros, pero lo que estaba ocurriendo no era para tener mucha calma. La figura de Roberto Micheletti -tan conocido en El Progreso- se erguía como un monstruo salido de una laguna negra. Si aquello era un golpe de Estado, el nuevo titular del Ejecutivo no podía ser otro que él. Porque un golpe de Estado era el único recurso que le quedaba para alzarse con el cargo que ansió con desesperación a lo largo de tres décadas de vida.
Ser Presidente de la República fue la enfermedad de Micheletti, una obsesión. Era un adicto a la Presidencia de la República. Con Zelaya logró llegar a Presidente del Congreso, lo que en Honduras casi equivale a ser Presidente de la República. Pero al adicto le faltaban más dosis de poder. Logró violar la Constitución, que prohíbe que un Presidente del Congreso aspire a la candidatura a la Presidencia. Y cuando creía que tenía todo listo en la bolsa, en las elecciones primarias de noviembre de 2008, sus propios correligionarios liberales le dieron la espalda. Aquel día su cara desencajada lo traicionaba. Ver a Micheletti la noche en que fue derrotado en las elecciones internas era como ver a un drogadicto empedernido en medio de un grave síndrome de abstinencia. El golpe de Estado era la única vía que le quedaba. Los empresarios anti-zelayistas -sobre todo, anti-chavistas- lo sabían y lo supieron aprovechar. Los gringos militaristas lo sabían y lo supieron aprovechar. Su propia esposa lo sabía y, con ansias extremas de figurar, le dio el último empujoncito.
COMO 30 AÑOS ATRÁS
Micheletti es de nuestra ciudad, de El Progreso, y nuestras historias personales e institucionales están cruzadas de desavenencias, conflictos, altercados, amenazas, sospechas, acusaciones y desconfianzas. Ya lo había dicho en un círculo extremadamente cerrado, unos cuatro años atrás: “No voy a estar en paz hasta c… en esa radio de m…”. Ya a esas primeras horas de la mañana su nombre revoloteaba por todos lados, como el seguro Presidente del gobierno de facto. ¿Cómo tener calma en la radio? Treinta años exactos atrás, los militares golpistas la habían cerrado y así, fuera del aire, estuvo por cuatro meses. Y ahora, tres décadas después, estábamos allí, transmitiendo la noticia de otro golpe de Estado, desde la radio que estaba en la mira de quien estaba listo para sentarse en la silla de la que habían expulsado a Zelaya.
A las diez de la mañana del domingo del golpe nos llegó la noticia de que habían capturado a la canciller Patricia Rodas, amiga de toda la vida, y a quien he criticado duramente en mis análisis y reflexiones. Contaban que la capturaron junto a algunos embajadores. De inmediato llegó un emisario: “¡Ya vienen por la radio! ¡Los militares tienen rodeada la radio!”. Sin saber cómo, me sentí empujado por mis compañeros. Literalmente me llevaban, abrimos el portón que da a la calle y vi a un contingente de militares y a un tumulto de gente que gritaba en defensa de la radio. Me siguieron empujando y me montaron en un vehículo que me llevó lejos de la escena de las amenazas y del verde olivo. A las once de la mañana los militares penetraron en la radio. Mientras afuera la gente buscaba entrar para hacerle frente a los militares, éstos obligaban a Karla, Peraza, Tavito, Rommel, Joksan, Iolani, Gerardo y los demás a apagar los equipos a punta de ametralladora. Era tanta la presión de la gente en las afueras que los militares comenzaron a cambiar de color, nerviosos. Si en ese momento la gente derribaba el portón, habría allí un enfrentamiento que dejaría mucha sangre derramada. El equipo de la radio entró en acción. Salió a la calle, habló con la gente y logró convencerla para que dejaran salir a los militares.
SEREMOS LA VOZ DE LA GENTE
Esa tarde, nos sentamos a decidir. ¿Qué hacemos? Apenas tuvimos los primeros intercambios, lo teníamos muy claro: Somos radio, somos voz. Si no tenemos voz, ya no somos radio. Vamos a defender la voz de la radio porque somos la voz de la gente que no la tiene. Y abrimos Radio Progreso en la madrugada del lunes 29 de junio. Y desde entonces no hemos parado de transmitir. Los toques de queda limitaron nuestros horarios. Y sobre todo, la seguridad de los compañeros y compañeras que exponían sus vidas desde el micrófono. Transmitimos de 6 de la mañana a 8 de la noche, reduciendo la programación cinco horas. Nuestra transmisión ordinaria comienza a las 4 de la madrugada y cierra a las 11 de la noche.
