viernes, 16 de abril de 2010

En tierra nuestra

El olor a tierra húmeda es similar en todas partes del mundo cuando la lluvia baña la tierra de caricias, que devienen vida. Aunque ando sobre ruedas, alcanzo a ver los guiños que me hace este otro suelo abierto y fértil que no conozco todavía.
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Comparto viaje al sur de Brasil con Lorena Zelaya, del Frente Nacional de Resistencia Popular de Honduras. Y me digo esperanzada que su lucha puede vencer y convertirse en propuesta creadora, de donde nazcan proyectos como el que vamos a conocer de inmediato: una cooperativa de producción agropecuaria del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST).

La Nueva Santa Rita nos recibe en calma. Una sinfonía de aves también nos da la bienvenida, cuando Airton, su director, sale a nuestro encuentro. Nos invita a una taza de café y a conversar sobre el funcionamiento de la cooperativa, sus conflictos y desafíos.

La mayoría de las familias que la conforman se organizaron con métodos colectivos de planificación, producción y distribución de los recursos, después de enfrentar una dura lucha por la tierra, que los llevó a vivir en asentamientos y campamentos. Fue una etapa en la que la prioridad era resistir en la zona ocupada, mientras la decisión judicial aparecía tímida entre tanta maleza. Así resultó el comienzo, recuerda. Luego le siguió la construcción de casas de cada familia, definidas de acuerdo a las condiciones agroquímicas de la tierra, entre otros indicadores.

Decidieron también en qué sectores productivos se trabajaría. Los fundamentales en la Nueva Santa Rita son: leche, cerdos y arroz, y está enfrascada en incrementar sus líneas de producción, pues sus campesinos reconocen que mientras más sectores tengan, más podrán resistir los embates del capital y del agronegocio. El reto de la diversificación de la producción es uno de los más importantes y aún las soluciones no están ni escritas ni diseñadas.

Insertar una cooperativa pequeña, de producción orgánica y visión socialista en un contexto capitalista, dominado por las grandes empresas y las leyes del capital, implica sostener varios ejes de lucha. Uno de ellos es incrementar los niveles de productividad y encontrar un sistema de distribución entre los cooperativistas, que impacte en los resultados del trabajo.

Aunque la coordinación de la cooperativa garantiza una distribución de los resultados, de acuerdo a los aportes de cada familia, algunos deciden abandonar el proyecto colectivo, con el deseo de obtener ganancias inmediatas a partir de sus propios esfuerzos. Quienes deciden separarse, mantienen el derecho a un pedazo de tierra que pueden cultivar de acuerdo a intereses personales. De ahí, que otro desafío sea la búsqueda de vías para mantener un proyecto cooperativo, donde exista un equilibrio entre el esfuerzo y el resultado colectivo y las aspiraciones individuales.

A la distribución y comercialización de los productos también le dan la máxima prioridad. Existe una cooperativa regional que se dedica solamente a comercializar y se encarga de vender los productos en la agroindustria, tanto de las familias en cooperativa como de las que están fuera de ella. La intención es garantizar que los productos lleguen con mejor presencia al mercado y puedan ser vendidos con más facilidad, pues la competencia de las grandes empresas es muy fuerte. Tienen que enfrentar la contradicción de defender un horizonte político y una práctica socialista dentro de un contexto absolutamente capitalista.

La cooperativa busca el desarrollo de agroindustrias propias, que garanticen el cierre de todo el ciclo productivo hasta llegar a venderle al consumidor, pero este es un proyecto complejo, que va dando pasos en el tiempo. Por supuesto los esfuerzos en el orden técnico se acompañan de una formación política, dada la importancia de construir, en diálogo con los campesinos, herramientas que les permitan comprender la coyuntura política que atraviesan y analizar sistémicamente los obstáculos en el trabajo diario.

Otro reto es acumular experiencias, cultura del trabajo cooperativo y resultados productivos en las nuevas generaciones de la cooperativa, para continuar el proyecto con los miembros más jóvenes de las familias organizadas. A partir de los 6 años de edad, los menores pueden hacerse socios de la cooperativa y después de los catorce, comienzan a combinar algunas horas de trabajo con el estudio, al que siguen dedicando la mayor parte del tiempo.

Respecto a la educación las familias enfrentan contradicciones por la influencia ejercida por la escuela y los medios de comunicación, espacios socializadores en los que niñas y niños no son educados en valores socialistas, sino para la competencia y el individualismo brutal, valores contradictorios a las metas y principios del trabajo cooperativo.

Justo cuando hablábamos de la niñez y la educación, soñando utopías y futuros, llegaron los hijos de Airton. Él los carga mientras caminamos por las áreas de la siembra de arroz, y las crías de cerdos y vacas. Sentimos mucha paz y esperanza en este sitio; sin embargo, Airton y sus compañeros están lejos de esa calma aparente. La cooperativa es otra etapa de lucha del Movimiento, tan o más compleja que la lucha por obtener la tierra. Ahora se trata de hacer que de ella brote la nueva vida.

por: Llanisca Lugo

Fuente: ecaminos.org





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