Aunque cada país tiene sus particularidades y procesos, y los actores son determinantes en la toma de decisiones, la asonada ecuatoriana tiene unas connotaciones que rebasan las realidades y las fronteras del país andino de catorce millones de habitantes y uno de los mayores expulsores de migrantes hacia los estados Unidos y hacia España de toda la región latinoamericana.
La protesta en contra de un decreto legislativo por parte de un sector de la policía --aún con la validez que pudiera tener--, es en este caso un argumento propicio y una oportunidad que ciertos sectores internos de Ecuador necesitaban para implementar, en plena alianza con los sectores de las extremas derechas del continente, su plan de arrasar con los gobiernos latinoamericanos que integran la Alianza Bolivariana de las Américas, ALBA, por cualquier medio y sin importar sus costos.
Es importante ver los factores y los actores que actúan en el intento fallido ecuatoriano desde sus propios dinamismos internos, pero sería un error político determinante analizar lo que ocurre en El Ecuador de manera aislada y sin la perspectiva continental de las confrontaciones geopolíticas. Y resulta impensable analizar lo que ocurre en el país andino sin el papel decisivo que ha jugado el golpe de Estado en Honduras con todos sus actores y decisiones. En nuestros análisis hemos dejado en claro que el golpe de Estado en Honduras no solo fue una acción violenta interna, sino un acto con perspectivas transnacionales, y teniendo en la mira no sólo nuestro país, sino muchos países latinoamericanos con la característica de impulsar políticas que no coinciden con los intereses del imperio del Norte ni con las oligarquías de cada uno de dichos países.
Hasta este momento, el golpe de Estado en Ecuador ha resultado fallido, pero no quiere decir que se haya esfumado el peligro ni para Ecuador ni para los otros países que se encuentran en la esfera de la Alianza Bolivariana para las Américas. Las bases para los golpes de Estado se sembraron en Honduras. El gobierno de los Estados Unidos, los gobiernos europeos, la ONU, la OEA, dieron legitimidad al golpe de Estado en Honduras, dieron carta de ciudadanía a los responsables del golpe y nunca tomaron decisiones firmes y auténticas para revertir el golpe de Estado y para proteger la institucionalidad democrática.
Con una impunidad como la que se sembró en Honduras, a nadie ha de extrañar la continuidad de los golpes de Estado en las precarias democracias latinoamericanas. Si la comunidad internacional y los diversos organismos internacionales tienen voluntad política para evitar que se sigan dando golpes de Estado, están en la obligación de partir de Honduras, tomar todas las medidas para hacer frente a la impunidad, proceder a condenar a los responsables del mismo, desconocer los resultados electorales y a las autoridades que surgieron de los mismos, y poner en marcha un proceso que conduzca a un nuevo pacto social que inevitablemente se ha de expresar en una Asamblea Nacional Constituyente.
Editorial, Nuestra Palabra, 1 de octubre de 2010
Fuente: Radio Progreso
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