Desde el 29 de junio hasta el día en que usted lee este texto, hemos organizado diariamente una transmisión especial, cubriendo la calle y la noticia desde el propio lugar de los acontecimientos. Nuestros reporteros han recibido gases lacrimógenos, han tenido que salir corriendo ante la persecución militar, han recibido amenazas, anónimos con insultos, han caminado por los cerros del departamento de El Paraíso para cubrir la noticia desde la frontera con Nicaragua. Hemos estado presentes en los diálogos de San José y en Managua, cubriendo la voz directa del Presidente desterrado. Hemos abierto micrófono para entrevistar a campesinos, campesinas, economistas, poetas, escritores, feministas, sociólogos, historiadores, religiosos de Honduras y de toda América Latina.
NO HAY GOLPE QUE POR SOLIDARIDAD NO VENGA
Hemos experimentado en carne propia la solidaridad y descubrimos en la experiencia propia la realidad de lo que tantas veces hemos formulado como redes de solidaridad y de comunicación. La Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER) y la red de Radialistas Apasionados han estado pegados a nuestra programación, y por esa relación en red, centenares de radios en nuestro continente han transmitido la realidad del país. Hemos recibido críticas feroces de los sectores frontalmente golpistas, quienes se afanan en meternos en el saco de los “melistas”. Y los melistas se alegran porque con la radio se sienten más fuertes.
Salirse de esta polarización extrema ha sido la labor de Radio Progreso. Pero ambos polos tratan de jalarnos hacia sus extremos. Las críticas más sordas y crueles no son tanto las que vienen de los golpistas -vergüenza sería para nosotros si no las recibiéramos-, sino las que proceden de sectores que agazapados en sus liturgias y en sus bien acomodados cargos religiosos se asustan de que una emisora que debía ser “católica” esté tan metida en “la política”. Se esfuerzan en tomar distancia y en ratificar que somos un sector marginal de la Iglesia. Dicen que la Iglesia, la verdadera, está con la palabra del Cardenal, la pronunciada el 4 de julio y repetida hasta la saciedad en cadenas nacionales impuestas por el régimen de facto. Las radios católicas guardaron silencio y siguieron con bondadosas y sentimentales predicaciones, acompañadas de cánticos de peces y nubes, lágrimas y glorias. Las radios católicas dejaron sola a Radio Progreso. Unirse a ella era salpicarse del pecado de la política, aunque la política golpista salpicó a fondo a nuestra jerarquía.
Pero la solidaridad latinoamericana y caribeña y la de las comunidades y organizaciones sociales suplió con creces la ausencia y el silencio de nuestra amada Iglesia local y nacional. Jamás hemos experimentado tanta cercanía y comunión de tanta gente amiga y solidaria, como la experimentada en estos días aciagos del golpe de Estado. No hay mal que por bien no venga, no hay golpe michelettista que por lucha y solidaridad no venga, decimos en nuestras bromas de pasillos y en los breves descansos que tenemos en esta radio, que tanta vida a borbotones nos regala.
SECUESTRO Y DESTIERRO
Lo que ya sabemos: el 28 de junio en la madrugada, un contingente militar irrumpió en el domicilio del Presidente Zelaya y, tras doblegar a su guardia de seguridad, lo obligó a salir a punta de ametralladoras y amenazas. Lo subieron en un vehículo que lo trasladó a la base aérea, y de allí a un avión que lo dejó en San José, Costa Rica. El día del secuestro y destierro, se realizaría una consulta o encuesta ciudadana para recoger el parecer de la población sobre si el Congreso debía aprobar o no una Cuarta Urna en las elecciones generales de noviembre. En esa urna se consultaría a la población si quería o no reformar la Constitución. La víspera, el Presidente y su gabinete, convocaron a una conferencia con la participación del cuerpo diplomático para presentar a los observadores internacionales que estarían en los principales centros de votación a lo largo del territorio nacional.
EL CONTEXTO INMEDIATO: URGE UN DIÁLOGO
El miércoles 24 de junio, el Presidente destituyó al General Romeo Vásquez como Comandante del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, tras la negativa de éste a cumplir con la orden de que el ejército trasladara las urnas a las diversas mesas receptoras del país. Simultáneamente, aceptó la renuncia del Ministro de Defensa, el abogado Edmundo Orellana, quien la presentó con los mismos argumentos: respetar la sentencia de los órganos de justicia, que declararon ilegal la Cuarta Urna. Los comandantes del ejército, de la naval y de la fuerza aérea interpusieron su renuncia en solidaridad con su comandante mayor.
