lunes, 13 de julio de 2009

Cardenal golpista Oscar Rodríguez, acusado en los años 80 de complicidad con desapariciones

Por Luigino Bracci

Fausto Milla, sacerdote de su diócesis, le acusó de ser "cómplice de todo lo que los militares nos hacen. "Mi obispo más parece un coronel sin charretera, que un pastor", sentenció Milla quien tuvo que huir del país.

A finales de enero de 1982, el sacerdote hondureño Fausto Milla se vio obligado a abandonar el país, "casi como un asilado", luego de recibir numerosas amenazas de muerte, así como de ser víctima de un intento de secuestro y desaparición. El diario Tiempo lo entrevistó antes de su partida hacia México, a donde partía para salvaguardar su vida: "no hubiera querido salir de esta forma", afirmó, "nunca por amenazas y encañonamientos militares". Milla llevaba a cabo una labor de defensa de derechos humanos en la diócesis de Copán, fronteriza con El Salvador. Su trabajo a favor de los pobres y en contra de la represión militar le convirtió en un virtual prisionero en su parroquia de Corquín, en el departamento de Lempira, sin que hubiera cometido delito alguno: "tenía la ciudad como cárcel", aseveró.

Entre otras acciones que molestaron a los militares, Milla destacó la denuncia de la masacre del Río Sumpul del 14 de mayo de 1980, cuando contingentes militares salvadoreños dieron muerte deliberadamente a un número no inferior a trescientas personas no combatientes, inclusive mujeres y niños, que intentaban cruzar el Río Sumpul para huir hacia Honduras. La masacre se hizo posible como consecuencia de la cooperación de las Fuerzas Armadas hondureñas, que impidieron el paso de los pobladores salvadoreños.

Obispo Rodríguez Maradiaga, cómplice de los militares


En sus declaraciones al momento de exiliarse, Milla denunció al coronel Oscar Armando Mejía Peralta, jefe del XII Batallón de Santa Rosa, como el principal responsable "de la represión desatada contra mi persona, así como contra otros agentes de la pastoral de la Iglesia". Milla también denunció la complicidad con el ejército del actual cardenal Rodríguez Madariaga, que por entonces era obispo de la Diócesis de Copán: fue "cómplice de todo lo que los militares nos hacen", afirmó.

El sacerdote exiliado acusó a Rodríguez de haber desmantelado toda la estructura de apoyo pastoral a los pobres y de lucha contra la represión que había favorecido su predecesor en el cargo, monseñor Jose Carranza. "Mi obispo más parece un coronel sin charretera, que un pastor", sentenció, para luego concluir con una dura acusación: "Lo que uno no se explica es que nuestros jerarcas superiores, que firmaron documentos como el de Puebla, vengan a ponerse al lado de quienes ese documento de la iglesia condena por ser los interesados en mantener el régimen de la seguridad nacional que significa inseguridad para toda la población y solo seguridad para los dineros que ellos acumulan".


Fuente: Diario Tiempo, edición de 21 de enero de 1982. Pág. 8


Apoyo al golpe de Estado de Micheletti

El actual Cardenal Rodríguez, a quien se le atribuye una presunta tendencia "progresista", fue candidato a sustituir al fallecido papa de la Iglesia Católica, Juan Pablo II.

Informaciones de prensa hondureña destacaron que Rodríguez participó en reuniones que tuvieron lugar en Tegicigalpa en los días previos al golpe de Estado del pasado 28 de junio de 2009 que derrocó al presidente Zelaya, a las que asistieron las autoridades del parlamento y la Corte Suprema, así como el embajador estadounidense, Hugo Llorens, y otros personeros del Departamento de Estado de los EEUU de América del Norte.

Pocos días después del golpe, Rodríguez compareció ante los medios de comunicación radiotelevisiva, a través de una cadena nacional en la que leyó un comunicado de la Conferencia Episcopal hondureña, en el que se avala el Golpe de Estado. En dicha comparecencia, Rodríguez señaló que era inconveniente que el Presidente constitucional Zelaya regresara al país, y que su presencia en Honduras podría desatar un baño de sangre. Posteriormente, ha asegurado en declaraciones al diario Clarín de Argentina que él nunca avaló el golpe de Estado, aunque ha insistido en que Zelaya no debe regresar al país.

