martes, 28 de julio de 2009

Si acaso en el camino: palabras al pueblo hondureño

Por Godo de Medeiros

Desde hace un mes se encuentran usurpando los poderes constitucionales de la República de Honduras los grupos oligárquico y militar. Durante estos 30 días, nunca antes se había violado la carta magna como la han violado los golpistas. Han suspendido las garantías constitucionales del pueblo a movilizarse, a desplazarse libremente por su territorio, a expresarme libremente, a tener acceso al bienestar común, entre otros derechos inalienables que con el golpe de Estado han sido prácticamente proscritos.

Los asesinatos cometidos por las fuerzas golpistas contra quienes protestan pacíficamente se cuentan en decenas. En centenares se cuentan los heridos y encarcelados, aunque buena parte de estos últimos haya recobrado la libertad gracias a las acciones puntuales de organizaciones humanitarias y del mismo pueblo que se niega a aceptar un régimen despótico y clama por el retorno del presidente Mel Zelaya.

Pero las últimas horas hemos tenido noticias de que un grupo de sicarios y mercenarios del régimen golpista prepara una escalada represiva contra líderes políticos, populares, sindicales y estudiantiles. Esto lo hemos leído incluso en columnas de prensa publicadas este lunes 27 de julio de 2009 en la prensa de Guatemala. Nada de esto, sin embargo, nos sorprende.

Curiosamente, los días subsiguientes al golpe de Estado en Honduras, la mayoría de columnistas guatemaltecos (que casi en su totalidad son representantes de compañías transnacionales, terratenientes, agroexportadres, ex militares, ejecutivos de cámaras empresariales) se regocijó con aquella maniobra de sus pares hondureños: los oligarcas y los militares.

Ahora resulta que estos columnistas responsabilizan al desterrado presidente Zelaya de la situación de incertidumbre que impera en nuestro hermano país. No señalan a los golpistas ni sus acciones criminales contra el pueblo hondureño, sino que acusan a Zelaya de "romper el orden constitucional, al querer perpetuarse en el poder y suscribirse al Alba...". En aras de guardar la compostura, conviene aquí no contribuir a diseminar aún más las mentiras y el cinismo. Es más elegante escuchar a la señora Clinton y al señor Arias (a quien prefiero llamar "El agente 72"), quienes calificaron de "imprudente" a Zelaya por intentar el retorno a su patria, retorno al que tiene pleno derecho no sólo como ciudadano sino como Presidente Constitucional de Honduras.

Mel Zelaya se encuentra, como ya todo el mundo sabe, en territorio fronterizo entre Nicaragua y Honduras, concretamente, en un lugar llamado Las Manos. Hasta ese lugar siguen llegando, desde el pasado sábado 25, centenares de hondureños y hondureñas para apoyarlo en su retorno. La familia del mandatario, compuesta por su madre, esposa e hijos, se encuentra a 30 kilómetros de Las Manos, retenida por militares y policías, en El Paraíso.

Imágenes de TeleSUR nos han permitido, estos últimos días, presenciar unos acontecimientos verdaderamente extraordinarios e históricos: la determinación y el coraje del auténtico pueblo hondureño. Sin más armas que sus propios miedos y su propio sentido del honor y de la dignidad, nuestras hermanas y nuestros hermanos centroamericanos han desafiado los peligros que militares y policías representan y han vencido los retenes que amenazan con destruir sus vidas, sus sueños y sus esperanzas.

El pueblo ha recorrido cientos de kilómetros entre las selvas para allanar la ruta hacia la frontera con Nicaragua. Horas que se han convertido en días de camino entre los montes, aguantando sed y hambre. En TeleSUR hemos visto cómo sus rostros cansados y sudorosos nos muestran el rostro de la ternura, porque los pueblos son tiernos, pero la ternura de los pueblos se torna en grito liberador cuando la soberbia y la maldad atentan contra su más sagrado derecho: el derecho a la vida.

En una de esas imágenes, captadas en un cerro, entre la selva, pude ver a Tilo Mejías y oírlo cantar esta estrofa de un viejo corrido: ...si acaso en el camino me matan de un balazo, con un tierno suspiro te mandaré un abrazo.

¡Que no haya balas que maten al pueblo hondureño!

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