En los días siguientes al golpe, se hizo circular un documento proveniente de los ámbitos en que se mueven los parlamentarios. En él se sostiene que ese día 24 se puso en marcha en el Congreso el plan para inhabilitar al Presidente mediante moción que presentaría un diputado demócratacristiano con el argumento de la incapacidad mental de Zelaya para gobernar el país. Sin embargo, y de acuerdo a fuentes surgidas del propio sector bipartidista, al menos unos 20 diputados liberales se retiraron de la sesión negándose a apoyar la iniciativa de Carlos Flores Facussé de que su hija, Lizzie Flores, fuera electa como Presidenta del Congreso Nacional. Esto imposibilitó el quórum de las tres cuartas partes de los votos para la inhabilitación del Presidente de la República.
El jueves 25, Zelaya convocó a las organizaciones populares, y acuerpado por ellas, se dirigió a la base aérea para recoger las urnas electorales con el fin de repartirlas por el país. El 26 el ERIC (Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación) de los Jesuitas en Honduras y Radio Progreso hicieron entrega a diversos representantes de los polos en conflicto una propuesta de diálogo urgente, con la mediación de una comisión internacional, con el fin de evitar un golpe de Estado y una convulsión social con consecuencias impredecibles para todo el país.
PATRICIA RODAS Y “LOS PATRICIOS”
Zelaya habría comenzado su administración sobre la base de una fuerte confrontación entre Carlos Flores Facussé y su equipo, liderado por Patricia Rodas. En los días previos a las elecciones de noviembre de 2005 -las que Zelaya ganó- corrió el rumor de que las diversas encuestas daban una distancia de nueve puntos a favor del candidato nacionalista, Pepe Lobo, y se miraban venir los ajustes de cuentas al equipo del candidato liberal Zelaya.
Flores Facussé habría reunido a los “patricios” en su propia residencia y les habría dejado establecido que si los liberales perdían las elecciones, la responsabilidad recaería sobre ellos y, por consiguiente, el partido se reestructuraría excluyéndolos a ellos.
También se dice en diversos círculos políticos que la lideresa del equipo de Mel Zelaya, Patricia Rodas, tendría al menos dos razones de peso para impulsar su ideología desde el Partido Liberal e imprimirla en el Estado hondureño. Una, liberar al partido. Para la última hija del caudillo liberal Modesto Rodas, liberarlo era enfrentar al impostor Flores Facussé, llamado así, porque el padre de éste, Oscar Flores, siendo del gabinete del gobierno de Ramón Villeda Morales, habría traicionado al candidato y seguro sucesor en la presidencia, Modesto Rodas, confabulándose con los militares en el golpe militar del 3 de octubre de 1963, truncando así el seguro camino a la Presidencia del padre de Patricia. Segunda razón: una vez liberado el Partido Liberal del “impostor”, el objetivo sería avanzar hacia la consolidación de un partido que retomara las luchas y demandas del movimiento popular que habían quedado frustradas en la década de los 80.
LAS ALIANZAS DE MICHELETTI
Para echar a andar este plan, el equipo de Zelaya logró un acercamiento, que se convirtió en alianza con su correligionario liberal, Roberto Micheletti. Mel le aseguró la presidencia del Congreso Nacional y Micheletti se comprometió a apoyar todas las iniciativas de ley que presentara el Ejecutivo, comenzando con la ley de participación ciudadana y la ley de transparencia.
La primera fue aprobada el día en que se inauguró la legislatura y se eligió Presidente del Congreso a Micheletti en una enconada y difícil negociación, tanto entre los liberales como entre liberales y nacionalistas. Pero, mientras Micheletti estrechaba una mano a Zelaya, con la otra se asía a la sólida mano de Flores Facussé, quien también lo apoyó para la presidencia del Congreso a cambio de que Micheletti apoyara para la vicepresidencia a Lizzie Flores. En esos momentos, Micheletti contó con el apoyo de Flores Facussé y del propio ex-Presidente Rafael Leonardo Callejas para llegar a ser candidato a la Presidencia de la República, con la condición de reformar la Constitución para eliminar los artículos pétreos.
DOS AÑOS DESPUÉS: BUSCANDO A CHÁVEZ
El equipo de gobierno de Zelaya contó desde el inicio con la desconfianza enconada de Flores Facussé y de los sectores afines, incluyendo la embajada de Estados Unidos, particularmente del entonces embajador Charles Ford.