ANMCLA Corresponsalía Honduras
La fe mueve a los “gorilettis”
Arturo Cano, La Jornada
Lunes, 13 de Jul de 2009. 3:45 pm
13 de julio 2009. - Mientras el presidente Manuel Zelaya continúa empujando a Estados Unidos y promete acciones para regresar a su país, aquí unos rezan para que no vuelva y otros siguen en las calles para traerlo de regreso. En un complejo deportivo llamado Villa Olímpica, las gradas semivacías parecen dar la razón a los seguidores de Zelaya: muchos de los asistentes a las marchas blancas en apoyo al golpe de Estado van porque los empresarios, sus patrones, los obligan a asistir.

A pesar de la convocatoria a través de la televisión y la radio, de las planas enteras en los periódicos, la Iglesia Católica, la Confraternidad Evangélica, la Red Apostólica y la comunidad judía no llenan un pequeño estadio de béisbol. Los organizadores deben pedir a la gente que abandone las gradas y se reúna en el césped, frente al templete. Apenas se ocupa una sexta parte del campo.

“¡Bendito seas, Dios, por esa libertad que la democracia nos ha traído a Honduras!”, grita el pastor en el arranque de la Jornada de oración por nuestra nación. Los organizadores presumen un evento que se transmite a todo el mundo, a través de una red satelital evangélica, y se hacen presentes canales de televisión nacional, incluidos el 5, privado de gran audiencia, y el 8, que es el oficial.

Kevin Enamorado, representante de la comunidad judía, afirma que discutieron mucho si aceptaban la invitación de los jerarcas católicos, “porque nuestra comunidad no tiene posición política de ningún tipo”. Aceptaron, y Enamorado aprovecha para hacer “un enérgico llamado a todos a la paz, que no estamos dispuestos a cambiar ¡ni mucho menos a negociar!”.

Luego se hace sonar el enorme cuerno llamado shofar: “¡Con este sonido los ángeles de Dios bajan para proteger del mal a las almas buenas de Honduras!”, explica otro representante de la comunidad hebrea.

Y el evangélico completa: “¡Es el sonido de nuestra victoria en Cristo!”.

Otro de los victoriosos presentes es Darwin Andino, obispo auxiliar de Tegucigalpa, quien con el cardenal Andrés Rodríguez Madariaga enfrentó a Zelaya por el tema de la consulta popular: “El país no se puede entregar al chavismo ni a nadie, pues queremos seguir siendo libres e independientes”, aseveró Andino tres días antes del golpe.

Andino niega que el cardenal, a quien en 2005 se llegó a mencionar como papable en el Vaticano, haya estado al tanto de los preparativos del golpe, pues asegura que ni siquiera se encontraba en el país.
“El profundo atavismo de fervor cristiano que existe en Honduras mantiene en las capas modestas de este país un extraordinario potencial de movilización” (AndréMarcel d’Ans. Honduras después del Mith. Ecología política de un desastre. Cedoh, 2008). El mismo autor, desaparecido el año pasado, decía que la ardiente religiosidad y el fervor militante de los hondureños resultan muy temibles para los políticos.

Ciertamente, algunas (iglesias) se han manifestado en público, han participado en las marchas, blanqueadas y perfumadas, han hablado de paz y de diálogo junto a las armas. Han cerrado sus ojos y sus corazones al dolor de los que han sido brutalmente golpeados, perseguidos. El discurso teológico ha sido similar al discurso golpista. La Constitución es Dios. Ambos invitan al diálogo y a la paz sin restituir el orden constitucional. A la Constitución rogando y con la culata dando, afirma Juan Almendares, ex rector de la Universidad Autónoma de Honduras.

No todos los líderes religiosos están con el golpe, naturalmente. Con los zelayistas marcha el Movimiento Cristiano Popular y en los primeros días tras el golpe el Consejo Diocesano de Pastoral de la Diócesis de Santa Rosa de Copán emitió un comunicado que decía: “Repudiamos la sustancia, la forma y el estilo con que se le ha impuesto al pueblo un nuevo jefe del Poder Ejecutivo”.

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