Nuestros compañeros y compañeras muertos van y vienen y parece interminable esta sangría, por cientos, por miles, a balazos, despedazados, atropellados, tirados en cunetas, en calles oscuras, arrojados en los montes, hombres y mujeres son asesinados a cada rato, y para cada .caso la autoridad tiene una precisa explicación, la hipótesis perfecta que no debe ser rechazada, inmediatamente aparece el retrato hablado, y dice tener pistas seguras que no conducen a nada.
Y Emo no existe, ni Daniel González, tampoco vive Manuel Flores, nunca más veremos a Wendy Ávila ni a Roger Bados. Y tanta gente, tanto sufrimiento provocado por esa enloquecida oligarquía no provoca más que burla en esos borrachos del poder. Y en nuestros sentimientos todos los ausentes no se han convertido en estadística, en fríos números o en pretexto para solicitar más presupuesto para la bolsa del jerarca policial o militar. Su ejemplo estará presente pero no debemos convertirlos en recuerdo, por grato que sea, no deben servir de retratos que adornen las asambleas.
Esa presencia firme de todos los muertos de la Resistencia Popular debe estar para seguir adelante, tenemos que sostener su imagen como ejemplo de lucha, como ejemplo vivo que crece. Esas muertes tendrán que convertirse en signos vitales para sostener legados. De esos cuerpos enterrados, dolorosamente sentidos por los familiares, por sus amigos y amigas más queridos, por todos los que resistimos y luchamos por una Honduras más justa y solidaria, desde esos huesos sin vida tendremos que edificar un país diferente en donde estén todos los que no asesinan ni roban al pueblo.
Y los culpables de tanta vileza, los responsables de toda la sangre derramada y del saqueo a que hemos sido sometidos, tendrán que pagar y no se trata de restituir bienes o compensar la pérdida física de tantas personas queridas. Tendrán que pagar y el pueblo sabrá cómo enfrentarlos. De nuestro pueblo saldrán las respuestas frente a esos crímenes.