En el primer año, Mel Zelaya y su equipo se esforzaron por ganarse la simpatía de los sectores de la derecha hondureña y de la embajada de Estados Unidos, así como por mantener distancia del movimiento popular hondureño. Al no lograr con las distancias las simpatías deseadas y buscadas, el equipo de Zelaya buscó, a partir de su segundo año, alianzas entre otros sectores con quienes compartían ciertas afinidades ideológicas: en los años 80 varios miembros del equipo de Zelaya habían incursionado en las luchas de los movimientos estudiantiles, de la izquierda radical hondureña y de la izquierda centroamericana, caribeña y latinoamericana.
Aunque era Patricia Rodas quien tenía y mantenía relaciones con los cubanos, los nicaragüenses y venezolanos, desde mucho antes de la campaña electoral, fue hasta el segundo año de la administración de Zelaya cuando éste avanzó con firmeza hacia el establecimiento de una alianza con el bloque latinoamericano liderado por Hugo Chávez.
FUERTE DENTRO DEL ALBA, AISLADO NACIONALMENTE
Esa alianza se sellaría públicamente en Managua el 19 de julio de 2007, en el aniversario de la revolución sandinista, dos días después que la policía nacional reprimiera violentamente, y por orden directa de Zelaya, una manifestación con participación de comunidades cristianas, entre ellas de varios sacerdotes, en la zona occidental del país. Con la toma de carreteras demandaban una nueva ley de minería.
De julio de 2007 en adelante, los acontecimientos se aceleraron: los acuerdos con Petrocaribe, la firma de incorporación de Honduras al ALBA, acuerdos del gobierno con dirigentes de organizaciones populares, los tractores venezolanos, programas educativos y de salud con Venezuela y Cuba… Cuanto más acercamiento se establecía con los países del ALBA y cuantas más decisiones se tomaban con dichos países, más crecía la confrontación y la distancia con los sectores de poder, tanto dentro del Partido Liberal como del Partido Nacional, con los empresarios del turismo y de las comidas rápidas, con maquiladores, con la industria de las medicinas, con la banca, con propietarios de los equipos de fútbol y de los medios masivos de comunicación, con la embajada de Estados Unidos y con la jerarquía católica de la capital.
ESTRELLADOS CONTRA UN ESPEJISMO
Desde la campaña electoral que llevó a la Presidencia a Mel Zelaya, su equipo lo tenía claro: buscaban el control del Estado no por cuatro años, sino por un tiempo prolongado que permitiera, desde su lógica, impulsar transformaciones económicas y sociales profundas. Con la alianza y los compromisos establecidos con Hugo Chávez, la decisión se consolidó.
Sin embargo, en la medida en que afianzaban la alianza externa con Chávez, fueron confiando cada vez más en la fuerza de la dirigencia de un movimiento popular que nunca existió, al tiempo que descuidaban el trabajo territorial dentro del Partido Liberal. El poder y la fortaleza que les transmitía Chávez estaban en proporción inversa al poder y fuerza que perdían al interior del país. La alianza con Chávez provocó en el equipo de Zelaya un espejismo. La sed de poder y de control del Estado les ancló en un espejismo político, ante el que se fueron estrellando, especialmente a partir de 2009. Todo acabó en el estallido crítico del domingo 28 de junio.
Los dirigentes del liberalismo lograron excluir al equipo de Mel de la dirección partidaria. A finales de 2008 cada quien ya tenía posiciones y estaban muy bien atrincherados. Por un lado, estaba Mel y su equipo apoyado por Chávez y la dirigencia del movimiento popular. Y por otro, Flores Facussé con su alianza política con Callejas y el sector más duro del empresariado, con sus fuerzas mediáticas y con el respaldo, al menos moral, de la jerarquía de la iglesia católica de Tegucigalpa.
SÓLO QUEDABA LA CUARTA URNA
En abril de 2009, el control del Partido Liberal quedó en manos de Flores Facussé con la práctica expulsión del sector de Zelaya. Los “patricios” ya habían perdido su lucha por controlar la Corte Suprema de Justicia y el Ministerio Público. El año 2008, ya el Comisionado de Derechos Humanos había sido electo con el apoyo incondicional de Flores Facussé.
En enero de 2009, cuando el equipo de Zelaya observó que el control de la Corte Suprema se le iba de la mano, intentó una ruptura constitucional, colocando en el Congreso tanquetas bajo la dirección del entonces Ministro de Defensa Tito Mejía, uno de los más ciegos y obcecados promotores de la continuidad del equipo de Zelaya en el control del poder del Estado.
