Las normas injustas y la fuerza bruta siguen salpicando de infamia a la historia humana; el poder sigue cubriendo de falsa legitimidad a la pura y simple arbitrariedad. Se vive y se ha vivido soportando esa ignominia. Y cuando confiábamos en que ya no más, el tiempo parece retroceder…
“Nunca he creído que pudieran alzarse tus decretos sobre leyes no escritas, inmutables; tú, mortal, nada puedes contra el cielo.” Así desafiaba Antígona al tirano Creón poco antes de ser condenada a muerte. Y, convencida de que era justa su desobediencia a la ley humana, le increpaba sin miedo: “Tal vez juzgues que he obrado locamente; tal vez al acusarme no eres cuerdo”.
¿Serán cuerdos quienes acusan al Presidente Zelaya de haber actuado locamente? ¿Es acaso locura rescatar de la miseria y la opresión a un pueblo? ¿Es, tal vez, desquiciada la propuesta del Poder Ciudadano? A quienes respondieran con un SI estas tres preguntas, -no es mi caso- , habría que preguntarles ¿Entonces, qué es la democracia?
En Honduras, desde el aciago 28 de junio en que se dio el Golpe de Estado, se convive a todas horas con la arbitrariedad, con la represión brutal, con el atropello a la dignidad humana, con la crueldad de quienes detentan el poder por la fuerza, con la impotencia; pero también con la lucha, perseverante, intrépida, sacrificada, de “un pueblo que no calla” y que asegura -47 días después- “no podrán vencer al gran pueblo de Morazán”. Así dice la canción de la Resistencia, cuyos acordes mueven las fibras de todo espíritu inquieto.
En esa lucha heroica del pueblo hondureño por recuperar la institucionalidad, la libertad y la dignidad mancilladas, las mujeres han asumido una participación digna de admiración y respeto. Esa participación es la que quiero resaltar hoy, desde luego sin quitar mérito alguno a todos los hombres valientes, también dignos de admiración y respeto, comprometidos en la misma lucha.
Me sorprendió, desde el primer momento, la fortaleza y el liderazgo de doña Xiomara Castro de Zelaya, esposa del Presidente constitucional; me sorprendió su capacidad para comunicarse con el pueblo, su determinación para denunciar violaciones a los derechos humanos, para recriminar a las fuerzas armadas los ataques perpetrados contra sus compatriotas. En su sencillez, su palabra precisa, calmada, segura, en su sensibilidad y preocupación por quienes no habían recibido comida, agua y medicamentos, y en el apoyo incondicional que le han dado hondureños y hondureñas, se percibe un vínculo afectivo y sincero entre la Primera Dama y su pueblo. Nada común en estos días de protocolo hipócrita y encopetado, en estos días de distancias siderales entre los pueblos y quienes dicen ser sus representantes.
Las dos hijas de la pareja presidencial también han participado activamente en la resistencia. Zoe Zelaya Castro, abogada, madre de una niña de cuatro años (Irene) y con siete meses de embarazo, acompañó a su familia en el frustrado intento de reunirse con el Presidente en la frontera. Sobre el gobierno de facto dijo: “…cada acción de este régimen de represión no deja duda: no conocen la razón y su único fin es consolidar su poder bajo el imperio del miedo, muerte y desesperanza en nuestra gente.”
Xiomara Hortensia Zelaya Castro, “Pichu”, 24 años, estudiante de Comunicación Social, ha estado en las marchas, ha enfrentado soldados armados cara a cara, ha reclamado cuando impedían el paso de agua y alimentos para los manifestantes que habían llegado hasta El Paraíso; a las once de la noche del 30 de julio, con la frustración de no haber visto a su padre, entonaba ante micrófonos de radio Globo, la canción de Liliana Felipe: “Están atrás, van para atrás, piensan atrás, son el atrás, están detrás de su armadura militar. Nos tienen miedo porque no tenemos miedo”.
