viernes, 10 de julio de 2009

Politicidio y empresocracia

Por Carolina Escobar Sarti

El caso de Honduras nos pone contra la pared. Nos hace formular una serie de preguntas que parecen no apuntar a las respuestas que quisiéramos escuchar. Uso el término acuñado por el sociólogo israelí Kimmerling de “politicidio”, para plantearnos la primera disyuntiva: ¿el golpe constituye la evidencia rotunda de la intención de algunos de destruir una nación por la vía del debilitamiento del Estado?

Y esto nos lleva a la segunda: ¿será que ciertos grupos hegemónicos insisten en asegurar el establecimiento de una empresocracia heredera de la ya conocida mentalidad finquera, en vez de una democracia que apenas comienza a caminar, y para ello siguen necesitando la servidumbre de soldados y políticos leales a su causa?

Entiendo que la política es la política y que el poder es su trampa más perversa, pero lo que no termino de comprender es que en esta región tan desigual en términos del ingreso y de la distribución de la riqueza, tan desprovista de justicia social y tan golpeada por la violencia, haya países que den vueltas en círculos, como perros que se muerden la cola. Ya se dijo que Honduras depende en extremo de la comunidad internacional; en lo político, depende de EE. UU. para ser medianamente reconocida en el concierto de las naciones.

Lo anterior puede ser hasta ventajoso para quienes adoran el statu quo, pero de cara al golpe, no sólo perjudica a Honduras, sino al resto de países de la región y del mundo, porque hay señales que avalan y justifican la doble moral de la política, y porque se vuelven a enviar mensajes en letra grande sobre quiénes son los que ostentan realmente el poder en estas pseudodemocracias contemporáneas.

¿De qué hablo? Tomo apenas tres nombres relacionados con el gobierno de Micheletti, a manera de muestreo y sin mayores comentarios: Herberth Bayardo Inestroza, asesor jurídico del Ejército de Honduras; Enrique Ortez, recién nombrado canciller de ese país; y Billy Joya, ministro asesor del actual presidente de facto. Inestroza, en entrevista concedida a El Faro y al Miami Herald, señaló que el principio de la “debida obediencia (…) claramente establecida en el Código Penal, indica que ningún ciudadano civil o militar está obligado a cumplir órdenes ilegales.” Por ello, la orden que el presidente Zelaya diera al Ejército de apoyar la realización de una encuesta para la cuarta urna no podía ser obedecida. Sin embargo, al preguntársele cómo justificaba sacar a Zelaya en un avión de su país, pasando sobre todos los estamentos jurídicos del Estado, él responde: “Claro, pero porque era para el bienestar del Estado. (...) Analizamos la situación jurídicamente y se le dijo al general que era más conveniente sacar a ese señor”.

Por su parte, antes de asumir la Cancillería, Ortez dijo en una entrevista por televisión: “Obama es un negrito que ignora dónde queda Tegucigalpa”. Y se defiende diciendo: “Pero ese comentario lo hice antes de haber sido nombrado”. ¿Y qué decir de Billy Joya, conocido por coordinar y dirigir torturas y asesinatos en Honduras durante la década de 1980? Joya era del Batallón de Inteligencia (3-16), fundador del Escuadrón élite de represión “Lince”, de los Cobras y primer comandante de esa agrupación. Fue responsable de operativos especiales que dejaron varias personas muertas y torturadas. ¿Politicidio? ¿Empresocracia? ¿Una renovada luna de miel para el dichoso matrimonio entre la clase política, la económica, y el poder militar de Honduras?

Fuente: www.prensalibre.com.gt



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