Una vez excluidos del Partido Liberal, y sin controlar ninguna de las instancias del Estado, a excepción de la Casa Presidencial, el equipo de Mel Zelaya se decidió por convocar a una Cuarta Urna que eligiera una Constituyente para redactar una nueva Constitución.
Cambiar los artículos pétreos de la Constitución fue un propósito político que Flores Facussé y Callejas venían promoviendo desde 1992. Pero una reforma que significara perder el poder y entregarlo a fuerzas adversas y, para colmo, en alianza con Hugo Chávez, no se podía permitir. El empresariado, conducido primordialmente por los árabes y por los criollos de la antigua Tegucigalpa -seguramente la oligarquía más conservadora y mezquina de Centroamérica- no podía permitir que se abrieran los mercados nacionales a la competencia con capitales brasileños, venezolanos, cubanos, chilenos, argentinos, especialmente en campos tan lucrativos como el de las patentes de los medicamentos, el combustible, la banca, la importación de vehículos y la comida rápida.
SÓLO UN MILÍMETRO, NO CIEN KILÓMETROS
El grupo de Zelaya se fue convirtiendo en un dolor de cabeza para quienes han usado al Estado y sus bienes como su patrimonio, y se han amparado en el Estado para sus beneficios particulares.
La propuesta de Zelaya no significaba un cambio drástico para el país. Era una pequeña apertura a otros mercados, lo que comprometía a los sectores empresariales más fuertes. Esta “amenaza” sólo significaba que los grandes empresarios y los políticos tradicionales cedieran un milímetro en sus privilegios. Pero se alarmaron tanto que lo han presentado como si se les obligara a ceder cien kilómetros. Y no sólo dieron el golpe de Estado, sino que ahora están demandando que se les otorguen otros cien kilómetros de privilegios, además de los que ya tenían antes de la administración de Zelaya.
El equipo de Mel Zelaya se lanzó a una empresa creyendo contar con unas fuerzas que en los hechos estaba muy lejos de tener. Menospreció a las fuerzas enemigas, que controlan casi todos los hilos de la política, de la economía, de los medios de comunicación y manejan ideológica y religiosamente casi toda la vida del país.
QUIÉNES TRAMARON Y APOYARON EL GOLPE
A lo largo de todo el período de su administración, una alianza política-empresarial-militar-mediática-eclesiástica se fue configurando en oposición a Zelaya y su equipo. Se consolidó sólo en los últimos dos años de gobierno. Los líderes de esta alianza son Flores Facussé, en un muy primer lugar; Jorge Canahuati, propietario entre otras empresas de los diarios “El Heraldo” y “La Prensa”; Rafael Leonardo Callejas y el sector más duro del Partido Nacional; las familias Ferrari-Villeda-Toledo, propietarios entre muchas otras empresas, de los medios HRN y TN-5; Miguel Facussé Barjúm; Fredy Nasser; la familia Andonie; propietaria de Audiovideo (Radio América) y según diversas versiones, con el control de las patentes internacionales de medicamentos, junto con Kafati y sus industrias Finlay; la familia Kafati, que con toda la industria en torno a Intur administra la patente de las comidas rápidas; las familias Atala, Lamas y otras similares, que controlan el mundo del comercio y el capital árabe hondureño; los veteranos oficiales en retiro de las Fuerzas Armadas de la sexta, séptima, octava, novena y décima promoción, particularmente Santos Isaac Aguilar, Eric Sánchez, el Tigre Amaya, y los oficiales expertos en Seguridad Nacional Billy Joya y Alexander Hernández, quienes en su momento apoyaron la candidatura de Mel Zelaya como “brazos derechos” de Micheletti.
Estos sectores nacionales contaron con el respaldo directo y eficiente de los sectores políticos de Estados Unidos que tuvieron el control de la seguridad nacional desde el Pentágono en la administración de George W. Bush, particularmente John Dimitri Negroponte y Otto Reich. Para éstos, la lucha, no es contra Mel Zelaya, sino fundamentalmente contra el peligro geopolítico que para la región significa Hugo Chávez, el Fidel Castro del siglo 21.
LOS DILEMAS DE WASHINGTON
Los golpistas nunca se esperaron un rechazo internacional unánime al golpe. Pudieron prever una semana de confusión, mientras se acomodaban las piezas y se daba una sólida argumentación a través de una ofensiva diplomática. Previeron que el rechazo contra ellos se reduciría a mediano plazo al bloque del ALBA.
