Por: Luis Aceituno / Lado b laceituno@elperiodico.com.gt
Las dictaduras, los regímenes totalitarios, los gobiernos de facto tienen un grave conflicto con todo aquello que huela a cultura. Ubico odiaba a los poetas, gente malidicente, tan detestable y perversa como los comunistas y los ladrones. Castillo Armas le tenía alergia a los libros, sobre todo a los que contenían literatura rusa; hizo una pira en el Parque Central donde quemó obras de Chéjov, Gogol, Dostoyevski. Pinochet le amputó los dedos a Víctor Jara, antes de asesinarlo de manera vil y cobarde…
El actual régimen de facto en Honduras, tan respetuoso de las normas, recupera para sí esta tradición que, en los últimos tiempos, era víctima de cierta liviandad por nuestros lares. Según relata mi amiga Helen Umaña –una reconocida autoridad en la literatura del país vecino–, Mirna Castro, flamante ministra de Cultura del Gobierno de Michelleti, ha hecho pública en la televisión una curiosa lista negra de libros que ella considera como subversivos. Uno esperaría encontrarse ahí, que sé yo, la obras completas de Chávez, la recopilación de los discursos de Fidel Castro o los diarios íntimos de Evo Morales. Pero no, se trata de obras a todas luces fundamentales del acervo literario hondureño, entre ellas, Memorias y apuntes de viaje de Froylán Turcios, Estampas de Honduras de Doris Stone, Panorama de la poesía hondureña de Óscar Castañeda Batres y Soñaba el abad de San Pedro soñaba y yo también sé soñar de José Cecilio del Valle (¡¡¡!!!). Qué hará con los libros, no se sabe, ¿prohibirlos? ¿quemarlos? ¿encarcelar a quien los lea?
Además, la señora ministra de facto, piensa asignar el edificio del Centro Documental de Investigaciones Históricas de Honduras -donde se guardan periódicos y documentos fundamentales para la historia del país- a militares reservistas para que monten un centro de operaciones.
Lista negra
ResponderEliminarPor: Luis Aceituno / Lado b laceituno@elperiodico.com.gt
Las dictaduras, los regímenes totalitarios, los gobiernos de facto tienen un grave conflicto con todo aquello que huela a cultura. Ubico odiaba a los poetas, gente malidicente, tan detestable y perversa como los comunistas y los ladrones. Castillo Armas le tenía alergia a los libros, sobre todo a los que contenían literatura rusa; hizo una pira en el Parque Central donde quemó obras de Chéjov, Gogol, Dostoyevski. Pinochet le amputó los dedos a Víctor Jara, antes de asesinarlo de manera vil y cobarde…
El actual régimen de facto en Honduras, tan respetuoso de las normas, recupera para sí esta tradición que, en los últimos tiempos, era víctima de cierta liviandad por nuestros lares. Según relata mi amiga Helen Umaña –una reconocida autoridad en la literatura del país vecino–, Mirna Castro, flamante ministra de Cultura del Gobierno de Michelleti, ha hecho pública en la televisión una curiosa lista negra de libros que ella considera como subversivos. Uno esperaría encontrarse ahí, que sé yo, la obras completas de Chávez, la recopilación de los discursos de Fidel Castro o los diarios íntimos de Evo Morales. Pero no, se trata de obras a todas luces fundamentales del acervo literario hondureño, entre ellas, Memorias y apuntes de viaje de Froylán Turcios, Estampas de Honduras de Doris Stone, Panorama de la poesía hondureña de Óscar Castañeda Batres y Soñaba el abad de San Pedro soñaba y yo también sé soñar de José Cecilio del Valle (¡¡¡!!!). Qué hará con los libros, no se sabe, ¿prohibirlos? ¿quemarlos? ¿encarcelar a quien los lea?
Además, la señora ministra de facto, piensa asignar el edificio del Centro Documental de Investigaciones Históricas de Honduras -donde se guardan periódicos y documentos fundamentales para la historia del país- a militares reservistas para que monten un centro de operaciones.
Así es la vida en el trópico.
Fuente: http://www.elperiodico.com.gt/es/20090728/lacolumna/108445/