martes, 23 de marzo de 2010

El retorno de Manuel Zelaya Rosales

Juan Antonio Martínez H.

Quien primero anunció el pronto regreso del ex presidente Zelaya a nuestro país, fue el presidente salvadoreño don Mauricio Funes, quien además informó que tal prerrogativa se daba en el marco de un compromiso adquirido por el presidente hondureño, don Porfirio Lobo, con la señora Hillary Clinton y los presidentes centroamericanos, cuando se reunieron en Guatemala a principios de marzo.


La noticia en sí no tuviera mayor trascendencia, si no estuviera precedida por los controversiales hechos ocurridos, antes y después del 28/6/09, en los cuales Zelaya tuvo un protagonismo relevante, para algunos como villano, para la mayoría como víctima de una conjura, orquestada por poderosos grupos económicos, políticos ambiciosos y militares deliberantes.


Como para que no quedara duda alguna, el propio presidente de la República, don Pepe Lobo, se encargó de confirmar la noticia, que a no dudar, provocó escozor en más de alguno de los enconados golpistas, que más que tenerlo cerca, quisieran verlo arder en las oquedades malditas del infierno. Otros, sin embargo, lo esperan con los brazos abiertos.


¡Mel puede regresar a Honduras cuando lo desee, sin ser perseguido políticamente, porque nadie le puede negar el derecho de entrar a su país!, expresó categóricamente el mandatario a un enjambre de periodistas que lo asediaban para interrogarlo sobre las declaraciones del presidente Funes de El Salvador. Y todavía fue más contundente al expresar: “Él puede retornar al país, cuando quiera y debe ser tratado con la dignidad de un ex presidente”.

Expresa el final de esta frase, un tácito reconocimiento al tratamiento de respeto que debe guardársele a la persona que ha desempeñado la más alta magistratura de la nación por la voluntad soberana del pueblo y que, en boca del ciudadano presidente, se convierte, prácticamente, en una sentencia.


¿Quién le puede negar al ex presidente Zelaya el derecho de entrar a su patria?, les preguntó el presidente a los periodistas, que aún no asimilaban la noticia. El solo recuerdo de los aciagos días después del golpe, cuando el entonces, presidente Zelaya, intentó inútilmente retornar al país por el aeropuerto Toncontín, los hacía dudar. En esa ocasión, las armas al servicio de la “dictadura constitucional” se lo impidieron, ocasionando de paso, el primer mártir de la resistencia popular.


En este punto surge otra interrogante: ¿Estarán dadas las condiciones para un retorno pacífico del ex presidente Zelaya al país, cuando todavía subsisten algunos poderes dictatoriales, rescoldo de la pasada administración golpista? Al parecer no, porque contrariando lo que expresa su jefe, el Ministro de Seguridad dice estar listo para apresar a Zelaya, al sólo poner un pie en el territorio nacional. ¿Es esta la dignidad con la que debe ser tratado el ex mandatario cuando regrese al seno de la patria?


No dudamos, que si en el país privara un Estado de Derecho, justo, equitativo e imparcial, donde, tanto el Ministerio Público como la Corte de Justicia, ejercieran sus funciones con estricto apego a la ley, sin inclinaciones sectarias de ninguna naturaleza, ni obedeciendo consignas de intereses particulares, el ex presidente Zelaya no vacilaría ni un instante en presentarse a los tribunales para responder a las acusaciones vertidas en su contra.


No para limpiar su imagen, porque ante los ojos del pueblo hondureño, la figura del ex mandatario está libre de pecado. El cieno de la difamación lo lanzó la jauría de golpistas con el pretexto de asaltar el poder público y justificar la implacable persecución en su contra, auxiliados en esta infame tarea por los medios de comunicación del poder económico y periodistas tarifados que sirvieron como cajas de resonancia.


Negar que la campaña difamatoria contra el ex presidente Zelaya no tuviera efecto entre un sector menos informado y menos consciente de la sociedad hondureña, sería mentir. Pero para las mayorías, Manuel Zelaya Rosales sigue siendo un líder de dimensión nacional e internacional y, con el mismo fervor y cariño que le tributó cuando lo despidió en el aeropuerto Toncontín, con esa misma emoción lo va a recibir cuando regrese a la patria.


Porque según lo ha expresado en reiteradas ocasiones, se siente limpio de culpa de todas las acusaciones que sus adversarios le hicieron en su momento, para justificar el golpe de Estado.

Fuente: tiempo.hn

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