El gobierno de Estados Unidos se encontró desde el inicio atrapado entre el rechazo a la acción golpista y la presión de la derecha más dura apoyando a los golpistas. Condenando el golpe, se inclinó por buscar una salida que significara el mal menor.
Obama dijo con claridad desde el primer día que, a pesar de no tener simpatía por el gobierno de Zelaya, respetaba a los gobernantes que habían sido elegidos por su pueblo. Washington ha estado jugando entre dos posibles escenarios de solución a la crisis. O por un retorno de Zelaya sin cuartas urnas y sin poder, que no es más que un retorno al escenario anterior al 28 de junio, pero sin las propuestas de reformas y la Constituyente de Zelaya, propuesta que sostienen los acuerdos de San José de Oscar Arias. O, si esto no funciona, Washington no estaría viendo con muy malos ojos una especie de “tercería”: que salga de escena el poco presentable Micheletti, se nombre al Presidente de la Corte Suprema de Justicia, se adelanten las elecciones y haya un compromiso de las Fuerzas Armadas de respetar a las autoridades electas.
En el primer escenario se sitúa actualmente el propio Flores Facussé y el Departamento de Estado de Estados Unidos. Pero es un escenario rechazado por el resto de la alianza golpista, con el argumento de que una vez reintegrado Zelaya, se empoderaría con mayor fuerza, esta vez con el respaldo militar de Chávez, y así avanzaría con mayor vigor hacia un dictadura política Zelaya-Rodas-Chávez.
Para la alianza golpista sin el florismo, el escenario único que estarían dispuestos a aceptar es el segundo: un régimen de facto sin Micheletti y un adelantamiento de las elecciones, en las cuales el Partido Nacional se alzaría con una victoria que allanara el camino para un gobierno que en los próximos cuatro años ponga las sillas y los muebles en orden, después que los liberales las destartalaron.
NUESTRAS FRÁGILES DEMOCRACIAS
Después de más de un mes de régimen de facto, la comunidad internacional sigue firme en su rechazo al golpe y han pasado de las acciones diplomáticas a las sanciones económicas. Para la comunidad internacional el único escenario válido es el propuesto por los acuerdos de San José. No aceptan bajo ninguna circunstancia un gobierno que siga poniendo en cuestión las democracias latinoamericanas. Los gobiernos latinoamericanos -y con ellos, los gobiernos europeos-, no pueden aceptar otra salida ni menos justificar un golpe de Estado. Bien saben que las actuales democracias se sostienen sobre bases institucionales muy frágiles. Si se consolida este golpe, se podrían estar fraguando nuevos golpes de Estado, sino en Guatemala, El Salvador, Ecuador, Bolivia, Paraguay, entre los más vulnerables.
El grupo del ALBA y Mel Zelaya se aferran a un tercer escenario: el reintegro de Zelaya, seguir impulsando la Constituyente, castigo para los golpistas y celebración de las elecciones con la Cuarta Urna.
Existe una extendida valoración en torno a que la fragilidad de las democracias de América Latina se evidenció justamente en Honduras, el eslabón más débil, y que esta ruptura no afecta solamente a Honduras, sino que en nuestro país se responde hoy a la pregunta de quiénes controlan las democracias y cuál seguirá siendo el papel de Estados Unidos, de las fuerzas armadas, de la empresa privada, de la izquierda, de la sociedad civil y de las iglesias en las sociedades nacionales, en las economías nacionales y en las latinoamericanas.
¿DOLORES DE PARTO O DE AGONÍA?
No existen escenarios ideales para la salida de la actual crisis. A lo sumo, uno se puede aventurar a sugerir escenarios posibles o deseables. No hay escenario ideal porque cualquiera que sea la salida inmediata a la crisis, se topa con un país sin institucionalidad.
Las instituciones están en la mayor de sus precariedades. Ni los partidos políticos, ni el Congreso, ni la Corte Suprema, ni el Ministerio Público ni el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos tienen credibilidad para sostener el Estado de Derecho. Hemos llegado al momento de la democracia formal fracasada, lo que se expresa en la plena ausencia de institucionalidad. Todo está finalmente subordinado a las arbitrariedades de los dirigentes de los partidos políticos o a los intereses de la gran empresa privada.
El modelo bipartidista ha colapsado. El periodista y analista Manuel Torres Calderón, lo dice con una figura que ilustra muy bien la cuestión: “Lo que estamos viviendo es muy doloroso y trágico. Lo que tenemos que preguntarnos es si esto que vivimos son dolores de parto, de algo nuevo que está por nacer, o si son dolores de agonía, de algo que viene muriendo y que hoy está en los estertores de la muerte”.
