La asamblea de delegados del Frente Nacional de Resistencia Popular, programada para el día 26 de este mes, ha servido para multiplicar el debate sobre la naturaleza misma del frente, y su posible estrategia. Después más de un año, se ha teorizado alrededor del tema del poder, y las vías que nos pueden llevar a disputarlo; muchos diccionarios se han desempolvado, y la red ha servido de medio para ampliar la discusión. Se han lanzado sendas proclamas y propuestas tendientes a ganar adeptos, y a fijar posiciones, que buscan imponerse durante la asamblea.
Este debate sucede en un momento particular, en el que las fuerzas represivas del estado, y sus apéndices paramilitares, planean intensificar su campaña de limpieza ideológica, y afinando una estrategia para simular el trasiego de armas hacia un grupo insurgente irregular perteneciente al FNRP. Todo esto es parte de una estrategia que asume, que en el mes de junio Honduras tendrá la oportunidad de ser reintegrada a la OEA, por lo que cualquier proceso de depuración social deberá darse antes de ese momento. Por supuesto, el plan presume que estos crímenes seguirán pasando desapercibidos y que nosotros no tendremos una respuesta eficaz contra ellos.
La situación general del gobierno revela que, aunque la economía se ha quebrantado, el apoyo internacional hacia el régimen es sustancialmente mayor del que nosotros podemos percibir; esto querría decir que la posibilidad de que este se muestra interesado en una resolución definitiva de la crisis hondureña, sólo sería viable si, como oposición, la resistencia nacional fuera capaz de generar condiciones que le obliguen a considerar esa alternativa. A esta fecha, las acciones que lleva adelante el frente no parecen tener la relevancia necesaria para que logren un objetivo de la envergadura necesaria para propiciar la situación requerida.
Evidentemente, se hace necesario llevar a cabo un análisis serio, y a profundidad, de la correlación de fuerzas prevalecientes en el país, para determinar una estrategia que permita posicionar políticamente las aspiraciones populares, y confrontarlas con aquéllas planteadas por el adversario golpista. La tensión necesaria para alcanzar una situación crítica tal que nos permita negociar está ligada intrínsecamente con nuestra propia capacidad de organizar eficientemente oposición al régimen en todos los ámbitos de la vida nacional.
Otro asunto que resulta de capital importancia, es la valoración exacta de las condiciones que prevalecen en el ámbito internacional, en el que los Estados Unidos mueven todas sus piezas, mientras los países hermanos luchan por evitar que se deje impune el terrible precedente el Golpe de Estado en Honduras. Es ingenuo pensar que una situación política, en el marco de la política internacional, pueda sostenerse por largo tiempo sin la creación de condiciones apropiadas en el interior del país.
Frente a todas las valoraciones que se han planteado sobre el desarrollo que debe seguir el FNRP, se hace necesario inducir una discusión de carácter dialéctico, que posicione correctamente los factores endógenos y exógenos que rigen la dinámica interna del frente como tal. En principio, más allá de cualquier elaboración de carácter teórico, debemos asumir como un axioma que el Frente Nacional de Resistencia Popular es una organización eminentemente política, y que debe actuar en consecuencia con esa verdad; cabe aquí anotar que la existencia del frente no acepta ninguna otra definición.
La discusión que se centra sobre la participación posible del frente en un proceso electoral en el año 2013, y la formación de un frente amplio debe contemplar algunas cosas que son consustanciales a la lucha misma del frente; al mismo tiempo se debe tomar en cuenta el asunto del poder no desde el punto de vista esencialmente semántico, sino desde una perspectiva teórico práctica que se sustente en el desarrollo histórico del país, y la evolución de la conciencia revolucionaria de los hondureños y las hondureñas, especialmente a lo largo de los meses posteriores al golpe de estado de junio del 2009.
La primera consideración de trascendencia, es el reconocimiento explícito de parte de la dirección del frente, de la existencia de diferentes tendencias al interior del mismo, y generar el espacio necesario para la participación irrestricto de todas y cada una de ellas. Se cometería un grave error si se aísla a uno o más sectores en resistencia; y sería peor seguir campañas de desprestigio contra estas. La vía por la que se tome el poder no define la naturaleza del frente.