Doña Hortensia Rosales de Zelaya, madre del Presidente, 80 años, maestra toda una vida, dijo esa misma noche: “Yo confío en la justicia Divina, porque la justicia de los hombres, aquí en Honduras, ya no existe.” Doña Olga Doris Sarmiento de Castro, madre de doña Xiomara, le dijo al pueblo hondureño que no desfalleciera, que toda fortaleza viene de Dios. Al día siguiente, la Primera Dama, su madre y su suegra acudieron al velorio del profesor Roger Vallejo, asesinado por la represión golpista. Acudieron para llevar consuelo a la joven viuda y a su bebé de diez meses, a quienes la barbarie de quienes se llaman gobernantes marcó sus vidas con el dolor de una ausencia irreparable.
La licenciada Gloria Oquelí, presidenta del Parlamento Centroamericano, militante por treinta años en el Partido Liberal, ha llamado al pueblo hondureño a la construcción de “una nueva Centroamérica, libre, soberana e independiente” y a “levantar las anclas de la esperanza en el corazón”. También ha sido clara, y nada poética, cuando afirmó: “…ya no queremos más mentirosos, no queremos más corruptos, más cadáveres políticos en el Partido Liberal”.
Las licenciadas Elsa Calderón y Nelly Moreno, abogadas del Centro de Prevención, Tratamiento y Rehabilitación de las Víctimas de la Tortura y sus Familiares, CPTRT, cuyo director ejecutivo es el doctor Juan Almendares, han declarado públicamente que la represión es masiva en Honduras, que ellas apoyan la resistencia por considerarla LEGÍTIMA, que es “…intolerable que digan que en el país NO está sucediendo nada”, que en un informe preliminar han constatado ocho personas muertas y doscientas sesenta y cinco entre maltratadas y torturadas, que sobre esos datos es necesario considerar la existencia de un subregistro, dadas las condiciones en que se vive. Además, han denunciado que el Ministerio Público no ha dado la respuesta esperada ni actúa con la urgencia que requiere el peligro para la vida y la integridad de las personas cuyos derechos se atropellan a diario. ¡Qué desamparo!
La señora Bertha Oliva, Coordinadora del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras COFADEH, ha tenido que recorrer el país respondiendo al llamado angustioso de familiares que denuncian desapariciones, encarcelamientos arbitrarios y maltrato para quienes participan en las marchas contra el gobierno golpista. El 6 de agosto, COFADEH denunciaba: “La agresión física contra la rectora de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Licenciada Julieta Castellanos, los miembros de la Junta de Dirección de ese centro de estudios y la juventud estudiantil en general, no tiene otro nombre que brutalidad.” La licenciada Castellanos, golpeada y tirada al suelo por los policías, salió en defensa de los estudiantes y denunció que “…ni en los 80s la policía entraba al campus universitario”. También denunció que había niños que se desmayaron por efecto de los gases lacrimógenos en la escuela que funciona en el campus para los hijos de empleados de la UNAH. Así es, brutalidad, salvajismo, ¿qué otro nombre podría darse a esa conducta policial?
Se me agolpan los nombres, Liliet Díaz, Ariela Cáceres, Leny Fajardo, periodistas, Leticia Salomón, académica, Sandra Ponce, defensora de los derechos humanos, y tantas, tantísimas, mujeres que están luchando, marchando, preparando comida para los manifestantes, alojando en sus casas a quienes vienen de lejos, curando las heridas de los maltratados, transmitiendo mensajes de apoyo, presentando denuncias, orando, sufriendo por sus familiares detenidos y desaparecidos, llorando a sus seres queridos asesinados, soportando insultos, golpes, violaciones de las fuerzas represoras. Sin distinción de edad u oficio, todas perseveran en la lucha. ¡Qué valor!
Dije al principio que la resistencia hondureña era digna de respeto y admiración. Hay palabras que se quedan cortas, que son más bien escasitas para enaltecer la grandeza de ciertas luchas humanas, para honrarlas. En todo caso, más allá de mis limitaciones en el uso del lenguaje, espero haber transmitido el mensaje, que es también un mensaje de solidaridad para todas las hondureñas y los hondureños valientes que nos muestran, día tras día, cómo se defiende la libertad y cómo se construye un futuro de seres libres sin recurrir a la violencia.
"Mientras luchemos para derrotar las fuerzas del mal, el Dios del universo luchará a nuestro lado." decía Martin Luther King. Y es verdad, porque como afirmaba Lucas (17,21) "El Reino de Dios está dentro de vosotros".
(*) Abogada
Fuente Nuestro País
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