El período de la democracia representativa o tutelada, que se inició en 1982, llegó a su fin el 28 de junio. Manuel Torres es del criterio que eso de la “sucesión presidencial”, con la que argumentan los golpistas para justificar la acción violenta del 28 de junio, es similar a lo que ocurrió el 27 de enero de 1982. Entonces, el traspaso de poder de los militares a los civiles no fue la ruptura entre un modelo militarista hacia uno civilista. Fue una verdadera sucesión presidencial en la cual se pasó el poder patrimonialista del Estado de los militares a los políticos.
NO SÓLO CON LOS GOLPISTAS Y LOS GOLPEADOS
Lo que hoy podría estar ocurriendo con este golpe no es tanto esa sucesión, sino una fractura, que puede convertirse en ruptura si los sectores de la sociedad hondureña convierten esta coyuntura en una oportunidad para construir una propuesta que de verdad rompa con la concepción patrimonial del Estado, que es lo que está en la base del golpe de Estado.
Nos encontramos con todo caído, y ante un dilema inevitable: o se recupera una propuesta de democracia, desde un pacto social y político con la participación de nuevos actores, o avanzamos hacia un nuevo período definido por el autoritarismo y controlado por fuerzas que van más allá de las instituciones públicas reconocidas.
En este momento, nos encontramos en una encrucijada altamente peligrosa, o en una especie de “equilibrio catastrófico”. O se busca una salida que no sea sólo con negociaciones entre los sectores golpistas y los sectores que fueron golpeados, o se avanza hacia una descomposición social y política con consecuencias impredecibles.
¿HASTA CUÁNDO?
El movimiento social puso su confianza en Mel Zelaya y Mel Zelaya puso su confianza en el movimiento social. Ambos han quedado estupefactos, porque no calcularon la fuerza y la capacidad de acción de la extrema derecha política y económica de Honduras y de Estados Unidos. Tampoco calcularon sus propias debilidades. Hoy buscan reagruparse y afianzarse con el respaldo de sectores descontentos del Partido Liberal, con sectores organizados en los territorios, y con la alianza con Chávez y la comunidad latinoamericana.
Es imposible que el gobierno de facto se haya sostenido durante un mes de rechazos y resistencias internas y, sobre todo, con tanto repudio de la comunidad internacional, sin el respaldo activo de los sectores políticos y económicos más fuertes del país y sin el respaldo activo de sectores muy bien situados en las instituciones de Estados Unidos.
Existen sospechas de que el golpe no sólo ha sido sostenido por el capital limpio de los grupos empresariales, sino también por grupos que ya han financiado antes actividades políticas y que están interesados en aprovecharse de la crisis actual para lavar muchos de sus activos.
¿QUÉ ESPERAR DE LAS ELECCIONES?
La demanda fundamental reside en la restitución del orden constitucional, y por lo mismo, en la renuncia del régimen de facto. Ésa es la condición sin la cual no se puede esperar nada que no sea creciente y continua inestabilidad política y social. El régimen de facto tiene en las próximas elecciones el espacio fundamental para su existencia coyuntural.
Sin embargo, ya lo comenzaron a decir algunos gobiernos: no sólo no se reconocerían las elecciones, sino que tampoco se reconocería al gobierno que surja de elecciones celebradas en el marco de un régimen de facto, porque inevitablemente sería también un gobierno de facto...
¿Qué esperar de esas elecciones? Pueden ser un factor que agilice el proceso, no sólo hacia la restitución de la legalidad, sino a la transformación del país. Pero también pueden ser un factor utilizado por sectores antidemocráticos para justificar un régimen de creciente autoritarismo. Las elecciones por sí mismas no resolverán la crisis. Son parte de la crisis, y no por ser elecciones son necesariamente fuente de democracia. La demanda por restituir la legalidad es apenas una condición previa para comenzar a andar en el difícil y largo camino por enfrentar las causas que están en la base de la crisis política actual.
LA BASE DEL GOLPE: UN ESTADO PATRIMONIAL
Tenemos que aceptar que ésta no es una coyuntura de inestabilidad. Es un período de inestabilidad que no se resuelve con autoritarismo ni con represiones o echando los balones hacia Venezuela o Estados Unidos. La crisis comienza con la restitución de la legalidad constitucional. Pero se ha de ir avanzando para reflexionar y actuar ante los graves problemas de inequidad, producción, ruptura del tejido social y ante los desafíos culturales, políticos y éticos.