En cuanto al frente amplio, es un hecho que la figura surge con el ánimo de evitar mayores fisuras, debido a la intransigencia en el debate interno; sin embargo, está claro que el FNRP en sí mismo constituye ya una fuerza amplia, que aglutina una amplia gama de organizaciones políticas y sociales, que no ha tenido la oportunidad de desarrollarse orgánicamente al margen de los intereses de cada una de esas organizaciones. En consecuencia, es más razonable pensar que la vía a seguir sea el fortalecimiento del frente como tal, lo que implica una apertura y democratización en los órganos de conducción y las comisiones de trabajo del mismo. No se puede concebir un frente controlado por un solo grupo, pues esto significaría un acto contrario a la consolidación del movimiento popular surgido en la lucha contra el golpe de estado.
Las condiciones para la participación electoral, están vinculadas con el accionar mismo del frente; por lo tanto, no se debe esperar que el régimen propicie la participación de la resistencia en sus procesos. La tesis de que la conspiración de la inteligencia norteamericana incluye la participación del FNRP en procesos electorales, carece de un análisis objetivo de la situación.
En este sentido parece más lógico que el propósito de este plan sea revitalizar el bipartidismo, destruyendo al frente, y propiciando el retorno de las bases liberales a su antiguo partido. Esto se hace aún más factible, si insistimos en ignorar la importancia de luchar por el retorno del coordinador general del frente, quien más allá del caciquismo que normalmente le atribuimos, construye líneas de pensamiento, y mantiene un liderazgo vigente a pesar del aislamiento que le han impuesto.
Durante meses, la actividad del embajador norteamericano ha trazado una ruta hacia la reconstrucción del bipartidismo, y el aislamiento de Manuel Zelaya Rosales. Si nos atenemos a las enseñanzas de la historia, los gringos en época de crisis tratan de perder lo menos posible de las estructuras de dominación que patrocinan en un país determinado; el golpe de estado solo dejo una novedad: la resistencia popular. En consecuencia, su plan debe estar orientado a eliminar este fenómeno social, y revitalizar el tradicionalismo. Muchos especulan con la recuperación del Partido Liberal de Honduras para formar alianzas, algo que parece muy improbable, dado que de darse esto, la derecha más conservadora de ese partido político debería estar de acuerdo.
En resumen, el Plan Llorens solo es posible sin resistencia, con dos partidos tradicionales y las tres comparsas. El Golpe de Estado no se llevó a cabo para crear una nueva fuerza electoral en el país; hoy los grupos facticos con el apoyo de los gringos tratan de “limpiar” los rastros que quedaron del rompimiento constitucional. Debemos tener mucha visión para darnos cuenta que el Plan Llorens llega a feliz término, tanto si nos apresuramos a convertirnos al “electorerismo” de inmediato, como si nos oponemos abiertamente a las elecciones como vía. La única opción fuera de su horizonte es el fortalecimiento del frente como organización política.
El argumento de confrontar al gobierno, y llevarlo a condiciones de negociación es correcto, y constituye la vía que debemos seguir. Esto implica naturalmente nuestra participación activa en el marco de la discusión por una nueva ley electoral, que garantice plenamente nuestra posibilidad de participación, y la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente originaria, que debe surgir de este proceso de negociación del que hablamos, y que es una necesidad para la resolución del conflicto en el país.
Sin entrar en de conflicto de principios, el estado de Honduras existe, y el régimen que lo gobierna de facto, es una realidad tangible, y decisiva sobre los acontecimientos que hayan de desarrollarse en los meses y años por venir. Nosotros también formamos parte del estado, y tenemos la obligación de ver más allá de nuestros intereses grupales o personales, con el fin de cumplir efectivamente con la tarea de transformar la sociedad hondureña, inmutar el modelo neoliberal imperante hacia un modelo de transición que nos permita sentar las bases para la construcción del socialismo.
Con la aprobación de las reformas al artículo cinco, y la aprobación de la ley de Ciudades Modelo, encontramos el propósito central de esta administración. En pocas palabras, ellos necesitan una constitución nueva que les permita alterar el territorio nacional, y de esa manera facilitar los enclaves que surgirán como alternativa al modelo neoliberal crudo e ineficiente en el que hasta ahora evoluciona nuestro país. Sin embargo, es necesario que nosotros entendamos al plebiscito y al referendo como dos herramientas valiosas de lucha, como dos instituciones por las que el pueblo hondureño ha estado en resistencia constante, aún a costa de muchas vidas.