La política tiene que ser transformada. No puede seguir siendo la misma política patrimonial, productora de caudillos, de corrupción y de impunidad. Por muchas que sean las argumentaciones jurídicas para justificar la violación del Estado de Derecho, en este asunto se engaña el que quiere. Con este golpe de Estado ha quedado ratificado que en nuestro país llevamos 28 años de tener la ley subordinada a la política y específicamente, subordinada a unos pocos políticos y altos empresarios, que se mueven únicamente por la ley del más fuerte.
Ahí reside la fuente de la corrupción y de la impunidad que cristalizaron en el golpe de Estado, una fuente permanente de corrupción e impunidad. Políticos que llevan cerca de treinta años en el Congreso o transitando de un ministerio a otro, confirman la concepción patrimonialista del Estado. Son los golpistas de hoy. Esta concepción de la política es la que debe ser transformada, si es que queremos convertir esta crisis en ruptura y no en una simple sucesión coyuntural.
Que unos señores políticos y pudientes comenzaron a tener miedo de que les arrebataran su patrimonio, es decir, el Estado, es lo que estuvo en la base del golpe. Actuaron exactamente como propietarios del Estado, haciendo uso de todos los recursos, comenzando por poner a su favor las leyes con el fin de impedir que nadie, que no sean ellos, maneje para su gusto y antojo el Estado con todos sus bienes.
Si la corrupción la entendemos como el uso perverso de los bienes para provecho particular, sea personal o grupal, la concepción del Estado como patrimonio de un reducido sector de políticos y de empresarios, es un acto permanente de corrupción. Y el golpe de Estado -que obliga a toda la sociedad a obedecer a un régimen impuesto por la fuerza- es la cristalización suprema de ese acto de corrupción.
LA NECESARIA PALABRA DE LA IGLESIA
Con una palabra firme contra el régimen de facto, es urgente sostener un llamado al diálogo con la participación de otros sectores que no sean sólo los del bipartidismo. Para esta tarea, la jerarquía católica ha perdido irremediablemente su papel moral de animación del diálogo por su explícito apoyo político decantado hacia el sector golpista. Lo único que restituiría en parte su credibilidad no es su silencio, sino que sus obispos, desde su autonomía, reconozcan humildemente que en aquella ingrata comparecencia del Cardenal Rodríguez no existía consenso del episcopado y que, en nombre de muchísima gente de buena voluntad, hagan una exhortación al régimen de facto a que renuncie, como un paso necesario para iniciar el largo y difícil camino de la reconciliación nacional.
Seguir manteniendo la apariencia de una unidad que no existe es hacerle más daño a la Iglesia. En ocasiones como las que vivimos, es mucho mayor bien para la Iglesia la honradez para con la sociedad, aunque ello signifique que salgan a la luz divergencias en asuntos políticos -que no de fe ni de doctrina-, que mantener tapados los conflictos internos a costa de continuar alimentando ambientes de confusión y de dobles morales, siempre malos ejemplos para una ciudadanía necesitada de una palabra de verdad y de consuelo.
UN ACUERDO CON MEDIACIÓN INTERNACIONAL
Al no existir instancias acreditadas y creíbles en el país, necesitamos la presencia mediadora internacional. Lo deseable en este momento es lograr una negociación política antes de cualquier ingreso abrupto al territorio nacional de Mel Zelaya. Lo deseable es lograr un acuerdo negociado para su ingreso en el marco de un gobierno:
– Que garantice las elecciones de noviembre.
– Que redefina y negocie la ocasión y el tiempo para discutir en torno a una Constituyente, seguramente para un futuro no menor de un año después de la sucesión presidencial de enero del 2010.
– Que dé las garantías para una participación de las candidaturas independientes aceptadas por el TSE en iguales condiciones a las que ya tienen los candidatos de los partidos políticos.
Y que exista el compromiso político de que el siguiente gobierno:
– Convocará a un espacio nacional de búsqueda de consensos para redefinir la modalidad y el proceso de la elección de las autoridades surgidas de elecciones de segundo grado.
– Eliminará la concentración de poderes en el presidente del Congreso Nacional y en las Fuerzas Armadas.
– Y logrará un mínimo compromiso consensuado sobre un plan de desarrollo nacional con instancias de control que garanticen el uso transparente y honesto de los recursos del Estado.
Ismael Moreno es corresponsal de la Revista Envío en Honduras. Este artículo ha sido publicado originalmente en el nº 329 de la citada publicación (agosto de 2009).
www.revistapueblos.org
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