Nuestra misión inmediata, una vez ratificada en el Congreso nacional la reforma a ese artículo cinco, debería estar centrada en una consulta popular alrededor de los temas fundamentales: la convocatoria incondicional e inmediata a una asamblea nacional constituyente originaria y de amplia participación nacional; y el retorno inmediato, seguro, incondicional de todas las personas forzadas al destierro. Las opciones que tenemos frente a este instrumento son esencialmente dos; que el Congreso, a pesar del cumplimiento de todo lo requisito por nuestra parte, nos niegue el derecho a los instrumentos que pregonan, con lo que podríamos actuar internacionalmente para reforzar el aislamiento del régimen; o simplemente aceptan la convocatoria a las consultas propuestas, con la obligación de negociar una nueva ley electoral.
En cualquier caso la discusión debe dar por descontado que participaremos en las elecciones del 2013, pues estando en febrero de 2011, tenemos el tiempo suficiente para organizarnos y generar las condiciones que nos garanticen acceso a un proceso equilibrado. No sería muy atinado pensar que la burguesía nos entregará el poder en bandeja de plata, pero sí es factible presionarla en la dirección de crear condiciones más justas de participación de los individuos.
En este punto debemos señalar que en ningún caso desechamos ninguna otra vía posible para la toma del poder, pues ésta es una potestad soberana del pueblo, y es este el que en definitiva deberá señalar la ruta que hemos de seguir. En este sentido, deberíamos tener la humildad que expresamos cada vez que nos dirigimos en defensores de los intereses populares, y respetar la decisión que nuestro pueblo considere pertinente. La vía electoral, es uno de los recursos que tenemos, y para obtener las condiciones necesarias de participación, tendremos que trabajar mucho más, y enfrentar directamente al adversario, no darle la espalda.
Los dirigentes de las organizaciones integrantes del frente, deben estar conscientes de la responsabilidad que implica la promoción pública de vías violentas para la toma del poder, ya que la misma sirve de justificación para la represión y aniquilación de nuestra militancia. Es irresponsable predicar acciones que nosotros mismos no somos capaces de llevar a cabo. Con él respeto que se merecen quienes están dispuestos a este tipo de lucha, pensamos que este momento no presenta condiciones favorables, y que el tema es utilizado mediáticamente por el enemigo para atemorizar a nuestras bases, tal como lo ha hecho miles de veces en el pasado, en todos los países del continente.
En síntesis, el frente no está listo para participar en un proceso electoral, pero eso no quiere decir que no debamos fortalecer la organización en la dirección de participación en este tipo de procesos, o que debamos participar en los procesos que generen las condiciones para llevar adelante dicha acción. En un proceso de contradicción existen siempre las partes que generan el desarrollo, este caso no es la excepción, y es nuestro deber elaborar los conceptos necesarios para participar activamente en el desarrollo histórico, en el cual nos hemos negado a participar hasta ahora, quizá, precisamente, debido a la falta de consolidación de las contradicciones mencionadas.
La etapa superior de la lucha, o lucha superior, está definida en el cambio cualitativo que se da entre la multiplicidad de acontecimientos de defensa de nuestros derechos, y la lucha abierta por la toma del poder; en esto notamos la acumulación constante de cambios cuantitativos, así como el inminente salto cualitativo que estas forman; esto es fácil de comprender para muchos compañeros y compañeras, que han trabajado arduamente en la elaboración de tesis y antítesis alrededor de los procesos electorales, el poder y la revolución. En general, vemos que estos tres conceptos no se excluyen entre sí, y están ligados estrechamente en la construcción de un proceso revolucionario.
A 13 días de esta asamblea, no podemos menos que esperar los días subsiguientes sirvan para aclarar conceptos, y definir debates dentro de los márgenes de construcciones de pensamiento críticas, creativas y constructivas; después de ello tendrá la tarea de construir el conjunto de ideas y de vida orgánica al frente nacional de resistencia popular, y del espacio para que esta nueva fuerza se convierta en el protagonista de la vida política del país durante los 50 años siguientes.
No nos cansaremos de repetir que si no nos hacemos las preguntas correctas, nunca llegaremos a las respuestas correctas.
Ricardo Salgado
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